ENTREVISTA A...

“es un poco un atrevimiento hacer de aprendiz a los sesenta años"

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photo_camera El músico Santiago Auserón.

Recién llegado de su primera gira por varios países de América Latina y con su nuevo trabajo "El Viaje" listo para regalar a sus seguidores, Santiago Auserón subirá al escenario de Os Remedios a su inherente Juan Perro el 23 de diciembre

Recién llegado de su primera gira por varios países de América Latina y con su nuevo trabajo El Viaje; listo para regalar a sus seguidores, Santiago Auserón subirá al escenario de Os Remedios a su inherente Juan Perro con la banda, el próximo 23 de diciembre, dentro de los conciertos que organiza La Región. Una visita a la ciudad que asegura espera "con muchas ganas, porque ya tocaba.

¿Qué se ha traído de América ?

Una serie de impresiones profundas que me cuesta explicar y que voy a tener que asimilar despacio. Primero, la experiencia del cono sur, donde no había ido nunca. Son todas ciudades muy importantes llenas de conexiones que uno ha vivido antes de haber ido. Al llegar es como confirmar cosas que estaban escritas dentro de ti. Son muchas lecturas, muchas películas, muchos amigos, mucha emigración y muchas conexiones en la historia. Uno va por primera vez a Buenos Aires o a Santiago de Chile lleno ya de Buenos Aires y Santiago de Chile.

Resulta algo extraño que nunca antes hubiese estado en estas ciudades

Bueno, hasta cierto punto. Cuando tomé la decisión de dejar Radio Futura y dedicarme a ser una especie de trovador medieval renovado como es Juan Perro, sabía que estaba haciendo frente a las inercias del mercado y que eso iba a obligar a arrastras algunas consecuencias. Sin mainstraiming, del que me salí, cuesta más pagar los billetes para cruzar el Atlántico.

Musicalmente, es un espacio importante para usted.

La vocación americana para mí es vital. Lo es desde el principio, desde que se produjo el giro hacia el rock latino en los finales de Radio Futura y luego con mi investigación sobre el son cubano. Para mí el concepto del horizonte es América Latina, entendiendo horizonte como vocación estética y como vocación política, porque concibo la perspectiva de una civilización que pueda plantar cara, no en sentido beligerante, pero sí en el sentido cultural y de orgullo existencial, al mundo anglosajón, que parece que está en fase de repliegue sobre sí mismo.

¿Hemos dado su sitio a esa cultura del otro lado del Atlántico?

Creo que sí. Se lo hemos dado emocionalmente desde la posguerra y desde antes incluso. Ha tenido su sitio todo el tiempo, de un modo u otro. Ahora bien, es un sitio del cual creo que no se comprenden todavía los límites. Los españoles aún estamos en trance de entender el paso de considerarnos la madre patria altanera a ser parte de una red fraternal que tiene que crear un porvenir, en eso creo que estamos todavía a medio camino. Se nos reprocha más a los españoles la conquista de América desde Cataluña que desde Méjico, por ejemplo. Allí ya lo tienen superado, tienen clarísimo para qué les sirve el contacto con España. La proyección de futuro que tiene nuestra vinculación con América Latina es grande. Allí desean un vínculo sin reproches y como parte de un posible proyecto común de construcción de ideas, de estéticas, de sonoridades, de maneras de expresión, de sensibilidades, y en ese proyecto Juan Perro se siente completamente mimetizado.

¿Recuerda qué hizo que volviese la mirada hacia el son cubano?

Sí, en la furgoneta de Radio Futura nos pasábamos los viajes discutiendo de música. Empezaba a tener relevancia el sonido jamaicano y entendimos que la manera de sonar de la lengua inglesa y criolla sobre el ritmo jamaicano tenía algunas cercanías con la manera que necesitábamos nosotros apoyar el verso español sobre el ritmo. Así que nos planteamos que tenía que haber un fenómeno romance que se asentara sobre la poliritmia sin tener que pasar por el inglés y pensamos que podía estar ocurriendo también en las Antillas, en Cuba o en Puerto Rico, por ejemplo. Empezamos a obsesionarnos con esa idea, y unos meses después reservé billete para Cuba, donde llegué en 1984 cuando todavía estaban los rusos. Lo cierto es que he vivido diversos momentos históricos en la isla, como la caída del muro de Berlín, la retirada de los rusos, y el último: iba a tocar por primera vez en mi vida en La Habana, y se muere el comandante. Es como si hubiera algo que nos une a los músicos cubanos forman parte esencial de la evolución de Juan Perro.

