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Los pisos de prostitución duplican a los clubes activos en la provincia

Las fuerzas de seguridad vigilan 64 casas de citas en Ourense, frente a los 29 locales de alterne que abren sus puertas a diario

Los continuos controles policiales en los clubes de alterne, sobre todo los de los agentes de las Brigada Provincial de Extranjería y Fronteras de Comisaría de Ourense para combatir las  mafias que  trafican con seres humanos y la inmigración ilegal, han cambiado el mapa de la prostitución femenina en la provincia. Cada vez son más las prostitutas que optan por ofrecer sus servicios sexuales a los clientes en pisos particulares en detrimento de los clubes, que proliferaron en la década de los noventa en márgenes de las carreteras que surcan la provincia.

En la actualidad, 29 clubes abren a diario sus puertas, con una media de entre tres y cuatro mujeres. A principios del siglo, según los datos que manejan los agentes,  la media era de entre 10 y 15 prostitutas en cada negocio.

 Tras la reducción están las casas de citas. Las fuerzas de seguridad tienen contabilizadas hasta 64, de las que 20 están en la ciudad, a las que acuden diariamente entre cuatro y cinco mujeres (algunas residen en la propia vivienda) a ofrecer servicios sexuales a cambio de dinero.

Los precios son variados, dependiendo de lo que busque el cliente. "50 euros por media hora. Si estamos una hora son 100 euros", ponía como tarifa una joven con acento brasileño en un piso de la calle Doctor Fleming de la ciudad.

Las casas de citas no tienen lunes de neón como los clubes para atraer a los clientes. Ni tienen un cartel en la puerta. Todas ellas se publicitan a través de las distintas aplicaciones de telefonía móvil y en las páginas de anuncios en internet para captar clientela, que en el caso de algunas mujeres son fijos: Quedan con su teléfono y las llaman cuando tienen necesidad de sexo.


Mafias y sin papeles


El incremento de la prostitución en pisos particulares encendió la alarma en las fuerzas de seguridad, sobre todo en la Brigada Provincia de Extranjería de la Policía Nacional, al no poder realizar controles por sorpresa como venían haciendo en los clubes y bares. Para entrar en una vivienda, ante la sospecha de que hay prostitutas ilegales, precisan un mandamiento judicial, lo que puede retrasar la inspección.

Las asociaciones Cáritas y Faraxa (esta última trabaja para la abolición de la prostitución) atienden a prostitutas que están dispuestas a dejar la profesión. En ambos colectivos también son conscientes  del  aumento de las casas de citas en los últimos años. Lo achacan, por un lado a que muchas inmigrantes irregulares se ven abocadas, ante la falta de recursos para subsistir, a prestar servicios sexuales y, por otro, a una recomendación de las mafias que tratan con seres humanos, que de esta forma intenta burlar a los controles policiales. 


Los clubes atraen clientes con fiestas e instalando juegos de azar 


La N-532 (Verín-frontera lusa) es la que más clubes concentra de la provincia, cinco  en apenas un kilómetro. En ellos trabajan, según fuentes policiales, una media de entre tres y cuatro mujeres. Registran una notable afluencia de clientes, sobre todo del país vecino, donde están prohibidos  este tipo de negocio. Uno de ellos amplió las instalaciones para que los clientes, mientras esperan, apuesten a juegos  de azar. Tráfico establece controles a diario al detectar que muchos de los clientes lusos dejan el coche en la frontera y vienen caminando por el arcén hasta el club, con el consiguiente riesgo de atropello. Lo hace para eludir los controles.


Controles sobre las ofertas en el consumo de copas con alcohol


Las fuerzas de seguridad no pierden de vista ninguna de las casas de citas. La Policía Nacional entró en 2018 en dos de la ciudad, una situada en la calle Ervedelo, tras un altercado con un cliente, y otra en la calle Clara Campoamor, donde incoaron un expediente a una trabajadora.

Los agentes descubrieron un nuevo problema: el consumo de copas de alcohol, cuyas ganancias no se declaran en los pisos. Esta cuestión es perseguida por la Policía Autonómica en los clubes, a lo que expedienta por hacer ofertas en las copas, argumentando que incitan al consumo de alcohol. 


El barrio chino, un "punto negro" en el centro de la ciudad


La prostitución continúa ejerciéndose a diario en las calle Pelayo y Cervantes, en el centro del casco viejo de la ciudad, aunque la afluencia de clientes es prácticamente residual. Los dueños de los cuatro locales que abren a diario las puertas (a mediados del siglo pasado había medio centenar de bares) se niegan a cerrar. Entre ellos está el conocido como Acuarios, en la calle Cervantes, que en los últimos dos meses fue objeto de múltiples inspecciones, tras las que el Concello optó por precintar todo el inmueble ante el riesgo que ofrece de derrumbe. Las paredes del edificio serán aprovechadas para construir viviendas dentro del programa de rehabilitación del casco histórico.

Con el precinto se sopesó la idea de que la dueña del local colgaría el cartel de cerrado, pero no fue así, aprovechó la concesión -es uno de los más antiguos de todos los que hubo en la zona- y retomó la actividad en el local del edificio colindante. "Hizo una reforma y el local está mucho mejor que antes", aseguró uno de los clientes.

Por las dos calles se pasean a diario, sobre todo a media mañana y por la noche, mujeres ofreciendo servicios sexuales. "Vengo aquí desde hace muchos años para ganar algo de dinero. Tengo una familia que sacar adelante", asegura una de las prostitutas, puntualizando que no hace daño a nadie. Las dos calles también son aprovechadas por personas que tienen problemas de alcohol y drogas para buscar dinero, algo que tiene molestos a los comerciantes al considerar restan credibilidad a la zona.

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