Si algo no vamos a olvidar en nuestras vidas es el maldito nombre del COVID-19, llegado para revivir algo que sólo habíamos visto en la ficción.
Desde la ventana de casa, al asomar la cabeza para percibir algo de realidad, la misma bofetada de aire frío. Hace un sol reluciente que pronto mudará en nubes y por la tarde lluvia y más frío. En un primer momento los pájaros trinan con ahínco, luego ya nada.
En la calle lo más novedoso es la gente paseando sus perros, nunca hubiera imaginado que fueran tantos, o que tal vez fueran los que se sentían autorizados a salir a la calle como una de las excepciones. Por las calles vacías de necesidad, resuena un clic de una correa y tras ella alguien acompañando a un perro. “Bueno, tres minutiños que á tarde non volvemos”, comenta una señora como justificándose.
La concesionaria de limpieza aprovecha para baldear las calles y limpiar a conciencia los asientos y barandillas de los parques, con agua y pastillas de cloro. La imagen es novedad pero acabaremos acostumbrándonos.
No es fácil habituarse a la severa rutina, no se ve mucha gente y todos con caras circunspectas, pensando en que lo novedoso de la situación es que es tan sólo el comienzo. Viejas caras del café que aprovechan para exprimir el domingo en actividades deportivas y ocio, hoy te cuentan otras inquietudes. Jorge Regal, profesor de sexto de primaria, comenta lo difícil que va a ser evaluar ahora a los alumnos, también la impresión de lo que estamos viviendo y las dificultades para salvarla. “Na crisis anterior a xente maior foi a que tirou de nós, a ver se agora a vamos a deixar tirada”, comenta, parafraseando al presidente del Gobierno.
Los kioscos de prensa despachan periódicos como hacía tiempo no se hacía, lo corrobora el quiosquero, uno de los negocios que permiten abrir. La gente necesita saber, aferrarse a algo que no sea incertidumbre. Las calles están desiertas, los parques vacíos, la gente desorientada. Es como una vida zombi. En Pena Vixía hay música; desde un balcón un joven ha sacado un bafle con música italiana. Con la mano me hace un gesto, en la cara un rostro de pura nostalgia.