REPORTAJE

Nicolás Remacho, el rey de las garrapiñadas en Ourense

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photo_camera Nicolás Remacho, ayer en su puesto de La Granadina con unas garrapiñadas en las manos.(X. FARIÑAS)

La Granadina, el puesto de la calle Lamas Carvajal, lleva toda una vida abierto 

De oca a oca y garrapiñada porque me toca. Nicolás Remacho lleva más de 40 años atendiendo su puesto, La Granadina, en la calle Lamas Carvajal, puesto en el que empezó ayudando a su padre, del mismo nombre. Ofrece otras cosas, no muchas la verdad, "pero aquí lo que despacho son garrapiñadas", matiza, vestido con un polo, vaqueros y una gorra.

Observador. Eso le permitió empezar en el negocio ayudando a su padre. Antes fue barrendero, trabajó en la autoventa y también tuvo una fábrica de patatas. "Mi padre hacía las garrapiñadas, yo me fijaba y a su muerte tomé el testigo", detalla. Agua y azúcar son los únicos ingredientes. "Y dejarla hervir unos tres cuartos de hora. Ahora, en verano, con una perola me llega, en invierno he llegado a hacer dos y tres", remarca.

Agosto. Nicolás está en manga corta. Otra cosa es el invierno. ¿Qué hace cuando llega el frío, o la lluvia, o las dos cosas ? "Cuando cae mucha agua no abro y punto", aclara. Eso sí, "castañas no hago. Lo mío son las garrapiñadas, es lo que la gente me pide", subraya.

El paquetito de las de cacahuete cuesta un euro, dos si son de almendra. "¿Cuál vendo más? Las más baratas, la gente tiene poco dinero. Sí, puede decirse que cualquier tiempo pasado fue mejor, la mercancía ha ido subiendo el precio y se vende menos. Y en agosto no le digo, este pueblo que es Ourense se queda desierto, ya lo ve usted también", comenta.

Mucho ha cambiado el paisaje en más de cuatro décadas. "Muchísimo, muchas cosas se han ido perdiendo. Había cines, apenas supermercados. Por esta calle en la que estamos pasaba muchísima gente", asegura. Recuerda a la vez que está pendiente de los que van y vienen. Uno saca el monedero.

"¿Hasta cuándo? Mientras tenga salud estaré aquí", adelanta. Será el eslabón perdido. Sus dos hijas no quieren saber nada del tema, aunque a veces le echa un lazo a la más pequeña, 24 años, organizadora de eventos. Con la mayor, funcionaria, sí que no puede. "Hay muchas trampas que tapar, esto de la venta ya sabe usted, unos días se da muy bien y otros menos bien. O mal, directamente. Pero hay que seguir, si le digo la verdad, yo no necesito a ningún ayudante", finaliza. 

Móviles, puritos, niños y manzanas de caramelo

"El que quiera algo que venga aquí", afirma, rotundo, cuando se le inquiere como es que no tiene teléfono móvil. "Pago tres y no tengo ninguno, ya ve", apunta. Apaga un purito. "No debería fumar, en mi familia nadie lo hace. Fumo dos cajetillas de Farias", de diez puritos cada una. "Ya sé que no me hace ningún bien, soy diabético...".

Antaño vendía también juguetes. Antaño. "Lo dejé porque no se vendían. ¿Acaso ve usted algún niño?", señala con el dedo. También manzanas de caramelo, "en Reyes y en Navidad". Ahora, las garrapiñadas se han quedado como reinas del negocio, apenas unas patatas fritas y unas palomitas le hacen sombra. Un par de botellas pequeñas de agua completan la oferta.

"Yo llevo aquí toda una vida y le aseguro que eso de que hemos salido de la crisis son cuentos chinos del Gobierno. Habrán salido algunos", recalca.

Los turistas no salen en su ayuda. "Están de paso y no se interesan por lo que vendo. El que viene es de Ourense de toda la vida, conoce las garrapiñadas y le gustan", finaliza. 

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