Puertos y canteras

Forman en el espigón del Celeiro, un a modo de puerto de Viveiro, que también lo tiene pero de embarcaciones deportivas o de recreo unos cuantos pesqueros de bajura, cuando Celeiro, antiguo y deformante Cillero que se trocaría en aquella castellanizante dictadura del Generalísimo que podía llegar al esperpento con nombres de pueblos, ciudades o aun aldehuelas. Pues en Celeiro, que el nombre procede de Cella, ae, del latín, que significa almacén, bodega, compartimento para la guarda de la producción agrícola que cuando era de vino, las bodegas llamadas cella vinaria; cuando de aceite, cella olearia, y cuando de trigo, centeno, avena o similares, cella frumentaria. En fin, que estos latinos tenían amplísimo vocabulario para dar nombre a todo y nosotros, sus herederos, lo ampliaríamos partiendo o deformado esa lengua de tan difícil aprendizaje para dar lugar a las lenguas romances: francés, castellano, portugués, italiano, rumano… que incluso países anglosajones, donde implantación romana, aprovecharon en un tanto por ciento muy grande para incorporarlas a sus idiomas. Pues volviendo a Celeiro, que mucho de si parece dar un puerto merlucero, que pasa por los grandes del país, a juzgar por los enormes pesqueros atracados, que al pincho (merluza) o al arrastre (método de esquilme inimaginable) vagan por esos mares, sobre todo allá por las islas británicas cercanas al Gran Sol (gran pescado que no sol), aunque asociásemos como que se iban allá donde el Sol grande, esplendoroso. En este puerto de tan alargado espigón, sobrante en un tercio, por inutilizado, y otro tercio para el acúmulo de mineral de sílice que van acarreando en camiones incesantemente desde la cantera de la península de Vares, esa que no se ve si no parcialmente desde el oeste y que acabará haciendo más roma una cima que supera los 200 metros; remata esta península en el afamado cabo de Estaca de Vares donde se encuentran el Mar Cantábrico con el Océano Atlántico, o sea, la gran mar océana con su filial cantábrica. Ya me impactó la cantera hace años; es que ahora se ha ampliado. La pregunta no es el daño al paisaje, al medioambiente, que también lo es, sino que unos particulares, en sociedad o individualmente, puedan explotar para lucro propio estos recursos que son públicos, como todo lo que está debajo o encima de la tierra. Se dirá que la gestión privada es más competitiva…pero más destructora, por eso, por competitiva. En este caso el socavamiento de esta mina a cielo abierto continua imparable, y los grandes cargueros atracan en este puerto para llevarse nuestros recursos en una demanda que parece imparable en la era de la superconectividad. Antaño, por acá, se explotaban los recursos mineros: estaño, wolframio, hierro, de la mina de a Silvarosa, que quedaron abandonadas en sus cráteres pronto vegetados, cuando antes descarnadas evacuaban sus mineral en aéreas vagonetas desde lo alto hasta la casi legua de O Cargadoiro donde se transferían a mercantes de menos porte en aquellos tiempos de principios del pasado siglo…pero es que hoy nos desventran la península de Vares esos grandes monstruos al abrir sus bodegas capaces de tragarse una montaña de mineral que cientos o miles de camionadas ha acumulado en el muelle de Celeiro.