Olor a fiestas

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“Para los niños la emoción era el especial olor a nuevo que desprendían aquellas sandalias y zapatos de charol que nos ponían con  calcetines blancos y con un pantalón del mismo color y por supuesto corto”

Mi hijo Lucky me dijo un día que por que no escribía sobre los  olores agradables   que abundan en los diversos rincones de nuestra ciudad, al margen de que algún día seguiré su consejo, hoy haré  un avance haber si consigo que algunos lectores recuerden y añoren los buenos olores de nuestras Fiestas del Corpus.

En Ouense olía a fiestas ya 15 días antes del su comienzo, la Región, el Dorzán, Radio Orense y Radio Varela se encargaban de difundir la proximidad de las mismas.

Los comercios rebosaban de jóvenes y mayores preparándose para estrenar ropa y calzado y las féminas en edad de merecer (frase a mi juicio machista) acudían a las peluquerías para hacerse la permanente, algo que solo se hacia en muy contadas ocasiones y donde les obsequiaban con un abanico de cartón para hacer mas llevadero el calor y el sufrimiento, allí olía a amoniaco, aceites y papel cebolla o cristal. 

En  las barberías el olor era a Barón Dandy, Geniól y a una piedra que se mezclaba con alcohol. 

Para los niños la emoción era el especial olor a nuevo que desprendían aquellas sandalias y zapatos de charol que nos ponían con  calcetines blancos y con un pantalón del mismo color y por supuesto corto.

Como no recordar el olor a pólvora quemada que impregnaba la parte de atrás de la Alameda, al lado de la barronca en aquellas emocionantes sesiones de fuegos artificiales sobre todo la noche de la batalla de flores.

O las churrerías de la Lolita con sus cucuruchos de papel Estraza rebosantes de patatas crujientes y con sal gorda, y la chocolatería Maika con sus churros bañados en azúcar y sentados en preciosos bancos de madera tipo tren correo. 

Ya no digamos los helados de Vainilla y Mantecado de la Ibense y del Cortijo en aquellos blancos carritos de dos ruedas con unas artísticas tapas que brillaban como nuestros infantiles ojos.

Y que me decís de las Almendras garrapiñadas enfrente de La Viuda, o los bastones de caramelo que a mi nunca me compraron por que debía ser algo caro.

Ya más adelante el olor a río Miño, a tortilla y pimientos de Seixalbo ( no de Padrón que no saben a nada) ,en los dos bares de Oira y que debajo de un parral nos sabían a gloria después del calor y las carreras del descenso del los Paraguistas (palabra registrada por un simpático alcalde).

Los Calamares del Tobaris, La ensaladilla del Miño y el vino de Rosales del Jaime Campos, que nos servía( entre otros) el camarero Pérez Lorenzo hijo de los que regentaron la primera Zamorana.

Como olían las orejas en aquel santuario debajo del principal o los bocadillos del Pepinillo cuando regresábamos del campo del Couto de presenciar el trofeo Corpus entre el Orense y el Turista nuestro fraternal enemigo.

Finalmente, como no recordar el refrescante olor de aquellas cervezas tiradas con maestría en el bar Jardín, el Pinal, y por supuesto las del Pepiño de la Guardesa después de extasiarnos con nuestro festival del Miño  en aquel perfumado Posío que tantos recuerdos y también buenos olores dejaron marcados en nuestros juveniles corazones.

No se si por el envejecimiento del sistema límbico y el hipotálamo ahora ya no nos llegan con tanta fluidez los  buenos olores... Tampoco el olor a fiestas, ya no hay vísperas, de repente se nos echan encima sin avisar, sin aquel proceso ilusionante, esperanzador, será por que de fiesta estamos todo el año y por que nos hemos vuelto menos participativos, mas pasotas y un poco antisociales. Yo que sé.

 Con mi mejor recuerdo a Manuel Rego Nieto y a todas las personas, organismos y medios de difusión que en aquellos tiempos si creyeron,  que en Ourense se podían hacer grandes fiestas y... lo hicieron.

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