Si ejerciéramos de flâneur por el Ourense medieval aferrados a la luz de un candil, nuestra actividad sería sospechosa, y nuestro ocio, peligroso. Pero paseamos -hoy- donde todo es artificio, alejados de las velas o las lámparas votivas. Oficio de paseante con la mirada a ras del empedrado. Las fronteras se diluyen, como si la niebla tan ourensana elevara nuestra imaginación. Calles estrechas, plazas empedradas, casas de piedra y madera que nos demuestran lo que han sido siglos de historia.
El Casco Histórico resiste de milagro, a veces incluso soportando fachadas con un gran armazón de hierro. Pero la malla urbana de aquel Ourense medieval era escueta, y su pegada visible. Plazas con sabor y olor -Trigo, Flores, Sal-, comercio en exclusiva. Ourense medieval donde la toponimia apuntaba origen. Praza do Campo (Mayor), Aira, Curral, Eironciño; o la declamación casi poética del callejero: peligro, olvido, desengaño, amargura. Desde estas calles si nos elevamos unos pocos metros percibimos el perfume del campo, un marasmo de huertas que aún perduran; restos de una muralla -mental y física- que separaba lo rural y lo urbano como quien dispersa la vida entre dos cuerpos siameses.
Al Medievo
Calles estrechas, empedradas, donde los edificios son la muralla. Ourense -s.XV-, ciudad de raigambre y señorío, donde el mundo feudal se rinde a las “modernidades” burguesas, pero el Estado Moderno está por llegar. El poder es un equilibrio imposible entre la Corona, en su figura del corregidor; el Concello -nutrido de burgueses-; el señorío episcopal, y el poderoso Cabildo, los verdaderos dueños del escenario, sin eufemismos. Calles estrechas. Casas humildes, con sobrado y planta baja, en muchas, lugar de trabajo; pequeños comercios, talleres artesanales e innumerables tafonas; hoy no resiste ninguna. Casas humildes, recogidas, como si la sencillez fuera un sentimiento, y casas alarde de pertenencia social, como la del insigne García Díaz de Cadórniga, noble con pretensiones, regidor de la ciudad (1431-1440), quien se enfrentó al poder episcopal y al propio Concello, en su nombre y en el de la Corona. Al pasar por Pena Vixía -Hernán Cortés- imposible no mirar de soslayo a la filigrana del arco apuntado encima del portalón de su vivienda; en lo alto, el escudo familiar.
Ciudad de puertas: fortificada. La Catedral era una fortaleza; de la Abadía de la Trinidad resaltan sus torres, el palacio episcopal, un recinto militarizado.
Imágenes eróticas realizadas en la oscuridad del medievo
Todas las civilizaciones han representado el sexo de manera más o menos explícita, algunas hasta sonrojante. Sorprendente encontrar en la Catedral, en medio de un período oscuro donde la mano de la religión era poder y no un apartado espiritual, entre las arquivoltas y capiteles bien decoradas, licencias onanistas como la de la imagen de la puerta sur o una más explícita en la fachada norte.
Abadía de la Trinidad, Plaza de la Trinidad y portalón del antiguo hospital de San Roque
En 1422 la peste ganó protagonismo, las puertas de la ciudad se cerraron. Una imagen, la de San Roque, el santo peregrino y de la peste, muy venerado en Ourense -fiestas patronales en su honor hasta 1901- preside el pórtico renacentista del antiguo Hospital de San Roque reubicado en el atrio de la Trinidad, en 1927. En todo ello tomó parte la Comisión de Monumentos. La valiosa pieza de lo que queda del antiguo hospital está orientada a una plaza inclinada repisada con cantos de río y morrillo, a imitación de los suelos medievales elaborados con figuración geométrica; aquí todo es más sencillo y espartano. La antigua plaza del Rastro languidece hoy como otros espacios.
El s.XV fue todo conflicto, la Catedral sufrió los desencuentros en su fachada norte y en la capilla de San Juan, que tuvo que rehacerse en esa belleza flamígera que hoy tenemos. Y mientras tanto el pueblo, entre diezmos, rentas y tributos, a lo suyo: a la vida. Recogidos, y a la luz de una vela, aferrados a la oscuridad del medievo.
Comunidad judía activa y presente hasta su expulsión
No era una comunidad tan prolija como en Ribadavia, ni existía un barrio judío pero sí hubo presencia en varias zonas, la más significada, la rúa Nova -Lamas Carvajal- donde se presupone estuvo la sinagoga, entre el callejón del Liceo y los bajos de Santa Eufemia.
Díaz de Cadórniga, una estirpe activa y belicosa en la lucha por el poder local
Originario de Tierra de Campos, aunque todos fueron muy activos, fue García Díaz de Cadórniga, noble bien emparentado y belicoso, quien se llevó la palma.
Tras de sí, muestra de la encarnizada lucha por el poder entre nobleza y clero, asedio a la Catedral incluido, la muerte del obispo Francisco Afonso en el Pozo de Meimón, en 1419.
Una ciudad fortificada con torres y puertas de acceso
De los vestigios defensivos (torres y puertas) que restringían el acceso sólo hay restos. El más significado -Porta da Aira- es una pilastra sujeta a la base de un edificio, en un entorno mugriento. Las puertas controlaban los accesos y en períodos insalubres, la proliferación de enfermedades. La ciudad no tenía una muralla como tal, salvo leves muestras.
Ponte Pelamios, la tragedia del Barbaña
La ciudad antigua miraba desde el Barbaña en dirección al Montealegre.
En Ponte Pelamios, un puente medieval, junto al jardín de los “Baños de Outeiro” del que queda el arranque. Para llegar hasta allí, un camino de “coios” que cuando el sendero está limpio invita a imaginar.
El puente se lo llevó por delante la riada de un 14 de julio de 1945.
Asedio a la catedral y lucha por el poder de la ciudad
1471 es una fecha ingrata en el almanaque, superadas las revueltas “írmandiñas”, la lucha por el poder entre los señores de la ciudad, Pedro Álvarez Osorio, conde de Lemos y los partidarios del conde de Benavente, culmina con el asedio a la Catedral. Dañada la portada norte y destruida la capilla de San Juan, se reconstruyó en un gótico flamígero impresionante.
Plaza de la magdalena, el cementerio de la ciudad
La primigenia catedral era la de Santa María Nai, no la edificación actual, barroca, sino una anterior, suévica, de la que quedan unas columnas. En un lateral, un cementerio junto a la Plaza de la Magdalena, donde hubo capilla. Santa María Nai es la patrona de los sastres, no es de extrañar que entre las lápidas surgidas tras una excavación se reflejen símbolos del gremio.
