En los cinco grupos Raya de las unidades de intervención policial (UIP) gallegas desplegadas en Cataluña para proteger edificios del Estado e infraestructuras críticas hay agentes ourensanos que vivieron en primera persona los graves disturbios que culminaron con dos compañeros gravemente heridos en las calles de Barcelona -operación Ícaro-. Para casi todos ellos, estas dos últimas semanas han sido las peores de sus carreras profesionales "por la violencia extrema mantenida en los días", pese a su bagaje de algaradas, revueltas de orden público y olor a neumático quemado.
En Via Laietana estuvo el policía que habla para La Región desde la base de Salou, "donde estamos, esta vez, muy bien alojados", con la condición de que no se le identifique. Lleva viajando periódicamente desde hace años a Cataluña para realizar servicios de seguridad pública en esa comunidad autónoma. Ahora, le tocó con motivo de la sentencia del "procés", pero siempre bajo la premisa de que las unidades de intervención no gustan "porque nos identifican con la parte represiva de la policía".
Mientras que en Salou la ciudadanía les acepta de buen grado, la hostilidad es más palpable en Barcelona. "Recibimos todo tipo de insultos por la calle, nos tiran piedras a la furgoneta pero hay también gente que nos hace llegar que nos necesita porque reconoce que tiene miedo", explica. Pero, tal como está diseñado el dispositivo de seguridad, las UIP solo pueden intervenir cuando los Mossos de Escuadra están desbordados, algo que se ha visto estos últimos 10 días.
La convivencia con ese cuerpo de seguridad es correcta. "No es cierto eso de que no hay buena sintonía con nosotros porque nos necesitamos en torno a un núcleo duro de fuerza, aunque ellos sí están más divididos por el tema del independentismo", asegura.
Este funcionario no duda en poner calificativos a la situación que viven a diario: "Es crítica, complicada". La noche del 18 al 19 fue la peor, con dos compañeros gallegos gravemente heridos, desde que está allí sin olvidar los incidentes en el aeropuerto. Relata que vio aterrizar a extranjeros que llegaban de vacaciones pero al ver la situación no dudaron en cambiar de terminal y comprar otro billete de regreso. "Retornaban por miedo", valora.
La fatídica madrugada del viernes fue una especie de desenlace final. "Fueron cinco días de disturbios muy graves en los que nuestro grupo participó en tres", relata. A su juicio, los grupos de reserva deberían haberse movilizado porque las circunstancias requerían un gran núcleo de fuerza. "Esto no es un territorio normal de intervención, es zona non grata, y todos los pasos que se dan se miran con lupa", aclara. Al no disponer de las competencias plenas en seguridad, la actuación de los Raya se limita a brindar apoyo a los Mossos , "que están más fiscalizados y son más comedidos", cuando se ven desbordados. Reconoce que al no estar ellos en primera línea "no se hacen las cosas como nos gustaría". Por ejemplo, a la hora de requisar objetos considerados peligrosos en las concentraciones.
Asegura que este servicio no le provoca miedo, "pero sí mucho respeto, porque esas personas actúan con una violencia extrema, se trata de una masa hostil perfectamente organizada". En los altercados callejeros , los participantes -añade- "tienen facilidades para hacer barricadas, para aprovisionarse de los utensilios que nos arrojan con tirachinas -bolas de acero, canicas, pelotas de golf, adoquines de las acera, botellas, cabezas de martillos,motosierras y hasta bombas de palenque-". Según enfatiza, "es gente curtida en guerrilla urbana" con incluso participantes de otras nacionalidades y que no actúan por ideología política. "No tiene nada que ver con el "procés", es gente que aprovecha la mínima para montarla porque le gusta la revuelta", dice.
Este policía, bregado desde hace años en las hostilidades que afrontan las unidades de intervención, tiene claro que lo acontecido estos días en Cataluña es lo peor que le ha tocado vivir en toda su carrera. "Y no lo digo yo, lo dicen compañeros muy veteranos como los de Valladolid".