Ourense de ayer

Restricciones y vetos en la posguerra

Cartilla del Día del Plato Único.
photo_camera Cartilla del Día del Plato Único.
Así se vivía en Ourense después de la Guerra Civil

A medida que se van escribiendo cosas de aquellas etapas ciudadanas con las cuales me encuentro cómodo en la memoria, voy anotando otros pasajes que hilvano con prontitud, si no figuran anotadas en mis antiguas libretas, para no olvidarlas y contároslas a vosotros mientras tengáis curiosidad por conocer cómo eran ciertos aspectos sociales relacionados con nuestra ciudad. Os dejaré entonces en esta ocasión unas notas de tres pasajes que me parecen de curioso interés ciudadano, con absoluta fehaciencia, resultado de la rigurosidad con que, sin considerarme historiador, he ido a través del tiempo elaborando como tengo por costumbre. 

La tarjeta del fumador

Es conocido que entre 1939 y los últimos años de la década de los 40, en aquella época de obligada readaptación a nuevos tiempos difíciles económico- sociales, se implantaron restricciones de alimentación y otros servicios como era la célebre Cartilla de Racionamiento de alimentos. Pero no quiero hablaros de esto hoy, sino de cómo había sido restringido también el tabaco, que no dejó de ser una medida más en la batería de cuestiones que “consideraban oportunas” para sacar al pueblo de la difícil situación en que estaba sumido. Pues bien, la Fiscalía de Abastecimientos y Transportes, a través de Tabacalera, creó la Tarjeta del Fumador. Es decir, para que nos entendamos, el control y racionalización del “caldo de gallina”, que era prácticamente lo único que permitían fumar.

Con aquella tarjeta se les facilitaba a los fumadores varones (impensable a mujeres), una cierta cantidad de tabaco para un número de días, previo pago del importe en los estancos, como no podía ser de otra manera. Las tarjetas aquellas estaban rigurosamente controladas para cada individuo, y algunos de los datos que figuraban en los epígrafes eran la “profesión del sujeto” y el de “fumador empedernido”, para poder acceder a la prebenda del favor, datos que tenía que certificar un médico. Además, la Fiscalía investigaba periódicamente a quienes conservaban el vicio o habían dejado el hábito, y que no tenían entonces derecho al cartón, con lo que el fraude se hacía complicado. Aquello duró hasta mediados del 45, aunque a “alto precio y bajo cuerda” no había problema para encontrar tabaco.

El “plato único y día sin postre"

Fue otra vuelta más de tuerca que pretendían darle al racionamiento alimenticio de los ciudadanos, en este caso a los ourensanos, que es de quienes me ocupo. No se le hizo demasiado caso, porque lo presentaron como “voluntario”. Aquello consistía en que un día periódicamente “se debía ayunar” y entregar la comida a la Sección Femenina del Auxilio Social, para que fuese a alimentar a la beneficencia, pero eso sí, redistribuida por la tal Sección Femenina. Entonces ellos (ese organismo), te hacia entrega de un bono pequeñito como un sello de correos, meramente simbólico, pues el acto era “voluntario y altruista”. Aquel bono de color azul y con el escudo de España decía, “Plato único y día sin postre… vale por 5 pesetas”. No entiendo lo que el cromo quería decir, ya que su valor no era canjeable por nada. 

Fijaos bien, nos tasaban los alimentos diarios a través de cartillas, y además nos invitaban a ayunar periódicamente entregando parte de los mismos a la susodicha Sección Femenina, para ser ellos quienes considerasen a los ideales receptores según sus apreciaciones.

Radio España independiente

Aquella clandestina emisora popularmente llamada "Radio Pirenaica" era la gran preocupación de Franco, que nunca supo dónde estaba ubicada, durante la contienda y los años posteriores que cifro hasta principios de los 50. Y debido a la orografía ourensana, y el zumbido que eran capaces de añadirle a las emisiones, desde el creado Servicio de Interferencia Radiada del Estado, la verdad es que no era fácil escuchar las noticias estando ubicado el aparato de radio en el núcleo de la ciudad. Aquella emisora que había sido creada por Dolores Ibárruri en 1941, y parece que, emitiendo primero desde Moscú,y luego desde Budapest (y no desde los Pirineos como se creía por leyenda), enviaba las noticias, como ahora se dice, a tiempo real. 

Recuerdo que en una ocasión, en el año 1959, estando un servidor trabajando en la oficina técnica de la Presa de Belesar, ocurrió un incidente en el comedor de obreros, apareciendo un zapato viejo, dentro de una olla de café, a la hora del reparto de desayunos; motivo de conato de huelga de trabajadores, que se tuvo que arreglar interviniendo la “autoridad competente de vigilancia en la obra”. La anécdota que quiero resaltar es que, no habiéndose sabido “quien había perdido el zapato dentro de la olla”, a las pocas horas, en la emisión nocturna de aquel día del mes de febrero, ya lo comunicaba la Pirenaica; y se enteraban los ciudadanos que de manera clandestina solían pegar la oreja en horas nocturnas a los aparatos de radio de que disponían algunos pocos. La libertad de expresión estaba vetada para informadores, y oyentes o lectores. Era severo el castigo a quien pillaban. En la city se oía muy mal, pero los más osados, ávidos de noticias, se desplazaban a una zona por encima del Seminario Menor, lugar en que se escuchaba con más nitidez. Al menos eso se decía. En fin, que, entre la retahíla de prohibiciones y obstáculos para avanzar socialmente y dejar atrás el fango latente, también estaba el descrito, del cual no debemos de olvidarnos. Otro día os detallo otros curiosos vetos en los años de posguerra. 

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