Crisis del coronavirus

Protección Civil, en primera línea

Los voluntarios de la agrupación del Concello de Ourense reparten comidas de Cáritas a personas impedidas, recogen productos de limpieza en colegios, hacen la compra a vecinos vulnerables o recorren calles para concienciar a la población

La mañana en la agrupación de Protección Civil de Ourense se estira como un chicle: van y vienen; suben y bajan. Y vuelta a empezar. Los voluntarios comienzan a llegar al filo de las diez de la mañana. El técnico del Concello Manuel Fernández, un poco antes, para ultimar el reparto de tareas. El COVID-19 es una emergencia de primer orden y los 15 voluntarios movilizados en dos turnos están preparados para todo lo que haga falta durante la jornada.
 Estos días, hasta 20 salidas diarias relacionadas con el coronavirus: van a recoger el material de limpieza que ya no necesitan los colegios para después entregarlo en el Puesto de Mando Avanzado de la Xunta; distribuyen las mascarillas realizadas en 3-D por la Molinera ; entregan menús de Cáritas en los domicilios; hacen la compra a vecinos impedidos o recorren todos los rincones del concello para instar a la población al confinamiento. 

 Auxilian a personas que lo están pasando mal porque suman problemas, la amenaza a su salud al económico y la soledad. "No pueden salir por incapacidades o  porque son personas enfermas y de riesgo", explica Fernández. Algunas -añade- "tienen lejos a la familia o simplemente no les puede echar una mano porque se han contagiado casi todos". 

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10 HORAS | Los siete componentes del turno de mañana se dan cita en la sede de la ciudad para el reparto de tareas.// Miguel Ángel

El recorrido

En la mañana de jueves, Rafael Ramos  y Fernando Valiño serán los encargados de los colegios y los menús de Cáritas. Ambos, veteranos en Protección Civil, están ahora sin ocupación laboral retribuida. El primero porque tuvo que cerrar la Administración de Loterías que regenta en A Ponte -el día 14 fue el último sorteo- y el segundo, exempleado de banca, engrosa las listas del paro.

La agrupación tiene hasta 20 salidas al día, sin contar las emergencias, desde que se declaró el estado de alarma

Al colegio, a por lejía

La primera parada la hacen en el colegio público Curros Enríquez. "No tenemos apenas nada, pero todo suma", advierte la directora, Isabel Domínguez Pérez, quien les entrega una bolsa con tres botellas de lejía, una caja de guantes y dos botes con hidrogel. La docente se turna con otros dos miembros de la directiva para ir todos los días un rato al centro y comprobar como, a falta de niños, están los equipos informáticos y las instalaciones. 
El acopio de material tiene mejor suerte en el siguiente punto del recorrido: el IES Julio Prieto Nespereira. Hasta necesitan dos viajes para poder llevar el cargamento hasta la Casa de Chocolate (ocho cajas de servilletas, 42 rollos de papel, 12 botellas de lejía de dos litros, cuatro garrafas de cinco litros de jabón de manos, 28 de limpiador de tinta y grasa y dos cajas de guantes). 

Los siete componentes del turno de mañana se dan cita en la sede de la ciudad para el reparto de tareas.

10:30 HORAS | La primera parada: recogida de material de limpieza en el colegio Curros Enríquez.

El conserje, que vive allí, es quien chequea el instituto, aclara el director, Eduardo Lorenzo Crespo. Este último "vigila" a sus 40 alumnos de segundo de Bachillerato que deben afrontar una Selectividad con parte del temario sin explicar. "Barajamos ya que no se van a poder dar todos los contenidos, por eso la solución es una prueba con varias opciones a la hora de escoger el ejercicio", afirma. Los estudiantes de este centro (240 en total) están conectados con la actividad lectiva a través de la página web, en donde se cuelgan los deberes, y a través de la aplicación abalarMóbil llegan los avisos.

En el Instituto Julio Prieto Nespereira les entregan un buen lote de productos.10:50 HORAS | En el Instituto Julio Prieto Nespereira les entregan un buen lote de productos

Puesto de mando avanzado

Ramos y Valiño recolocan todo el material en su furgoneta de ocho plazas sin quejas. "Tan poco pesa tanto", bromean. Todo lo "requisado" pasa a una especie de almacén, otrora salón de actos, de la Delegación de la Xunta, a donde también van a parar las donaciones de las empresas y la Universidad. En ese puesto de mando, recuentan y preparan lotes para entregar a los GES, agrupaciones de Protección Civil de los concellos y al servicio de Axuda no Fogar. 

