DEAMBULANDO

Paseo entre amigos, y lectura de algunos

Hallándome en expendeduría de pan, inesperado encuentro con Abel Fraga, laboral colega, que me señala con esa su potente voz, como si de escritor sui generis ante una audiencia estupefacta (menos mal que de solo dos empleadas y un comprador) en panadería a la que acudo con cierta regularidad porque la variedad de panes aprecio, por esa afición paterna, de la que gran parte de la familia como herederos forzosos, complacidos. Un tanto abrumado por el elogio casi acelero y favorezco la rápida salida del establecimiento no sea que me ruborice por las loas del amigo. Y en éstas, rúa abajo, Fraga me muestra ínfima parte de las casi mil fotos antiguas que de la ciudad tiene, de lo que de modo prolífico plasma a diario para esos miles de seguidores que lo leen en esa plataforma social Facebook, de la que sé y sigo sin ligarme. 

Estando en la contemplación en pantalla de esas fotos, aparece Carlos Villarino, otro colega, que no perdona urbano paseo en la soledad de ir a donde le dé la gana, sin dar ni que le den palique, salvo esos encuentros de lunes con Parras, que por maestro lo tuvo en su etapa laboral, y ante el que mucho cede en sus rutinarios hábitos por amistad de unas cuantas décadas. Decimos, o mejor, nos dice adiós Villarino porque él fidelísimo seguidor del dicho filosófico de La Brüyere, de esta frase que acaso no conozca: “Uno debe desaparecer en el momento que precede a aquel en el cual él estaría de más en alguna parte”. 

O sea que no debe uno salir o apartarse en el momento justo, si no un momento antes..y eso lo hace él de continuo. Sigo con Fraga con tres hijos en la diáspora de los que una en Denver, Colorado, USA, esa ciudad evocada por Jack Kerouac, de la Beat Generation,  en su famoso libro “On the Road” (En la Carretera) en su viaje de este a oeste de Norteamérica, en parte por la famosa Ruta-66, un icono en su época y de la que el italiano, Cesare Fiumi, décadas después, como homenaje a su predecesor, repite los lugares ad pedem literae  en otro libro: “Otra vez en la carretera “ Hablamos de las Montañas Rocosas y del trabajo de su hija. Salud para el amigo que se cree más transitando por la rúa Capitán Cortés (el famoso guardia Civil del Santuario no se Rinde) que por Celso Emilio Ferreiro, de la Longa Noite de Pedra, o si estuviésemos en Concordia diría que por Capitán Eloy, el primer ourensano caído del bando sublevado en el 36, o en las Caldas del Puente, por General Mola (el ideólogo de la Rebelión militar, redactor del programa de exterminio de los que no pensasen como ellos). En fin, cada cual con su idea que la mía alejada de esos golpistas, y aunque distante en ideario, la amistad por encima, porque además me consta y demuestra el afecto que me tiene.

Leo con placer a Carlos Risco, al que de coña como con sus hermanos, no dejo de repetir que más sonoro y de raigambre su segundo apellido Ulloa, pero que ellos más consideran el primero, que rememora Carlos incluso con una placa con fondo azul: Rúa Vicente Risco, en recuerdo de su tio abuelo, adosada a fachada de su aldeana casa de Moredo, cercana al castro de Armea, da Virxe da Pedra y de Augas Saintes, una opción de la vitae rusticae que ya probó  en caravana anclada en el campo castellano cuando en Madrid colaboraba en los dominicales  de ”El País”. Nos deleita Carlos, un polifacético navegando entre la música, las letras y el pedal, con esas dominicales crónicas, pura poesía en prosa, bajo el subtítulo de” Objetos a los que acompaño”.

Como lector también de esos artículos sobre plantas que el botánico que firma como Francisco de Asís, al que llamamos, familiarmente, monseñor que además lo es por la dignidad que le confiere el formar parte de ese circulo íntimo de asesores o familiares del papa Francisco, alternando estancias en Roma con la de sus paternos lares en Caldas de Reis. Árboles, arbustos, plantas desfilan semanalmente por la pluma de Francisco al que podrías hallar misando en una roca de nuestras montañas a la menor oportunidad, para lo que de ordinario porta en su mochila la patena, el cáliz y el sacro ropaje talar blanco y estola, que solemnidad a la ceremonia da.  Él halla que la Naturaleza el mejor de los templos donde el rito alcanza otra cota.

Cuando dentro un funeral, de  charla a las puertas de templo, en cuyos pórticos se nos pudiese encontrar más que dentro de sus umbrales, evoco con Mariano tantas vivencias con parientes que nos unen; casado, este casi vecino con el que trabo fluida conversación, con  una hija de esos vecinos panaderos que fueron Paco y Remedios, herederos de Elisa, que limítrofes a la finca nos surtían por sacos de sus riquísimos panes que recogíamos en la misma panadería cada mañana o nos los llevaban sus hijos Paco y Luís antes de la hora nona para un multitudinario desayuno de más de docena de hermanos, padres, y dos asistentas para antes del comienzo de las matinales y caseras aulas que nos impartía primero nuestro propio padre, auxiliado por don Leopoldo, maestro de Parada y vecino, y por un largo tiempo por ese fénix de los ingenios que fue Antonio González Borrajo, Tony, imborrable maestro del que aprendimos eso de plasmar en libretas gran parte de las asignaturas dibujando mapas, animales, flores, árboles, en una posguerra carente de libros de texto y de solo lápiz, y cuando más, de pluma de mojar en tintero para los más cuidadosos. 

Fue como algo indeleble, obra de ese eximio, que siempre nos evoca a un Leonardo da Vinci, espectacular trasmisor del saber, que tal otro hallarse no podría, pienso, capaz de cualquier invención, creador de aeromodelos, de juegos, de ingenios hidráulicos, maquetista, habilísimo, más que artesano desde su carpintería donde hacía realidad lo aprendido en los inventivos dibujos de la revista norteamericana ”Popular Mechanics”, que mensualmente recibía de aquel país donde había nacido.

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