CRÓNICA

Rosendo: "Lo voy a dejar pronto"

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photo_camera JaIme Noguerol y Rosendo, en el concierto del pasado jueves.

"Lo voy a dejar pronto, Jaime. Ha sido demasiada tralla desde el 78... para octubre tomaré prestado tu oficio y voy a escribir mis batallas", me dijo Rosendo. En el Posío no cabía un alma. El sonido fue bueno y el concierto, redondo.

Tal vez fue lo mejor de las fiestas. Ya sabes, hermano, lo clásico es lo que no se puede mejorar. Rosendo es un clásico. Dicen que no es de recibo visitar al artista antes de saltar al escenario. Pero yo conozco las reglas del guitarrista de Carabanchel. Demasiada leyenda encima, demasiados abrazos. Ay, ser demasiado querido es un follón. Pero viejo amigo al fin, me recibió hospitalario con su leve sonrisa socarrona. Le vi triste. Su madre ha fallecido hace algo más de una semana. “Era muy mayor, manchega. Por eso yo tengo mucho de Quijote”. Pensé: seguro ha sido uno de esos niños afortunados porque han sido favoritos de sus madres.

Ambos evitamos la nostalgia, pero recordamos aquella gira juntos en el 83, era inevitable. Miguel Ríos, Luz y él liderando los Leño. Rosendo me dice confidencial, pensativo y abrazado a la guitarra “Lo voy a dejar pronto, Jaime. Ha sido demasiada tralla desde el 78, no olvides que somos sólo tres, un trío y eso machaca mucho. Allá para octubre tomaré prestado tu oficio y voy a escribir mis batallas”. Como presiento que va a tocar pocas canciones del pasado, le digo “No me jodas, no me digas que no vas a tocar ‘El tren”.

Asoma el mánager y nos apura “En cinco minutos a escena, Rosendo”. Nos despedimos, él sonríe: “Recuerda a mi paisano el Quijote ‘Paciencia y barajar”. Ya en la puerta también le evoco al Caballero andante: “Que los hados protejan a los músicos caminantes”.

El concierto. Al ser de pago pensé que no iba a llenar. Pues no cabía un alma. Como en los viejos ‘asaltos-baile’ de los años 70 cuando los pandilleros saltaban las verjas sorteando a los municipales, en el Posío también hubo peña que los imitó. La organización no anduvo muy fina, por ejemplo se cacheó a todo el mundo como si cada uno fuese un terrorista islámico. Cierto, el sonido fue bueno y el concierto honesto y redondo. La voz de Rosendo sonó casi cavernosa al arrastrar burlón el estribillo. Ay, hermano, cuando interpretó “Maneras de vivir” miré alrededor y me di cuenta que no era sólo yo, sino que a mucha gente ‘talludita’ le resbalaba una fugitiva lágrima.

(Rafa J. Vegas, su bajista, presentó su libro "Mil maneras de volver al hotel”. Entretenido y recomendable.)

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