VARIACIONES CELA

El primer Camilo José Cela, el periodismo y la pintura

Su vocación de pintor se plasma en dos exposiciones: la que realiza en la Galería Clan de Madrid en diciembre del 47 y la que monta en el otoño del 50 en la sala Lino Pérez de A Coruña

Desde sus primeros pasos como periodista (la inscripción en el Registro Oficial de Periodistas, que controlaba su protector Juan Aparicio, la obtuvo el 27 de mayo de 1943) colaborando en la red de diarios del Movimiento Nacional, pero también en papeles periódicos mínimamente alternativos, Cela dedicó una atención principal a la pintura. Nada raro si se sabe que su discurso de ingreso en la RAE (1957) versó sobre «La obra literaria del pintor Solana» o si se repasa la trayectoria de la revista mensual Papeles de Son Armadans (1956-1979) para comprobar las colaboraciones de Picasso, Miró, Tàpies, el grupo El Paso y un largo etcétera, que nutrían aquella publicación. Tampoco le puede resultar sorprendente al visitante de la Fundación Pública Galega CJC (Iria Flavia), quien puede contemplar cuadros de Lorca, Alberti, Eduardo Vicente, Benjamín Palencia, Josep Guinovart o Rafael Zabaleta, junto con los de los citados y un amplio abanico de pintores.

Durante los años en que se valió del carnet de periodista hasta que se le retiró por Educación Popular el 31 de diciembre de 1952, Cela atendió en numerosas ocasiones a los pintores y a la pintura contemporánea. Quizás en esos primeros compases el texto más interesante es el que publicó en Arriba (3-VIII-1945, “El alma de Madrid en 34 acuarelas”, que consituye además una prueba de la ideación de “La colmena”, que ya tenía avanzada: “El Madrid de nuestros días, que busca el novelista que escriba su novela, ha encontrado el pintor que la supo retratar”. Juan Esplandíu, el pintor de las 38 acuarelas, con posterioridad, en1966, ilustró el libro “Madrid” de CJC. 

Precisamente un capítulo de la historia editorial de “La colmena” es determinante para que el escritor acentúe su relación con la pintura, como pintor y como crítico en los periódicos. El 7 de enero de 1946 Cela presentó el manuscrito de su obra maestra a la censura: Leopoldo Panero –censor civil- dictaminó unas tachaduras menores y retirar algunas escenas de alta sexualidad, pero el censor eclesiástico, el padre Andrés de Lucas Casla, destrozó el texto de la novela, que se prohibió. La empresa literaria y comercial que el editor barcelonés Carlos F. Maristany y Cela tenían entre manos se viene abajo: “La colmena”, prohibida y la trilogía “Caminos inciertos”, varada. 

El joven escritor se enfrenta a una mayúscula incertidumbre y reacciona en varios frentes: recupera la tradición de los escritores del 98 de los libros de viajes (a la luz de las teorías de Ortega y Gasset y de sus lecturas de Josep Pla), que cristalizan en el viaje a la Alcarria a finales de la primavera del 46 (editado en 1948); fragua, al aire de Ortega y Valle-Inclán, los apuntes carpetovetónicos, cuyo primer volumen se publicará en el 49, “El Gallego y su cuadrilla y otros apuntes carpetovetónicos”; se inicia en los caminos del cine con voluntad de ser actor; y tienta con decisión la creación pictórica, mientras reafirma su alerta a la pintura del día desde sus quehaceres periodísticos.

Su vocación de pintor se plasma en dos exposiciones: la que realiza en la Galería Clan de Madrid en diciembre del 47 y la que monta en el otoño del 50 en la sala Lino Pérez de A Coruña. Pombo Ángulo escribe en Ya (28-X-47): “Los temas de las pinturas de Cela son disparates, humanísimos disparates, tal y como cualquiera de los que contemplamos cada día”. Tres años después el redactor de El Pueblo Gallego (8-IX-50) que acude a la inauguración de la muestra de A Coruña, sostiene que los oleos coinciden “en su factura y confección con los últimos ismos de la caliente fantasía existencialista”. Lo cierto es que la opinión mayoritaria es la que expresa su ya por entonces buen amigo (se habían conocido en Barcelona en el otoño del 45) César González Ruano: “Cela es mucho más pintor escribiendo que pintando” (Madrid, 5-XII-47).

No obstante, en el primer libro en el que CJC agavilló sus artículos periodísticos, “Mesa revuelta” (1945), estableció un apartado titulado “El planeta de la pintura”, a la par que en la nota preliminar confesaba: “Aficionado a toda suerte de artes representativas, amo la pintura con una fuerza justificada por la dedicación que le debía y no le otorgué. Mi viejo proyecto de exponer mi labor pictórica es posible que algún día menos atareado lo llegue a realizar”. En efecto, lo realizó, pero no hubo suerte.

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