CRÓNICA

Ocho deliciosos pinchos de Ourense que quizás no conozcas

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photo_camera Arcadio y Druso saboreando las ancas de rana.

Salimos por la ciudad en busca de tapas diferentes y nos encontramos con maravillas como pescado frito, lengua o ancas de rana

En los dos años que llevo viviendo en Ourense, he ido conociendo poco a poco las posibilidades que la ciudad ofrece en cuanto a tapas. El revuelto del Enxebre, el jamón asado (o las anchoas) del Fontefría, la carne ao caldeiro del Samuel o, por supuesto, el completo del Rei do Xamón, son must que uno ya tiene convenientemente apuntado en la ruta de las cenas con amigos, padres o novia. 

Pero el problema de esas paradas "obligatorias" (a las que, además de por calidad, se acaba recurriendo teniendo en cuenta la afluencia de gente de un viernes o sábado por la noche en la zona de vinos), es que irremediablemente quedaban por conocer un montón de sitios. Demonios, incluso no había probado aún las míticas ancas de rana. En vista de este problema, dos buenos amigos, conocedores de la geografía ourensana, se ofrecieron a guiarme en la búsqueda de algunos de esos pinchos desconocidos. 

1. Pescado Frito/Bar Casa Rosa

Después de tomar un omeprazol, quedamos en el Torgal a eso de las 19.30 horas para arrancar la expedición. Sabiamente, Druso ya había confeccionado una lista con algunos de los sitios que debíamos visitar. Llega Arcadio, y tras acabar la caña y subir Celso Emilio Ferreiro aterrizamos en la Avenida de Buenos Aires, donde está nuestra primera parada: Casa Rosa. La verdad es que el bar, que está DENTRO de un portal, tiene un rollo setentero con bastante encanto añejo.

Aquí venimos a degustar el pescado frito. En cuanto le damos el primer bocado, sabemos que el padre de Druso, Josito, no mentía en cuanto a su sabor: la merluza está cojonuda. Ligerita y bien cocinada, recuerda a la que prepararía una abuela en Cuaresma. Pincho Top. Para celebrarlo, y tras darnos cuenta de que el bar tiene licencia de lotería, Arcadio echa la primitiva. No le tocará. 

2/3. Lengua y Callos/Taberna O Burato

Después de la merluza, bajamos hacia el Couto en busca de un sitio de callos del que el propio Josito, un sabio, nos había hablado maravillas. Antes, atraídos por la decoración entramos en el Bar Jácome. Tapas no había, pero nos pusieron unos cacahuetes 

con las Estrellas, y de propina pudimos ver recuerdos futboleros casi de la época del Atlético Aviación. Tras esta parada técnica llegamos a la Taberna O Burato. Sin ser mucho de callos, reconozco que estaban sabrosísimos y bien condimentados, al nivel de los que hacen en mi aldea en la vendimia. En cuanto a la lengua, ay. Tierna, y con un buen regusto, la presentaron acompañada de una salsa al vino que potenciaba sus virtudes. Tuvimos ganas de repetir, pero teniendo en cuenta que aún nos quedaba bastante camino por delante optamos por la prudencia y reanudar la marcha. Pasamos por la Praza de Abastos, en busca de un roxón que le habían recomendado a Arcadio. El bar estaba cerrado, así que entramos ya en el casco viejo. Vimos una taberna con buena pinta. No había tapas, pero nos pusieron un poco de chorizo gallego que nos levantó el espíritu. 

4/5. Choricitos y Roxóns/Cantina do Pedro

Llegamos a los choricitos de la Cantina do Pedro. Qué descubrimiento. Servidos en un pan estupendo y bien tutelados por una salsa picante que hizo preguntarme cómo podía haber vivido todo este tiempo sin haber entrado en ese sitio. Podría alimentarme solo de esos pequeños bocaditos. Pedimos también unos roxóns, a los que en Ferrol llamamos chicharrones. Nunca fui muy fan (tampoco les favoreció que los tomase después del choricito), pero tenían su punto, así un poco guarro, con toda esa grasa y tal. 

 

6. Ancas de rana/Relámpago

Las famosas ancas de rana. Reconozco que a priori me daba un poco de reparo pensar en comerme los cuartos traseros de un pobre anfibio. Seis cervezas después, digamos que habíamos recreado el contexto ideal para que si, al llegar al Relámpago, nos hubiésemos encontrado a Bambi asándose en una parrilla, poder pedir un muslo, poco hecho. Mientras notaba mi falta de escrúpulos ya habían servido las ancas, que básicamente me supieron a pollo. O sea, guay. Prueba superada.

 

7. Fuflai/O Mexilón

Después de lo vivido en la Cantina do Pedro, la segunda gran aparición de la noche la protagonizaron los fuflais. Escuchara hablar de ellos alguna vez, pero nunca me había percatado que mis sabios prescriptores estaban describiendo algo similar a los mejillones tigre, una exquisitez que había conocido en Pontevedra (Pitillo rules). Una deliciosa croqueta de mejillones (¡a qué genio se le habrá ocurrido esta idea!) servida sobre la propia concha y que, en el caso de O Mexilón, tiene un puntito picante. Delicatessen. 

8. Atún Rojo/Habana 83

Después de visitar siete sitios diferentes y probar otras tantas tapas, para cerrar el recorrido decidimos tomar un pincho de atún rojo en el Habana 83. Siguiendo las normas, sería hacer trampa porque este pincho ya lo conocía, pero Druso y Arcadio no, y no pude resistirme. Me lo había descubierto un amigo y joder, podría hacer una página fan en Facebook a ese taquito de atún, muy poco hecho, servido con piña por debajo y salsa teriyaki y wasabi para darle aún más matices. A estas alturas, ya empezábamos a ir un poco tajados y solo sonreíamos, pero es que así cualquiera llega al momento de la exaltación de la amistad. Otro rollo.  

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