Obituario | Jaime Mateo, el mejor amigo

Tanto te jodía hacerte mayor? Pero si teníamos un plan… Pocos lo conocen, pero era un básico: ser dos viejos sentados en San Lázaro hablando de lo bien que lo habíamos pasado. Lo repetimos tantas veces… no tenía fisuras, estaba claro. Pero no conté con que tú solo lo hacías por mí, por estar juntos.

Te quiero tanto que no soporto que nadie te quiera más, es tan grande mi dolor y mi pena que necesito que sea solo mía y de nadie más, pero es imposible. Porque eso es ir en contra de todo lo que tú eres.

Eres el que lo une todo, el nexo de todo, la pieza que encaja siempre en el puzzle. Da igual el momento, el lugar, la persona. Eres el que siempre está, el salón en el que vivir y el hogar al que siempre volver. Porque querido, todos vuelven por ti, todos vuelven por ti. No es la ciudad, ni los bares, ni la música; es tu luz, tu abrazo, tu alegría, tu entusiasmo, tu cariño. Es todo lo que dabas sin pedir, todo lo que cogimos sin dar, todas las horas que hoy parecen segundos, tus silencios que nunca entiendo. Eres tú.

Porque detrás de nuestras “vidas de adultos”, nuestros sermones, nuestros consejos, nuestras rutinas, lo único que hay es la envidia de no ser tú. De no poder ver lo que tus ojos ven, de no sentir lo que tú sientes, de no ser capaces de irradiar ni una milésima parte de tu luz. De no llegar a entender la belleza y la vida como tú lo haces, de no querer al mundo y a la gente como tú.

Hoy todos sentimos que se va nuestro mejor amigo, y eso es lo que eres, el mejor amigo. Te quiero tanto que me gustaría que fueras solo mío, pero tú eres de todos porque eso es lo que conseguiste sin pretenderlo. Me gustaría enviarte un mensaje alegre, hacer una fiesta, ¡montar una banda! Pero no puedo, porque nos dejas el mismo dolor que vida nos diste, y eso es demasiado para mí.

Te voy a echar de menos todos los días.

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