DEAMBULANDO

Roberto Vila, el profesor Felipe Pedreira, aquel inolvidable Preu...

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photo_camera Roberto siempre usó de su habilidad pictórica para explicar a sus alumnos, antes de una operación. Su carrera en Bellas Artes le ha servido.
A raíz de la entrevista de La Región al cirujano Roberto Vila, mi interés se despertó

Me suscitó interés la entrevista que se le hizo  en este diario a ese cirujano, maestro que fue en su oficio, Roberto Vila, un monfortino, hijo de ferroviario, que más anclado aquí que a su lugar de origen por obvias razones profesionales. Roberto acaso se decantase por la medicina porque en la Pensión Jardín donde paraba, habitaba en aquel año  ese excéntrico profesor de la escuela Normal del Magisterio que fue Felipe Pedreira, un raro o singular que compartía dominó y algunos cafés con mi tío Luis, que también era un raro de aquellos tiempos. Pedreira, el sabio, que lo era; despistado, también, tenía algunas charlas con Roberto porque veía en él un estudiante aprovechable; después de algún parlamento, llegaba a la conclusión de que Vila iba para médico o ya lo era porque al día siguiente le decía: ¿Usted es médico, verdad? Así que cursando el Preuniversitario en el Instituto único en la ciudad y provincia que era el ahora llamado Otero Pedrayo, donde concurrían por razones de proximidad monfortinos y chantadinos, iría como taladrándole la idea de por qué no hacerse médico. Y así en aquel inolvidable Preu donde los señores Ogando, Alfonso Martínez, Nieto Noya, Carlos Vázquez, Souto Vila… eran nuestros profesores. Roberto, que luego médico, como Ovidio Fernández, Pepe Peña, arquitecto; Salas, licenciado en Filosofía, Nenote Suances, en Química… a los que la memoria me alcanza, y entre ellas, Cuca Romero, farmacéutica; Conchita Losada, las hermanas Ana y Teté Quiroga de las que no recuerdo los títulos pero se suponen en aquella pléyade de aventajadas alumnas con las que compartíamos aulas en algunas disciplinas comunes a los de Ciencias y Letras,  ya con las nombradas compañeras y otras muchas, no siempre en igualdad de número en aquella era del machismo institucionalizado, cuando ya comenzaban a sobresalir en las clases por más atentas y estudiosas cuando algunos de nosotros perdíamos el tiempo por el jardín del Posío y aledaños u organizando guateques o cosas tales. Roberto fue como visto y no visto porque le perdí la pista y así ajeno a su devenir profesional desde las aulas medicinales de Zaragoza donde cursaría, tal vez influido por ese: "Usted va para médico", del profesor Pedreira. Casi coincido con Roberto en el cuartel de Sanidad Militar y luego en el Hospital Militar de Zaragoza, si no fuese que él dos años después de una mili mía de casi tres años, por escaparme de esos tres campamentos de verano de la universitaria milicia. Vila, como Ovidio, lo fueron todo en la medicina, después de especializarse en hospitales de renombre aquí y allende nuestras fronteras. Roberto recalaría acá como jefe de cirugía de la antes llamada residencia, y también director del centro hospitalario, y ahora, sin menoscabo de una ejerciente profesión, se ha embarcado en el campo pictórico, que sería una ligereza porque afición cultivada desde muchos años ha; de ahí que la complementase con una licenciatura en Bellas Artes. Es como si  trasladase sus habilidosas manos de cirujano a los pinceles. Hay gentes con las que compartiste como en un flash, y que nunca sospecharías exitosas, acaso porque no has seguido su cursus vitae. Roberto es una de ellas.

Y dejando A Vila con sus pinceles y también con su música al que felicité por la entrevista, por más tiempo del que él me concede ruando o porque teme verse asaltado o porque la prudencia le aconseja la justa detención, me voy por esta Auria, paso por la Plaza de Abastos que hábito ya de verla cerrada,  como de crónico abandono y el solar donde iba a surgir un hotelazo termal, que ni lo uno ni lo otro, cuando se me ocurre que por qué el Concello no pone o abre ese tramo de pocos centenares de metros del fluvial paseo Barbaña de la Plaza de Abastos a La Molinera, margen derecha del río Barbaña, que parece cerrado para siempre y que obliga a los caminantes a discurrir por una calle con cierto tránsito de vehículos. Una desidia, como lo es ese permiso que no se sabe cómo se dio a Leroy Merlin para que sus clientes no tengan más remedio que desde Quintela se metan en la autovía, porque una línea continua les obliga a infringir si quisiesen pasarse a la carretera nacional. Así si te vas a ese mega almacén de tantas cosas ya sabes que debes paparte una adición de kilómetros, no menos de 5 o 6, y entrar en la autovía al menos que infrinjas. Algo hecho con los pies y que la franquicia debe resolver. No sea que sus clientes paguen más por la multa que por las cosas que compren… Mientras, la DGT podría montar in situ un negocio recaudatorio sin necesidad de esa millonaria inversión de los grandes almacenes, pudiera que superando los ingresos en caja del mismísimo hiper.

Y cuando de tránsito, una llamada de un amigo, Edy Fernández, al que solo vi un par de veces desde cuando él cursando filosofía en la Complutense e incurso en el idioma alemán lo que le depararía ser profesor en Hamburgo y casado con una alemana periodista de la televisión de aquel país, para que le informe de alguna ruta por la Ribeira Sacra. Me ofrezco a acompañarle para echar un vistazo por aquellos miradores con alguna caminata. Recalando en Parada de Sil a cafés, que nos sirven y nos donan con un trozo de más roscón que bica en cafetería-restaurante moderno y acogedor. Un jueves de cierto tránsito de turistas ¿Qué será un viernes, sábado o domingo donde hay que solicitar plaza para comer? Aquello está lanzado, los senderos limpios y bien señalizados, las vistas espectaculares desde cualesquiera miradores, a lo que se añade la monumentalidad de monasterios e iglesias, y una hostelería, desbordada. Edy retorna mañana a Alemania con el regusto por este paisaje irrepetible.

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