Gripe española

La pandemia de hace 100 años

Imagen de Vida Gallega, con los niños del Colegio Marista situado en la actual Subdelegación de Defensa, que acogió enfermos en 1918 (OURENSE NO TEMPO).
photo_camera Imagen de Vida Gallega, con los niños del Colegio Marista situado en la actual Subdelegación de Defensa, que acogió enfermos en 1918 (OURENSE NO TEMPO).
Se prohibieron los entierros, las fiestas, las ferias, se cerraron las escuelas, muchas de ellas de aspecto miserable, y durante ese año la noticia más destacada en La Región era la dichosa enfermedad.

En 1918, la ciudad de Ourense tenía poco más de 17.000 habitantes, y la provincia rondaba los 400 mil. La higiene era más bien escasa. En la mayoría de las villas y pueblos del rural no había alcantarillado y escaseaban los médicos. Pocos domicilios disponían de agua en el grifo, y la de las Burgas, debido a su temperatura, se convertía en la solución a la lucha contra las infecciones, ya fuera para beber o para lavar y desinfectar las ropas contaminadas. En este panorama se produce la famosa epidemia de gripe que se extendió por todo el mundo. Aunque las circunstancias son muy distintas a las actuales, la reacción de la población y las medidas tomadas por las autoridades fueron muy similares. Se prohibieron los entierros, las fiestas, las ferias, se cerraron las escuelas, muchas de ellas de aspecto miserable, y durante ese año la noticia más destacada en La Región era la dichosa enfermedad.

Por ejemplo, el corresponsal del periódico en Valdeorras hablaba de “consternación” en la zona “invadida por la enfermedad y sin medicamentos”. El de Verea informaba de pueblos con todos los vecinos afectados, el maíz pudriéndose en el campo y el ganado muriendo por falta de cuidados. En Xunqueira de Ambía pasaban de 200 los griposos. En Vilar de Santos la señora viuda de Reigada y el párroco se afanaban en ayudar a los 260 afectados. En Ribadavia, especialmente castigada por la “peste”, se celebraban funerales institucionales por todos los muertos. Hubo familias diezmadas y sin sobrevivientes. En el municipio de La Mezquita murieron 90 vecinos en cuatro meses del año 18. 

El obispo suprimió la procesión de San Roque, que se celebraba en el interior de la Catedral con orquesta y villancicos. En su lugar se celebraron rogativas en las naves del Rosario para acabar con la gripe. Los médicos y los curas eran los más castigados por su afán en ayudar a los vecinos. Por todas partes se instalaban hospitalillos, más bien miserables, en los que ingresar a los enfermos sin  familia ni posibles. En la ciudad, el  edificio hoy propiedad del Ejército, entonces Colegio Marista de la calle del Paseo, acogió a cientos de enfermos. Las campanas de las iglesias dejaron de tocar a muerto para evitar alarmar con su sonido constante. La Región publicaba todos los días largas listas de fallecidos en la provincia intercaladas con las quejas de los alcaldes y los párrocos rurales lamentando la falta de higiene y la escasez de medicinas y atención. También se hacían públicos los nombres de los que contribuían a ayudar a sus vecinos, aunque, al contrario que en la actualidad, no aparecía la palabra héroe por ningún lado. Se les consideraba personas caritativas y buenas. Como hoy, circulaban bulos, falsos remedios y consejos  más o menos caseros. 

Te puede interesar