DEAMBULANDO

Pedaleando entre el campo y la picaresca

Explosión primaveral en la Serra da Esculqueira.
photo_camera Explosión primaveral en la Serra da Esculqueira.

Huellas de corzo, y de jabalí, más por las hocicadas que cual arado destroza cultivos y praderías a la búsqueda de raíces o cuando más de su postre favorito, las lombrices de tierra, hacen que en una salida en montañera bici por los llamados Castros de Trelle, que se reparten varios municipios, me haga tomar ciertas precauciones de bajada cuando veo como un par de bikers me rebasan a todo pistón con esa ligereza que la juventud infunde.

Antes de pedalear por el medio me distraigo en medio de la floresta con el incesante trino de los pájaros aun en celo, las picadas de los mirlos haciendo agujerillos en el césped a la búsqueda de lombrices, porque aun aplicados a la crianza; la búsqueda de alimento de dos palomas torcaces o pombos un tanto asustadizas, que hasta hace poco solo me dejaban ver su vuelo, y que ahora más orondas de tanta hartura de insectos y semillas, un tanto torpes; la de otras dos palomas turcas, esas pálidas, menos espantadizas. Las urracas o pegas como de vuelo ondulante, también andan de crianza y los gorriones antaño plaga, mientras los estorninos aun no atraídas sus bandadas porque aun no madurados los frutos. En medio de esta avifauna unos cuantos mirlos picoteados a muerte y no desplumados ni arrancadas sus carnes aparecen como víctimas acaso de una competencia entre ellos y nunca de canibalismo; entre tanto un gato, apetente de pajarillos, merodea emboscado y presto a echarse sobre una víctima a la que devorará este matador de unos  ratones que nunca devorará. Los abundantes topos dejarán huella en la superficie de la sobrante tierra de su minería.

El Lazarillo 

Me lío en mis lecturas, casi de un tirón, con un resumen de las andanzas del Lazarillo de Tormes,  de autor anónimo, nacido en las proximidades de ese rio asociado a Salamanca; de ahí que tomase el sobrenombre, el cual de tantos amos a los que sirvió de nadie tanto aprendió como de su primero, el ciego, según él confiesa, al que dejaría tirado por la mala vida que le daba, coscorrones y algunas palos y muchas hambres; con su segundo amo, un clérigo de tan avaro que tuvo que inventarse la trapacería de robarle las migas de un pan guardado en arca con más de una llave, perforándola al modo ratonil y raspando los panes para parecer que los ratones comieran parte de él,  pero, descubierto, se fue a servir a escudero, que ni para él unos mendrugos de pan, que a veces le procuraba el lazarillo en sus mendicidades por Toledo; desahuciado el paupérrimo amo, de casa y cama, que las dos en alquiler, serviría a pregonero, por  poco tiempo, y a buldero o vendedor de bulas, que para comerciar con ellas vendiéndolas a devotos habíase de inventar con falso alguacil que le perseguía, acosaba y acusaba de mentir, pero que en estos lances simulaba un ataque como de poseído por el diablo lo que la clientela estimaba señal divina vendiendo así más bulas que quisiese. Por estas trapacerías entre falso alguacil y buldero abandonó a este amo y se fue al servicio de otro clérigo el cual casole con una de sus criadas con la que ayuntamiento carnal, pero de tan acomodado nuestro Lázaro, no le importarían los rumores que pospondría en aras de una fortuna hallada. Un prodigio de aventuras que van desde el robo de un chorizo al ciego que metería las narices en la garganta del Lazarillo haciéndole vomitar la longaniza, o el episodio de las uvas que él comía de tres en tres cuando convenido que de una en una, siendo también descubierto el pícaro por el ciego que comía de dos en dos y Lázaro nada decía. Así que, por tantos sinsabores, muchas hambres y malos tratos, Lázaro decidió abandonarlo no sin hacerlo saltar para salvar una corriente de agua, estrellándose contra un poste trampa en este plan, diciendo el pícaro:  Si olisteis el chorizo ¿cómo no olisteis el poste?

Estas lecturas, abandonadas hoy aun entre eruditos, resultan amenas y enriquecedoras.

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