MIGRACIÓN

La seguridad de la ciudad y el acceso a medicinas atraen a los venezolanos

OURENSE. 25/01/2018 FEVEGA, Asociacion de Venezolanos en Ourense. Foto: Miguel Angel
photo_camera Recién llegados y trabajadores de la oficina de ayuda al venezolano de la ciudad pasaron una tarde en familia, ayer en compañía de La Región.

La crisis política y social en el país sudamericano provoca la llegada de personas universitarias pero dispuestas a "lo que sea"

De todas las edades pero con preparación universitaria. La inmigración venezolana en la provincia se recrudeció el pasado año con casi 400 nuevas llegadas y ha comenzado 2018 aún con más intensidad. El perfil no es el de la clásica persona con pocos recursos y poca ambición. Entre estos "nuevos" ourensanos hay arquitectos, ingenieros, profesores, militares... "Se están abriendo bastantes negocios de venezolanos en la ciudad, en los últimos tres meses yo ya sé de seis", explica el coordinador de la oficina de ayuda al venezolano, José Reza.

"La gente no se va del país por el dinero, sino por pura supervivencia y con la intención de garantizar su vida y la de los suyos", explica Samira Mubayed, arquitecta con su vida al otro lado del charco que dio el "terrible" paso de dejarlo todo allá y venir a Ourense, aprovechando que si hija estudia aquí en la universidad. Ahora, está dispuesta a trabajar "de lo que sea" con tal de recuperar la tranquilidad. Aquí podrá tomar con más facilidad las pastillas para las tiroides. "Allá no las consigo, por eso me vine", añade.

Violencia

El perfil de los recién llegados es muy variado, aunque hay casos que rompen el corazón, como el de Rhonny Finol, que llegó a finales de 2016 con una de sus hijas, a la cual sacó a través de Colombia. "Las otras tres salieron por Panamá y les tuvimos que cambiar mi apellido", explica compungido. ¿Por qué? Finol era militar en su país y quiso dejarlo. "Me tacharon de desertor", explica. Las marcas en sus piernas son testigo de su experiencia. "Mis compañeros me las intentaron cortar con un machete mientras dormía. Tuve que escapar", relata.

¿Por qué recaló en Ourense? "Ya conocía España de estar en 2005 y me vine a esta ciudad, pequeña pero acogedora", cuenta. Dice que en un año todavía no ha sido capaz de encontrar trabajo. "Ya me ha llegado una orden de expulsión, pero no me puedo volver allá, me podrían matar".

Historias terribles

Las historias son a cada cual más cruda. María Gloría García nació en A Coruña pero con siete años se marchó a Caracas. Atendió la llamada de su tía, residente en Ourense, y el pasado mes de octubre llegó a la ciudad. "El problema es que estoy de prestado. Vine pensando que cobraría la ayuda de 426 euros a los inmigrantes retornados pero piden un año cotizado de los últimos seis. Cúal fue mi sorpresa al comprobar que la empresa en la que trabajaba allá me había estado retirando la cotización en la nómina pero después no la ingresaba en la Seguridad Social. Trabajé y no tengo cómo demostrarlo", explica. Sobre la pensión venezolana es tajante: "Es de 350.000 bolívares, solo te da para un kilo de arroz".

Su situación no es tan mala, dice, pues cuenta con DNI, tarjeta sanitaria y está como demandante de empleo. "Otros no tienen ni documentación", aclara. Aún así, si no encuentra un trabajo "me tendré que volver, y eso es feo".

José Ignacio Macías, de padre celanovés emigrado, y su novia, María Isabel Quintero, llegaron el pasado noviembre, El primero posee un hotel al otro lado del charco y ella es química. Lo dejaron todo. "Hace unos años había hecho un máster en Madrid, pero nunca había pensado en vivir en España. Pero no tuve más remedio", explica. "Ahora queremos emprender", añade.

Otros casos son los de Amarelis de López, que se vino arrastrada por su madre, o Johana Fernández, profesora en Venezuela. "Ganaba menos del sueldo mínimo, pero ese no era el problema. Me vine por la seguridad de mi hijo y por mi enfermedad", aclara. 

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