deambulando

Un paseo por el vecino Portugal

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photo_camera La pétrea escalinata desde el rio Vez a la aldea de Sistelo, que precisa de algún reposo.
Las laderas norteñas de la serra da Peneda, del PN Peneda-Gerês, caen hacia el valle del Miño en su último tramo cerca de la desembocadura. En estas faldas, concretamente sobre el río Vez, los lugareños han tenido que cultivar su huerta, pastos y maizales en aterrazamientos o sucalcos que resultan de cierta espectacularidad no por su grandeza al modo de los arrozales asiáticos sino por el paraje y su proporcionado trabajo de nivelación de tierra, que los habitantes de Sistelo y Padrâo han construido a lo largo de los siglos para aprovechar la pendiente.

Unas cuantas rutas parten de Sistelo; recientemente han abierto la del río Vez que va hasta la capital, Arcos de Valdevez, donde el río desemboca un poco más adelante en el Lima, cerca de Ponte da Barca. Pero la ruta que nos ocupa es la que asciende por entre los sucalcos de este que ahora dan en llamar pequeño Tíbet, de forma errada porque en la meseta tibetana a 5.000 metros de altitud, difícil se dé el arroz. Estos aterrazamientos, apropiados para el cultivo del arroz del intertropical sudeste asiático, que gran reclamo turístico, los tenemos aquí mismo a pequeña escala. De las varias rutas se elige esta porque del par de ocasiones que por allí rodé me parece la más vistosa. También podría hacerse una larga travesía al santuario de A Peneda, distante a más de treintena de kilómetros o a Arcos de Valdevez, por una variadísima ecovía a la vera del río Vez, a otros tantos kilómetros, pero esta circular que se propone da para mucho. Incluso para bregarse un tanto por aquellos desniveles. El lugar está considerado como uno de los interesantes y únicos del país, frecuentado por los miñotos arraianos, sobre todo.


Sistelo-Padrao


Entre el palacete, que no castillo, del vizconde de Sistelo y la iglesia o el puente románico y la empinada escalera pétrea amurada ya dan para una visita al lugar. El caserón inacabado, sueño revivalista con dos torres almenadas del siglo XIX lo levantó un brasileiro del lugar de los que hizo fortuna en ultramar y que, acaso por méritos, recibiría el título de vizconde, del que gala hizo con este palacete que no pocos llaman Castelo de Sistelo, que de abandonado y casi arruinado por muchos años, ahora restaurado, que más que por sus escasos méritos arquitectónicos llama la atención por sus dos torres cuadrangulares y lo insólito de un edificio así en un paraje aldeano.

Desde este restaurado núcleo aldeano parte por la margen izquierda del río Vez un vial empedrado, que transita entre fincas amuradas hasta que pasando la carretera se mete en la ladera y discurriendo por entre bancales nos permite percibir el trabajo de aquellas gentes para aterrazar estos terraplenes que fueron haciendo en su día, dedicados al maíz, a la huerta, al pastoreo, pero que hoy casi yermos, pero que por verdes no restan espectacularidad, cuando como en poco más de media hora transcurrida llegamos a las primeras casas de Padrâo, sus hórreos o espigueiros donde almacenaban las mazorcas de maíz, una pétrea fuente en la cima de la aldea y una carretera, que partiendo de Sistelo y pasando por Portacova te lleva, por encima del santuario de A Peneda, a Lamas de Mouro. Pero nosotros continuamos por empinadísimo camino enlosado en parte y de adoquines en otra hasta hallarnos donde asentadas varias cuadras para albergar al vacuno pastante en las faldas del monte.


Por el crestón hasta terminar en Sistela


Si continuamos hacia el sur iríamos por la senda que lleva al santuario de A Peneda, pero viraremos a derecha. Por planicie herbosa pasaremos por vaquería e iremos hacia donde un pinar por entre el que transitaremos, con un abetal en su salida. A veces es imperceptible el sendero, pero la orientación fácil al discurrir por la cimera parte por tener a la vista Sistelo. La panorámica a izquierda de un desfiladero donde se deja oir un afluente del río Vez añade un plus al porqué de esta circular que en su parte final discurre entre el bosque desde donde fácil distinguir el aldeamiento principio y final de este recorrido de apenas una docena de kilómetros, pero agradecido por las vistas y los senderos por donde va.

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