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La periferia gana atractivo para vivir frente a un centro menguante

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photo_camera El casco viejo de la ciudad sufre desde hace años un continuo envejecimiento de la media de edad de sus vecinos.
Las pocas zonas que disfrutan de vivienda nueva notan un incremento de población frente al desgaste de la "milla de oro"

El atasco de la vivienda nueva en la ciudad bloquea el desarrollo urbanístico, cuya expansión hacia la periferia, iniciada en el tramo final del siglo pasado y principios del siglo XXI, continúa sumando residentes en el extrarradio. Los ourensanos escapan de zonas céntricas, que menguan en población y cuentan con edificaciones mucho más antiguas, incapaces de ofrecer servicios centralizados, aparcamiento o tranquilidad, para ocupar los arrabales, que ganan habitantes poco a poco, con construcciones más modernas, principalmente de antes de la crisis económica.

El centro de la urbe sigue perdiendo habitantes, mientras que barrios tradicionales como A Ponte y O Couto se mantienen en mismos números o logran crecer gracias a urbanizaciones en sus zonas más extremas, como el entorno de la avenida de Santiago –donde se han sumado 1.489 habitantes en el tramo entre río Xares y río Cobas– o la rotonda de Ervedelo, con nuevas construcciones.

Son crecimientos puntuales, eso sí, que permiten contener una sangría demográfica que pasa factura a una ciudad que llegó a su máximo de 110.000 habitantes al principio de siglo, y que actualmente cuenta con tan solo 105.600.

A falta de plan de urbanismo y de nueva vivienda, zonas más periféricas, como Covadonga –con dos nuevas promociones de vivienda pública, que le permiten, de momento, mantener población–, Barrocás y Penarredonda, y ahora O Polvorín y A Farixa, con un nuevo edificio de estreno, en el primer caso, y otro más reciente en el entorno de Papón, se perfilan como nuevos captadores.

Son, precisamente, las zonas de de rentas más bajas las que capitalizaron estas últimas urbanizaciones, lo que puede contribuir, además, a ir cortando la brecha de la desigualdad. "La gente que venía de los pueblos o la emigración de los es la que ha ido entrando en esas zonas, mientras que en el centro la gente que se crio ha ido marchándose. No hay vivienda nueva, solo rehabilitaciones", explica el presidente de la Federación Gallega de Empresas Inmobiliarias, Benito Iglesias.


Por zonas


El centro de la ciudad ha perdido más de 200 habitantes desde principios de siglo, pasando de 7.011 residentes en el año 2012 a los 6.741 actuales, atendiendo a las secciones censales del Instituto Galego de Estatística de las calles más céntricas.

Se produce el efecto inverso que en las zonas más periféricas, por el crecimiento hacia el exterior de la, pese a una parálisis que preocupa a constructores y a las inmobiliarias, empujada por la carencia de un plan de urbanismo acorde a los tiempos

"Prácticamente no se ven grúas, en el centro hay rehabilitación solamente. ¿Cómo va haber obra nueva con la cantidad de vivienda de segunda mano vacía en venta?", señala un agente inmobiliario.

La última expansión hacia Barrocás, zona sureste , deja en Penarredonda 317 habitantes más en siete años; y en la parte alta, hasta 230. También en la parte oriental se produjo un crecimiento en Cruz Alta, donde aumentaron en más de 200.

El crecimiento también se registra hacia el sur, en torno a A Farixa, donde la construcción de un bloque en la Xoán Manuel Pintos ha permitido sumar 100 habitantes en un lustro. Otra zona de expansión se ha dado en el oeste de O Couto, hacia Vista Hermosa, donde los bloques nuevos permitieron gamedio centenar de vecinos desde 2012.

Otro eje clave es el tramo de A Cuña más cercano a Seixalbo, con una zona nueva donde antes había chabolas, y que permitido generar un incremento de 71 residentes. 


El continuo envejecimiento del corazón de la ciudad


Las nuevas zonas son incapaces de detener la caída en el padrón de habitantes. Solo desde 2012, la ciudad sufrió una pérdida de  más de 2.000 personas, aunque la cosa va por barrios. En  2018, había en la ciudad 105.505 vecinos, frente a los 107.597 de siete años atrás. 

El centro y el Casco Vello cuentan con proyectos de rehabilitación de edificios, en muchos casos para  apartamentos turísticos, como en Ervedelo o As Burgas, pero, de momento, se muestran incapaces de ofrecer inmuebles nuevos. "Los que han sido rehabilitados tienen unos precios altos, no digo que no lo valgan, pero cuesta que la gente pueda hacer frente a esas inversiones", apunta Iglesias. 

El historiador José Somoza, que fue edil del Concello, realizó un estudio sobre el crecimiento urbanístico de Ourense, y ya apuntaba a principios de siglo al "envejecimiento progresivo" desde el Casco Histórico hacia los sectores urbanos, y ponía sobre la mesa que el crecimiento futuro se centraría "en los límites de la ciudad, en los sectores periurbanos", algo que sucede, aunque de forma tímida por el parón de la obra nueva. 

Analizando la pirámide de población, queda patente el elevado envejecimiento de la zona centro, que muestra falta de relevo generacional. Las áreas más periféricas tienen el índice de vejez más bajo: 52,2 (personas mayores de 65 años por cada 100 menores de 15) en Barrocás; 67,1 en los nuevos edificios del entorno de la Avenida de Santiago;  85,1 en la zona  nueva deA Cuña; o 96 en A Farixa/Papón. Esos datos contrastan con  el distrito centro, donde se supera el índice 200 en las principales calles, es decir, que los mayores doblan en número a los jóvenes. 

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