Neka: "Si no estuviese en el rural, no podría vivir 100% de mi proyecto"

Hace tres años, Nekane Jiménez -más conocida como Neka- descubrió que se puede dibujar sin lápiz ni pincel: solo hacen falta hojas de papel de colores. A base de cortar, pegar y pensar, ha ido descubriendo sus posibilidades expresivas, y este fin de semana, la joven artista visitará la tienda Enou, en la ciudad, para impartir dos talleres de la técnica papercut. Ya no quedan plazas, pero debido al interés ya habla de una nueva visita a Ourense a corto plazo. Ilustrar recortando hojas de papel, ¿cómo se le ocurrió ? Pues fue de la misma manera en que comenzarán otras personas este fin de semana, con un taller. Yo vivía en Barcelona, y me apunté a una sesión de José Antonio Roda sobre papercut. Siempre me ha gustado la creación manual, y soy un poco negada en lo digital (ríe). Fui, y me gustó tanto que desde entonces he ido creando mi universo. Un universo muy expresivo, en un medio con límites muy marcados. Ah, pero ahí es donde entra tu ingenio. Como no tienes la gama cromática o las opciones de, pongamos, alguien que pinta un cuadro, has de jugar con los pocos elementos que tienes a tu disposición: mancha, línea y espacios vacíos. Es un proceso de ir quitando, y la pieza final también juega mucho con su entorno y las sombras que proyecta. Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida de NEKA (@nek.ane) ¿Mudarse a un pueblo ha influido en su obra? Ha sido todo muy orgánico, y es inevitable que allí donde vives influya en tu producción artística. Me mudé de Barcelona a Zamora, y ha sido tras el confinamiento cuando he podido vivir de verdad el entorno… ¡siempre digo, medio en broma, que mi segundo trabajo es de ayudante agrícola, echándole una mano a mi padre en el campo! Me siento muy conectada a las cosas de la tierra; hoy es parte de mí, y es lo que más me apetece representar en mis obras. Si hace unos años le hubieran dicho que se dedicaría a crear en el rural… Era impensable. Cuando acabé Bellas Artes, o cuando viví en Alemania, ni me lo planteaba. Pasé unos años en Barcelona, y al final tuve que tomar una decisión, fue un ejercicio duro. Mirándolo con perspectiva, frente al papel, realmente estar allí o en otra parte no estaba aportando nada a mi proyecto. ¿Valió la pena marchar? Allí -por todo lo que conlleva, por el coste de la vida- habría sido inviable haberme lanzado. Hoy lo he apostado todo, y puedo vivir al 100% de mi trabajo por vivir en el rural. Además, aquí tengo un espacio amplio, mi propio ritmo y más tranquilidad. ¿También lanzó desde allí Marcela Luna, la firma de objetos creados con sus restos de papel? Sí. Al principio no era consciente de la cantidad de desechos que estaba generando, folio a folio. De hecho, fue mi padre quien me dijo “Ey, estás tirando mucho papel, ¿no?”, y era verdad. Lo fui guardando en bolsas, y durante el confinamiento llegó el momento de reciclar, y creé esta línea paralela. La verdad es que estoy alucinada: ¡nunca me habría imaginado disfrutar del papercut, y tampoco hacer mi propio papel y producir estas piezas!