OURENSE NO TEMPO

Queda mucho por hacer

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photo_camera Escuela de hogar de la Sección Femenina. Clase de cocina en los años 50. (A pesar de que la fotografía es un regalo de un amigo ya fallecido, Javier Salgado, alguna de las alumnas me resulta cara conocida.)

Antiguamente las diferencias entre hombre y mujer estaban muy marcadas, y humildemente, como hombre, tengo que admitir que ellas llevaban (y actualmente en muchos casos, llevan) la peor parte

Cuando revisas la historia, percibes posiblemente con más nitidez los cambios experimentados por la sociedad. En algunos campos, como el tecnológico, no dejamos de asombrarnos y nos declaramos incapaces de vislumbrar el final. Sin embargo, en otros como el tan necesario de la igualdad de sexos, los cambios son lentos y lo peor es que, sabiendo cual es el final deseado, no conseguimos llegar a él.

Antiguamente las diferencias entre hombre y mujer estaban muy marcadas, y humildemente, como hombre, tengo que admitir que ellas llevaban (y actualmente en muchos casos, llevan) la peor parte. Hoy afortunadamente ha cambiado mucho, e imágenes como ésta ya no se ven; no es que la imagen en sí sea denigrante, ni insultante, el problema reside en la lectura que se puede hacer de ella, y lo que significaba.

Desde muy pequeñas ya se iban marcando las directrices de cual era el papel reservado a la mujer. La escuela era una opción, pero desde luego no la prioritaria y mucho menos obligatoria. Con el tiempo el sentido común fue modificando esa actitud, y después del paso por unas nociones de lectura, escritura y “cuentas”, pasábamos a la parte seria en la que las materias preferentes en el estudio eran la música, el dibujo o la pintura, y como no, las labores. Realmente ¿para qué más si iban a tener vetado el acceso a la casi totalidad de salidas laborales y culturales?

Fue a finales del siglo XIX cuando comenzamos a vislumbrar avances en la materia (el deseo y la necesidad siempre estuvo ahí). Quizás por la experiencia de ver como las religiosas por necesidad desempeñaban con maestría sus labores, ciertos estudios comenzaron a verse aptos para ellas: enfermeras y maestras fueron las más habituales.

Con este pequeño relato nos acercamos al Ourense de nuestras abuelas y madres, donde la oferta educativa ya era muy diferente, y aunque la mujer encontraba muchas trabas en todo lo que no fuera prepararse para el matrimonio, ya disponía de otras opciones que muchas de ellas aprovecharon.

Las Carmelitas (1879), las Hijas de la Caridad (Purísima, calle Santo Domingo, 1896), Calasancias (Santo Ángel, 1925), Josefinas (1934), Franciscanas (1939), Divino Maestro (1945), fueron las órdenes que abrieron colegios dedicados a la educación de las chicas ourensanas (en un principio no todos eran de libre acceso, el Santo Ángel concretamente nació como un asilo de niñas huérfanas, a las que en el centro se les daba una educación básica y se las formaba de cara a la obtención de los trabajos que entonces se permitían a las mujeres: costura, servicio doméstico, cocina y poco más). Su labor, junto con la de algunas academias privadas, permitió ya un acceso “fluido” de las chicas a los estudios en el Instituto Provincial (hoy Otero Pedrayo; durante un buen periodo de tiempo y a raíz de la apertura del Blanco Amor en el Puente a comienzo de los años 50, este instituto era exclusivamente femenino), donde se obtenía el bachillerato, con lo cual ya se tenía un buen nivel formativo, y se abría la puerta al acceso a mayores logros. Desde 1879, Magisterio era una de las salidas preferidas por la facilidad que proporcionaba la existencia de una escuela femenina de maestras en la ciudad, pero comenzó a ser “habitual” ver a las chicas cursando carreras universitarias: Farmacia, Química y Filosofía eran tres de las opciones.

Evitando cualquier tipo de polémica, no puedo dejar de citar las escuelas del hogar que a renglón seguido de una durísima posguerra se crearon para dar una mínima formación a todas aquellas jóvenes y no tan jóvenes a las que la guerra dejo cortadas en su periodo educativo. Fue la Sección Femenina de Falange la encargada de organizarlas, aprovechando la infraestructura que ya tenían creada para la realización del Servicio Social (equivalente al servicio militar de los hombres). Las opciones poco más eran que cocina, costura, plancha y primeros auxilios, pero según la ideología imperante en aquellos años, lo suficiente para formar “buenas esposas y madres”.

Por fortuna las cosas van cambiando, y deseemos que siga siendo asi.

Este es a grandes rasgos el abanico formativo de la mujer en Ourense. Si deseáis profundizar en el tema, os recomiendo la lectura de los excelentes trabajos de la profesora Rosa María Cid Galante, y la visita de su blog en la red: mulleresourensas.blogspot.com.es/.

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