¿Qué sensaciones le ha regalado su nuevo trabajo, El viaje?

No tenía previsto hacer ese disco, sino maquetar temas y empezar a producirlos con el sexteto que me acompañará en Ourense, pero la cosa se puso cruda y los conciertos de banda son difíciles de hacer. Me gusta rodar el repertorio, porque para mí solo tiene sentido grabar cuando la obra está madura, cuando canta por sí sola y hay que fijarla para que no se escape. Todavía no he podido darle la sonoridad al sexteto, pero estamos en ello; mientras tanto el repertorio ya estaba pidiendo guerra y se me acumulaban las canciones, tenía 18 maquetas. Decidí darme caña y grabar. El resultado me fue convenciendo. Me he ido implicando, he visto que tenía un cierto color, un cierto hechizo y al final seleccioné 15 temas para sacarlos y está gustando. Yo me esperaba y espero algunas críticas no muy complacientes, pero es igual, asumo el riesgo. Creo que el disco tiene entidad objetiva.

¿Por qué espera esas críticas no complacientes?

Porque es un poco un atrevimiento hacer de aprendiz a los 60 años. Siempre he utilizado la guitarra y la voz, ese formato desnudo, para preparar las canciones antes de llevarlas al local de ensayo y ahora me salto ese paso y lo enseño públicamente. Me tengo que obligar a sostener el repertorio en ese formato que sólo he usado para maquetar durante 35 años y ahora salta al primer plano de visibilidad. Tengo que estar preparado para lo que me pueda llover.

Pero sin riesgo, ¿se avanza?

Claro, eso es lo que pasa. Es difícil avanzar y, además, no me divierto. Hay muchos aspectos de mi trabajo que no son rentables hoy en día. Uno lo hace por pasión ya y por pasarlo bien también. Tiene que haber riesgo, búsqueda para que el que compra una entrada o un disco reciba también algo de aire fresco en su vida cotidiana.

Los inadaptados, ¿qué vio en esa película de Clark Gable y Marilyn Monroe para escribir la canción?

Son reacciones intuitivas. La he visto varias veces a lo largo de mi vida, y a lo mejor es por la edad, pero cuando la volvía a ver el año pasado me quedé tocado, empecé a entender cosas, signos, señales entre los actores. Lo que antes me parecía un poco deforme empezó a parecerme vibrante y luego empecé a entender. Es como una especie de soltura muy propia de la cultura de mediados del siglo XX, y son como destellos de un siglo que está en llamas y que luego empieza a darse. Esos destellos me quemaron otra vez. Agarré la guitarra y de manera intuitiva el tema salió en pocos días.

Habla de lugares sagrados que pueden desaparecer, ¿ existen?

La tierra existe, hay vida fuera de las pantallas. Claro que sí, Ourense mismo. Todavía los lugares sagrados están en la toponimia y a dos pasos, aunque muchos recubiertos ya de asfalto y cemento. La naturaleza está ahí, aunque parece que estemos empeñados en destruirla, en olvidarnos de ella, pero las energías que envuelven los dispositivos tecnológicos pertenecen a la madre naturaleza y algún día se vengará de nuestros olvidos.

Se preguntaba usted sobre la utilidad de las canciones en el futuro, pero ¿cuál es la que tienen en el presente?

Preservar la memoria de los lazos que restablecen la continuidad de los tiempos. Parece que la actualidad barre con todo, que no se puede pensar más allá de unos pocos años atrás y eso no es cierto. Las cosas funcionan por ciclos, y la actualidad no lo es todo, aunque las fuerzas del consumo nos quieran convencer de que no existe ya otra cosa. Las canciones sirven para recordar que las señales del tiempo a veces vuelven y se proyectan hacia el porvenir. Ocurren muchas otras cosas en el mundo, en el lenguaje, en las palabras, incluso en las personas, y las canciones sirven para condensar esas señales y enviarlas, cuando tienen suerte y sobreviven , hacia adelante.

Como doctor en filosofía, y hablando de la importancia del pensamiento, ¿cómo puede ser el mundo eliminando de la educación esta disciplina?

Es un error tan grave, tan grave que no puede funcionar, es una metedura de pata, Nuestra realidad y nuestro patrimonio histórico está hecho de una tradición humanística. Esas son las fuerzas más poderosas que tenemos. Es el capital cultural con el que podemos negociar de cara al mundo anglosajón y al nuevo mundo y, ¿lo vamos a destruir? No puede ser y además es imposible, por mucho que se empeñen los neoliberales. No se puede ir en contra de la realidad. Un acuerdo nacional sobre la educación tiene que comenzar por incluir las humanidades en la Constitución española.

