Otra memoria de la ciudad

El viernes se despidieron de sus compañeros 19 agentes de la Policía Local de la ciudad. Los felices jubilados dejan tras de sí un cuerpo mermado – urgen refuerzos– y un reguero de historias de sus varias décadas de servicio.

El 31 de enero fue el último día de servicio para 19 policías locales de la ciudad, que se jubilan dejando tras de sí un cuerpo mermado –solo 90 agentes– y parte de la memoria de Ourense. Desde que los policías empezaron a trabajar, hace alrededor de 40 años, han visto los sucesivos cambios políticos, económicos y sociales de Ourense. "Cuando empecé estábamos casi en dictadura y éramos muy poquitas las mujeres en el Cuerpo", explica Manuela García, una de las tres mujeres agentes que se jubiló el pasado viernes. Otros recuerdan que vivieron el golpe de Estado de Tejero, el 23 de febrero de 1981, desde dentro de la Academia: "Estábamos preocupados por lo que podía pasar".

Desde entonces presenciaron la llegada de semáforos a la capital, de los controles de alcoholemia o los atestados de tráfico: "Na nosa promoción comezamos a facer atestados de accidentes e cos detidos, antes a Local non o facía".

Respecto al trabajo, todos tienen claro que repetirían la experiencia si volviesen a ser jóvenes, aunque muchos afirman que "no sabían" qué trabajo iban a desempeñar. "La gente a lo mejor nos conoce por las denuncias en la calle, pero en la profesión hay mucho más que eso", asegura Manuel Pérez, otro de los jubilados. Pérez, que estuvo sus últimos dos años en la recepción de la Jefatura, da cuenta de ello: "Desde aquí, sin salir, se hacen muchos servicios de pérdida de objetos, documentación... Muchas cosas que a la gente se le da una alegría".


40 años de recuerdos


Junto con la alegría de comenzar una nueva etapa en su vida, ya fuera del Cuerpo, todos se llevan en la memoria momentos difíciles de olvidar, buenos y malos. "Lo más difícil, sin duda, era llamar a los familiares cuando había un fallecido en accidente de tráfico, nadie te prepara para eso", señala Alfredo Martiñá, otro de los jubilados. "Como era motorista llegaba antes que nadie a los accidentes y veía de todo, recogí partes del cuerpo de accidentados", comenta Sánchez. "Antes caían moitos coches ao río pola ponte Novísima, acórdome dunha vez que nos chamaron pola noite e non podíamos facer nada porque non víamos", explica Pérez. "Atendí a mucha gente que se tiró al río, es algo muy común", dice Sánchez.

"Lo más satisfactorio es salvar vidas, recuerdo un incendio en el que mientras sacábamos a la señora de la casa me dijo que su nieta estaba en la habitación, fui corriendo y tuve que sacarla por la ventana, no había otra opción", añade. También hay hueco para la risa. "Acórdome unha vez que fomos para un accidente antes de que se producira", dice Pérez. "Resulta que un señor salira de Vilar de Astrés no chimpín para virse a Ourense e claro, o chimpín chega un momento que non frea, así que o señor viña fóra de si berrándolle á xente para que se apartase, unha veciña viuno e chamounos antes de que chocase. Cando chegamos a Alejandro Pedrosa xa se producira", relata el ex agente.


Necesidad de reemplazo


Los agentes se marchan con alegría, pero reclaman "más policías" para cubrir sus plazas y recuerdan con nostalgia la situación de hace 40 años: "Cuando entramos, aquí había casi 170 trabajadores, estábamos en todas partes".

Los más críticos apuntan una falta de "preocupación" y "previsión" por parte del gobierno local: "En el año 81 ya se hablaba de bajar la edad de jubilación". Además, aseguran que los ciudadanos son los más perjudicados por la carencia de efectivos. "Cada vez hacemos más cosas con menos personas, y eso está repercutiendo en la población directamente", apunta Manuel Coello, uno de los policías jubilados. Otros, como Manuel Felipe Sánchez, afirman que la escasa plantilla también pone en peligro a los propios agentes: "En la puerta del edificio solo hay una persona, ¿qué pasa si entra alguien? Hace tiempo ya arrancaron la puerta de la entrada una noche". Los mayores del Cuerpo también reivindican la importancia de la formación continua entre los agentes, tanto en disciplinas como tiro como en primeros auxilios, "es clave".

En definitiva, piden que lo que dejan atrás no sea peor que lo que se encontraron, transistores del tamaño de una maleta, uniformes "poco preparados" para su trabajo o una ciudad en la que todavía no había semáforos para regular el tráfico. "Pero no había caos, la gente estaba acostumbrada a los cruces y ya te conocían, te veían llegar y tú sabías lo que tenías que hacer", explica Sánchez. 

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