Obituario | José García Calvo “Willy”, el oficial multideporte

José María García Calvo, “Willy”
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De Willy ni las líneas de este escrito le pueden hacer justicia por un tan dilatado impacto en el mundo deportivo y aún más  

Con la valentía que le caracterizaba, no exenta de arrojo y sinceridad, me dijo Willy casi ayer: ”Tengo un cáncer pero voy a luchar hasta el final. Espero que no me hagas el obituario”. Y a fuer que sinceridad y espontaneidad me dejó patidifuso. Jamás había oído a alguien con tanta valentía afrontar una de las enfermedades que suponen. en un tanto por ciento elevado, como tu sentencia de muerte. Yo pensaba que la inmortalidad era una patente para este licenciado del ejército con el grado de coronel, por la exhuberancia de un ser que desprendía como salud a borbotones.

Conocí a Willy, que lo de José García Calvo de muy pocos, casi recién aterrizado en Ourense a donde trasladado poco después de hacer la carrera militar en la Academia de Zaragoza arribando al destacamento militar de esta ciudad con el grado de teniente, y mi conocimiento, sin que nadie me lo presentara, porque de tan espontáneo se diría que hacia amigos allá donde se trasladara. Venía con Montse, su compañera de toda la vida después de curtirse como oficial por varios CIR (Centros de Instrucción de Reclutas) del país.

Willy, teniente de las COE -Compañía de Operaciones Especiales- donde accedió después de durísimas pruebas, colocó a su sección orensana en el primer nivel nacional de especialistas, como lo atestiguan quienes estuvieron a sus órdenes, casi contemporáneos en edad, que se dispersaban como en simuladas órdenes de combate que llevaban a saltar de camiones en marcha, atravesar embalses, acampar a los fríos inviernos, rápeles, cordadas e interminables marchas, e incluso a descender por cuerdas desde helicópteros. Willy, como uno más, era el primero de todos en los ejercicios y tanto confraternizaba con los soldados especialistas que luego se convertían en amigos inseparables, de los que unos cuantos conozco.

Si había una especialidad relacionada con la Naturaleza, Willy respondía como el que más, y así me lo encontré invitado por el indesmayable Chema de los Chaos de Amoeiro, haciendo rápel para todo el que se fuese a las fervenzas del Barbantiño y enseñando la manera de practicarlo.

Willy estaba en todas las movidas y no solo las deportivas, allá donde se inaugurase exposición u otro cultural evento. Como conferenciante era la mayor expresión del comunicador ya fuera de senderismo, una actividad, que además de sus carreras no practicaba en demasía, porque el vigor para más le daba como carreras de montañas, maratones o cosas así. Compitió con excelentes marcas de menos de 3 horas en las maratones de Nueva York, Londres, París, Amsterdam o Berlín, donde no pocas veces para ayudar a los amigos que con él iban, los acompañaba en la carrera para llevarlos a meta, sacrificando su marca personal, pero donde le tiraba de verdad era allí donde el esfuerzo era para titanes que no otros que se atrevían nada menos que con el Maratón de las Arenas disputado cada año en los arenosos desiertos de Marruecos a cobijo de la cordillera del Atlas donde le acompañaban otros maratonianos ourensanos, entre los que estaba Antonio Pérez, pero él era como el portaestandarte capaz de repetir esa extenuante prueba de 250 km. en una semana de duro batallar con la arena, con una etapa de 80 km, las tormentas, el calor hasta el agotamiento. Varias maratones de este estilo marcan su carrera deportiva, incluso algunas habidas en los Pirineos.