¿Son buenos momentos para la creatividad artística o hubo épocas mejores?

Siempre son buenos momentos. Sucede que unas veces la actualidad le da más cancha y otras menos, como ahora, donde sólo hay espacio para el concurso televisivo, los realitys o la radio fórmula. Pero la sociedad civil, por decirlo así, sigue buscando ideas, produciendo sonidos, imágenes…Pero hay que buscarlas, eh.

Aún con más medios, ¿es ahora más difícil salir adelante que en los 80?

Sí, porque entonces había un deseo generalizado de novedades y se les daba a los chiquillos la posibilidad de subir al escenario sin haber aprendido incluso el oficio. Ahora mismo por mucho que peleen, los grupos nuevos no encuentran sitio, la actualidad no les deja hueco y lo tienen que buscar a través de Internet, que es un pozo sin fondo que está bien para encontrar cuando sabes lo que buscas, pero no para difundir.

¿Había entonces más libertad a la hora de escribir, de componer?

Igual, creo que las necesidades de buscar medios de expresión son más o menos equivalentes. Es verdad que a veces se producen situaciones paradójicas. En situaciones represivas, la gente creativa se calienta más y empuja más y, a veces, en situaciones de facilidad o de bienestar la gente se adormece y se debilita. Ojo, con eso no digo que nos haga falta una nueva dictadura, por supuesto que no. Lo que nos hace falta es reconocer que la creatividad depende de cierta disciplina y autogestión. Somos nosotros los que nos tenemos que poner los retos sin esperar a que la sociedad, o bien nos reprima o bien nos favorezca y nos subvencione. Yo no quiero ni una cosa ni otra, sino la independencia en los jóvenes para pensar, sentir y abrir camino.

La Movida, ¿está bien contextualizada o se ha mitificado?

Sí, se ha mitificado un poco. La Movida tenía interés como fenómeno histórico, como reflejo de una situación sociológica, en la que una sociedad estaba buscando apertura, necesitaba novedades y relajarse un poco, quitarse de encima tensión, y eso es interesante en cuanto concierne a todo el cuerpo social. Si la reducimos a una serie de personajillos que salen en la tele, pues deja de ser interesante, a mi modo de ver.

¿Qué le parece la moda de los revivals?

Bueno, considerándolo como fuente de inspiración, pues no espero mucho, claro. Pero creo que los grupos y las personas tienen derecho a buscarse la vida y a reciclar sus productos. Aunque si la creación de nueva música, de nuevas ideas en España depende de los revivals y no hay otra cosa, apañados vamos.

¿Y el Nobel a Bob Dylan?

Ni el Nobel me parece tan importante ni a Bob Dylan hay que convertirlo en un problema. Dylan merece mil reconocimientos por su obra en determinados periodos de su vida. Yo desde hace muchos años no escucho un disco de él que me parezca una obra completa. Cuando lo he ido a ver, unas veces me ha gustado y otras me ha decepcionado. Es evidente que él, Cohen, y algunos más, han llevado la canción contemporánea a las fronteras de lo poético, aunque no son poesía estrictamente. Que le den el Nobel o no, me parece demasiado trascendente.

¿Por qué cuando abandonó Radio Futura creó a Juan Perro y no fue Santiago Auserón?

Porque el abanico de posibilidades de búsqueda fronteriza de las músicas que tenía que explorar, no tenía un rostro muy definido y sentí que me vendría bien un personaje, una máscara inventada que pudiera valer para enfrentarse con Juan Zorro, con la herencia medieval gallego portuguesa, con el son cubano o con los bluesmen del delta del Mississipi, por describir los extremos del abanico. Un personaje inventado me venía bien como búsqueda, como proyecto de investigación.

Usted afirmó que dejaba las multinacionales para ser más feliz y libre, ¿lo ha conseguido?

Sí, debo decir que si. También es cierto que todo en la vida se paga. Yo experimento ahora mucha más dificultad para sacar las tareas adelante, ya que somos un equipito pequeño e independiente de cuatro personas. En los últimos años, me han planteado la posibilidad de volver a colaborar con algún sello y me lo he llegado a pensar, pero cuando me siento en la mesa de negociación y escucho, vuelvo a mi casa y me digo: "No. Juan Perro sigue por el camino que te has marcado que es el camino correcto". Cuesta más, pero me siento mejor.

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