La provincia de Ourense ya tiene más de 20.000 mayores viviendo solos

Imagen de archivo de una persona mayor
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Más de la mitad de las viviendas unipersonales de la provincia de Ourense pertenecen a personas mayores de 60 años

Ourense ya tiene más de 20.000 personas mayores de 65 años que viven solas. Así se desprende de los datos de la Encuesta de Características Esenciales de la Población y las Viviendas elaborada por el Instituto Nacional de Estadística, que indica que una de cada cinco personas en este tramo de edad en la provincia vive sola. Debido al envejecimiento de la población y al cambio de la estructura poblacional -cada vez queda menos gente en las aldeas rurales y se concentra en entornos de villas y la ciudad- esta cifra se ha ido incrementando en los últimos años (en 2011 eran algo más de 18.000 los que vivían solos, un 7% menos que a día de hoy).

Estas 20.000 personas representan la mitad del total de hogares unipersonales en la provincia, un dato que evidencia la dificultad que tienen los jóvenes para emanciparse y conseguir vivir de forma independiente sin depender de una pareja o de compañeros de piso. Apenas 1.800 jóvenes menores de 30 años viven solos en la provincia, lo que contrasta con los más de 9.500 mayores de 80 que no tienen compañía en el hogar, el grupo de edad más numeroso de hogares unipersonales. 

Además, de este último grupo, destaca la amplia mayoría que representan las mujeres (7.000 frente a 2.700) sobre los hombres. Esto se debe a la mayor esperanza de vida de ellas y a la alta tasa de viudedad a partir de los 80 años. 

“La soledad se comporta como el tabaco en cuanto a mortalidad”

Mercedes Hernández.
Mercedes Hernández.

Mercedes Hernández, médica e integrante del grupo de atención al mayor de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc), apunta al “cambio en la forma de envejecer” como explicación al aumento de mayores solos. “Cada vez vivimos más y mejor, pero tenemos muy poca gente que nos pueda cuidar”, indica. Explica esta experta que “en los pueblos ya no queda nadie, entonces se ven forzados a venirse a la ciudad. Esto provoca que pasen de estar en un entorno en el que se sienten bien aunque estén solos a otro que les resulta hostil y donde no conocen a nadie”.

Hernández hace una diferenciación entre “sentirse solo y vivir solo”. Lo segundo no es un problema de por sí, pero lo primero “es un factor de riesgo para sufrir enfermedades. La soledad tiene un papel similar al tabaquismo en cuanto a mortalidad”, subraya Hernández.

Ese cambio en la forma de envejecer también se ha notado en el ejercicio físico, ya que “antes no hacía falta recomendar hacer ejercicio físico, porque ya se hacía en las fincas y en las casas; ahora pasamos gran parte del día sentados”. Esta sanitaria insiste en que “siempre decimos que nunca es tarde para empezar nada: ni a hacer ejercicio, ni a hacer nuevos amigos…”.

Por último, esta especialista pone en valor el estilo de vida del rural, donde las relaciones vecinales “son mucho más naturales” y, aunque no sean familiares, “saben que hay gente que se preocupa por ellos si les pasa algo”, caso que “en las ciudades es casi imposible de ver”. 

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