El Puesto de Mando Avanzado (PMA) de la Xunta, a donde se lleva el material para repartir a los concellos.

11:30 HORAS | El Puesto de Mando Avanzado (PMA) de la Xunta, a donde se lleva el material para repartir a los concellos.

En las cocinas de Cáritas

A media mañana, toca parar en el comedor social de Cáritas en la calle Mestre Vide para recoger los táperes con comida que van  a  las casas de personas enfermas o con discapacidad. Cinco menús, uno de dieta, son los que repartirán hoy. 

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12 HORAS | Bea Fernández, de Cáritas, examina los pedidos.

Los beneficiarios de las raciones  para casa no paran de subir. "Estamos dando 70 más por nuevas derivaciones del Concello", explica la educadora social Bea Fernández, responsable del comedor. Ya son 270 menús diarios y 30 comidas en la sede, además de 25 desayunos. Por esta razón, urgen más que nunca los 100 mil euros que les adeuda el consistorio.

Rafael y Fernando esperan cinco minutos -ya hay cola- y la cocinera les entrega personalmente las bolsas. Hoy toca, anticipa, "lechuga con salsa césar, churrasco de ternera, sopa de fideos y plátano". A las 12.50 horas empiezan los turnos de comedor -cuatro limitados a 12 comensales cada uno- y el ritmo es frenético. 

Entrega a domicilio

La primera parada del reparto será en un piso de Beato Sebastián Aparicio. Solo sube Rafael Ramos a entregar la comida a un hombre en silla de ruedas -perdió las dos piernas- y problemas de diabetes. "Si ven al mismo voluntario está más tranquilo y le evitas estrés", aclara.

Bea Fernández, de Cáritas, examina los pedidos.

12:10 HORAS | Rafael Ramos y Fernando Valiño, con los menús.

No muy lejos, en le mismo barrio, está el siguiente destino. La mujer que recibe el menú es joven, víctima de violencia de género y con una salud muy debilitada por una enfermedad degenerativa. Al escuchar el timbre, según reconoce, pensó que era el personal sanitario. "Tengo síntomas y tienen que hacerme la prueba", asegura desde el umbral de la puerta.

En Tarascón, ya en la periferia urbana, el túper es para una vecina de 63 años que hace un mes que se ha mudado a una pequeña casa algo destartalada. "No tengo ni cocina, la iban a poner el día 22, ni nevera, ni calentador ", explica.

Los voluntarios continúan saltando vidas con obstáculos. Llegan a un quinto sin ascensor en la calle Bedoya, en donde los recibe con ganas de hablar el alemán Wolfgang Knie, de 56 años. Robusto pero delicado, vive con un marcapasos, y se ha quedado sin dinero al fallarle los ingresos de las clases particulares. Fernando Valiño se vale del inglés que aprendió en Washington D. C durante el año que residió allí para saber cómo le va. Explica que no muy bien porque vive atrapado en una habitación que tiene alquilada en ese piso "disgusting" -asqueroso en grado superlativo-. Explica que quiere regresar a su país y que en la Embajada alemana le recomiendan que no lo haga por Madrid sino por Oporto. Explica que no sabe lo qué hacer, pero necesita hacer algo.

Wolfgang Knie, quien desea retornar a Alemania, recoge el túper que le lleva Fernando.

12:45 HORAS | Wolfgang Knie, quien desea retornar a Alemania, recoge el túper que le lleva Fernando.

La ruta llega a su fin con un último domicilio, en As Lagoas. Gudelia Iglesias está preocupada por los muertos del coronavirus y porque sus hijas están en EE.UU. Pero es cubana y, según aclara, la isla caribeña forja cierta resistencia a la adversidad: "En Cuba estamos adaptados a situaciones precarias; allí vives al día, con muy poco; con nada...". En Ourense,  con una RISGA de 457 euros -incluye la ayuda para el alquiler del piso, que le cuesta 200-, el bono social para la luz y la comida de Cáritas. No puede trabajar por un sinfín de dolencias.

Toca resetear

Rafael Ramos y Fernando Valiño regresan a la base de A Chavasqueira pasada la una del mediodía, e donde aun tendrán que desinfectar la furgoneta y el material. Sin olvidar resetear la cabeza de tocar tantas necesidades. No están cansados. Porque, lo único importante, destacan ambos es "echar un mano y hacer que todo sea un poco más fácil". 

 

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