Ourense no tempo

El Paseo que vivieron nuestros abuelos

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photo_camera Fondo Guedes de Castro. Fotógrafo: Augusto Pacheco (1979).
Madrid, Moderno, París, La Marquesina fueron de los primeros

Hace unos días os hablaba de los edificios y esta vez os daré unas pinceladas de como se vivía en el Paseo, esta calle que aún hoy en día es el centro de la ciudad, a pesar de los intentos de otras vecinas (Santo Domingo), y de centros comerciales artificiales tan de moda actualmente.

Parece ser que a la sociedad ourensana, le resulto fácil reemplazar los paseos por el espolón de la Plaza Mayor y la calle del Instituto (Lamas Carvajal), por los recorridos en las llanuras de la larga y cómoda calle del Paseo.img_7011_programa_de_fiestas_1936_el_paseo_resultado

Sin punto de comparación, el viejo recorrido no ofrecía descanso, la estrechez de la calle del Instituto no dejaba lugar a que el Café Méndez Núñez tuviera terraza en la calle y limitaba su presencia a las vistas desde sus ventanas, demasiado ocultas para considerarse de buen tono (no lo he ubicado con exactitud, pero creo que en el edificio Singer; hay quien me dice que en la casa de los marqueses  de Altagracia, hoy Javier Domínguez, pero...).

 La otra opción, desde luego dulce pero de poco aforo, la ofrecía la pastelería de los Brasa (Camisería Prieto, local hoy vacío), ya en la entrada de la plaza, junto con los salones de las sociedades Casino de Caballeros y Liceo. Y lo que nadie discute es que la frialdad de la bancada del espolón no era lo más apropiado para observar el paseo de las jóvenes ourensanas. Ese paseo con la ansiada continuación hasta el Posío por Colón, en verano, era la sana distracción de nuestra sociedad. 

Con ese panorama, la apertura del Paseo contó desde un principio con todos los parabienes, y la visión comercial de los emprendedores rápidamente fructificó en la apertura de locales elegantes, donde las damas podían tomar su infusión o un refresco, mientras con discreción vigilaban a sus hijas... ¡eh! no, perdón, quería decir “esperaban” a sus hijas, mientras daban vueltas a la calle. Ida por una acera, vuelta por la otra, mientras “otros” jóvenes iban en sentido contrario, buscando el accidental encuentro con parada  y conversación si había confianza, si no, saludo y miradas furtivas esperando respuesta.

Madrid, Moderno, París, La Marquesina fueron de los primeros, y vieron nacer a los que más fama alcanzaron: La Bilbaína, El Miño y la aún hoy recordada Sala Auria. El listón estaba muy alto, y la competencia era muy dura, seleccionando a los mejores, y estos en los últimos años fueron El Cortijo, y… hum, acordarme de ella se hace duro, pero tendremos que resignarnos, sí, me refiero a La Ibense (permitidme aquí , un recuerdo al "soft de nata" del Cortijo, y al turrón, fresa, chocolate, tuti fruti, mantecado, friflán de La Ibense).

Algo de empuje también aportó la instalación del Club Orensano (después conocido por Club de Tenis), que estuvo situado en el edificio que recordamos de Celestino; la cafetería del Moderno en el bajo y los salones sociales en el primero. 

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Cualquier Domingo (Fondo Salgado López, años 60).

Indudablemente, los cafés y terrazas fueron una de las causas del auge de la calle, pero no fueron la única; pocos recordarán que la esquina del Paseo con Alejandro Outeiriño fue el centro de espectáculos en otros tiempos: cine Barbagelatta (de Eduardo Barbagelatta Mucci), Palacio Luminoso, cine Pinacho (de Isidro Pinacho), Salón de Variedades y, finalmente, Salón Apolo se ocuparon de la diversión y la magia (en todos los sentidos), de los ourensanos. El relevo lo recogió el Teatro Losada, y hoy con el cambio de hábitos la calle se ha quedado huérfana;  bueno vamos a pensar que se está reubicando.

Aunque me queda poco espacio, me apetece recordar que en esa milla de oro ourensana tuvieron cabida negocios con tan poco glamour como una exposición de tractores, Marcial Vázquez Crespo; otra de vehículos, Barreiros Diesel, después Simca y Chrysler; un taller eléctrico, Hermanos Fraga; tienda de electrodomésticos, Empresas Reunidas; una barbería; al menos dos tiendas de ultramarinos, aunque estas con el tiempo se reconvirtieron en casi delicatessen, adaptándose a la calle.

Otro día continuaremos hablando de la calle, que aún nos falta recordar los centros de moda, desde Au Bon Marché, de don Celso Ferro, hasta la camisería Aser, pasando por Layton, Peñamor... Demasiados nombres y muchos más recuerdos, tal vez en lugar de un artículo o dos como pensaba habrá que buscar otra opción para dar cabida a todo lo que en esa calle “vivió”.

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