Crisis del coronavirus

El riesgo invisible del farmacéutico

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photo_camera Pilar Abades, farmacéutica adjunta en la Farmacia Penido, en Ramón Puga.
Las farmacias en tiempos del coronavirus han ganado presencia. Sus servicios, siempre demandados, suman estos días la búsqueda de material inexistente, preventivo contra la pandemia. 

La farmacia es amplia, luminosa, pulcra; con grandes ventanales y varios pasillos donde escrutar el género. Las paredes en blanco inmaculado sostienen estantes corridos repletos de mercancía. Las farmacias de hoy son la antítesis de las vetustas boticas donde tras el mostrador el profesional hacía las mezclas, a modo de chamán civilizado, con lo que paliar enfermedades. Muchas de las modernas, semejan escenarios de paso, al estilo de los no lugares del antropólogo Marc Augé. 

Las de antes tenían espacios interiores donde darle al palique con el boticario, estas ya no, pero en tiempos del coronavirus cualquier lugar promete. 
“Bajamos por allí, subimos por este otro lado”. No es un acertijo, son las indicaciones para que la gente no se junte. La mercancía es golosa y uno lo mismo se encara sin pretenderlo junto al estante de preservativos, que sigue la estela de colores hasta llegar a los complementos vitamínicos hoy tan de moda. La farmacéutica regula el tráfico interior, estos días generoso.

Junto al mostrador todo tipo de útiles de higiene para prevenir contagios.

Junto al mostrador todo tipo de útiles de higiene para prevenir contagios. // José Paz

“Tempus fugit"

Es tanto el tiempo que llevamos confinados, que uno ya ha perdido la cuenta. “Son riesgos propios de su profesión”, dijo del colectivo de farmacéuticos Fernando Simón, en una de esas ruedas de prensa que a todos nos deja los músculos de la cara de lo más tenso. Al colectivo, acostumbrado -dicen- a que se le infravalore con respecto al personal sanitario, las palabras sonaron a ofensa. “Nosotros nos consideramos un grupo de riesgo igual que el sanitario”, apunta Pilar Abades, la farmacéutica. Muchos farmacéuticos montaron en cólera. Desde entonces son cinco los colegiados -en Madrid- fallecidos en esta línea del frente. Daños colaterales en medio de la batalla, que diría alguno. 

Con el coronavirus las farmacias han cobrado protagonismo, impartiendo consejos y necesidades

Un señor mayor avanza hacia el mostrador, por el camino hace ademán de recolocarse la mascarilla, o simplemente le molestan las gomas. No musita palabra pero Pilar ya sabe qué precisa: “mascarillas”, intuye; también la respuesta, “no tenemos; hay desabastecimiento”. Fea palabra. 

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Sobra decir que no hay mascarillas, el personal insiste.

El señor, después pide alcohol, que tampoco hay. Pregunta -también- si se puede lavar la mascarilla, que lleva -4 días- puesta y la cosa no marcha. En la farmacia hay mucho cliente habitual, del que la farmacéutica conoce sus “males” tanto como el médico; mucho personal del que desde que se desató la pandemia pulula por ellas cuan alma en pena. En muchas pone directamente: “no hay mascarillas”, aunque no es demasiado estético. Al principio esto generó tensión, “ellos -dice- demandan productos que no hay”, ahora semeja estar todo más normalizado. Costumbre. Más allá de “comercio esencial” las farmacias semejan estos días un consultorio médico. “Al principio había temor, la gente preguntaba por su medicación, si la iban a tener disponible”. Desabastecimiento y “bajadas de tarifas” las han vivido otras veces, incluso en tiempos de los genéricos no fue fácil convencer al personal de que el compuesto químico era el mismo; pero esto ha sido locura, con el coronavirus la necesidad y el miedo se dan la mano. “¿Mascarillas, sí o no? Sanidad no las percibe necesarias, a lo mejor está condicionada por la falta de material”, insinúa. 

La gente está aprehensiva, se aleja tanto del mostrador que tiene dificultades para recoger o pagar. Al rematar, la casa invita a gel hidroalcohólico. Las redes han vuelto loco al personal, poniendo de moda objetos que casi nadie usaba, como los termómetros electrónicos, que eran para bebés. Ahora no hay ni unos ni otros. En fín, cosas del coronavirus.

Pilar Abades, farmacéutica adjunta en la Farmacia Penido, en Ramón Puga.

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