Volví a coincidir con Willy que invitado por mí, no dudó ni un instante en acompañarme, juntamente con Julio Mosquera, para ofrecer al concello aperturista de Allariz, gobernado por el BNG de Quintana, la organización de una prueba de 50 kilómetros en un día, que había rechazado el Concello de Ourense por no presentarla en fecha y hora. El Concello alaricano aceptó la propuesta y nos pusimos a diseñar el itinerario. Numerosas ediciones atestiguan la pervivencia de una multitudinaria prueba que él dinamizó

Mientras tanto, a Willy podías verlo o dando clases de natación en el Club Sto. Domingo, o de profesor de Educación Física, disciplina en la que titulado, en el colegio de Castadón, el Guillelme Brown, donde me cuenta un alumno, sobrino mio por demás, que hacía campamentos de fin de semana, marchas a Allariz, Os Milagres o al Cañón del Sil donde el rápel, la orientación, la supervivencia eran prácticas habituales, contagiando su entusiasta espíritu a los participantes.

Luego Willy creó dentro de la Universidade de Vigo, campus de Ourense, un grupo de senderismo que no dejó rincón sin recorrer en toda Galicia e incluso en el norte de Portugal, cuando también alternaba con un grupo de senderistas en el Club Sto. Domingo durante varios años. En la Universidad ya no cabían los participantes en cuatro autobuses, participando también alumnos y acompañantes, también del campus de Vigo. La primera vez de la puesta en marcha de las caminatas tuvo la humildad de decirme que le acompañara a través de los caminos que subían por Montalegre pues confiaba en mi conocimiento de un medio en el que él me tenía en consideración. Hace menos de un mes que aún organizó como si fuera el aniversario de las caminatas universitarias subiendo al Castro de San Tomé, Castadón, cerrando el acto en la Universidad, a modo de un legado último de su paso por el servicio de Deportes del campus de Ourense

Willy estuvo, dentro de ese universo que tanto abarcaba, como también muy ligado con este diario formando parte como colaborador necesario del Foro La Región y de otras facetas dentro de la casa como en +Deporte. Recibió un premio como el deportista más sobresaliente por un palmarés inédito y su Espíritu deportivo.

Un polifacético que tanto llenaba todo por donde concurría porque, como me dijo más de una vez en las que yo le decía que tan extravertido y sonoro allá por donde pasaba, si no podía resultar como de fantasma: “Chicho, no puedo evitarlo, es que soy así”. Claro que su entrega, su entusiasmo, sobrepasaba cualquier frontera y esto hay que comprenderlo, aunque yo tardé en hacerlo.

De Willy ni las líneas de este escrito le pueden hacer justicia por un tan dilatado impacto en el mundo deportivo donde aún se le veía, como hace días, en la última carrera del San Martiño, hace poco más de un mes, dándolo todo y terminando la carrera, como en un póstumo baño de masas, no obstante el estrago de la enfermedad que ya dejaba huellas visibles. Fue un luchador in extremis, de esos que podrían figurar en el panteón de los inmortales con éste: “Yace en Ourense aquel a quien creíamos un invencible rey”, como en uno remedo de los versos del poeta Antón Tovar refiriéndose a su padre castellano:” Yace en Castilla aquel a quien creíamos un invencible rey”.

Nos imaginamos a Willy como en un Olympo, que si trasladados a la era Clásica, como a morador de ese firmamento donde solo los privilegiados mortales en su firmamento se ubican. Él, acaso tendría sus creencias en un universo hecho a su medida. Nunca conversé con él de esto; tal vez sus contertulios de tantos cafés sabrían de sus aspiraciones post mortem, o acaso también nunca sabríamos situarlo en una dimensión en la que él se fue con su secreto, o tal vez asumiendo la temporalidad de todo lo que en el planeta y universo de finito es.

Para Montse, una inseparable no solo a toda prueba si no como acompañante de todo cuanto emprendía, y para sus hijas Vanesa y Carola el pesar, extensivo de toda la plantilla de este diario.

Willy se fue a vivir morando casi al amor de Rocas, ese monasterio referencia donde él con tantos allí frecuentaba, y si cierto que nunca se haría monje más cierto que la vida de retiro le era atractiva, si no ¿por qué este irse a morar al campo? Allá, en Covas, donde se hizo un refugio ad hoc, a tenor de sus aficiones, soñaría con trascender a sus montañas. Su espíritu, al menos, vagará entre nosotros.

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