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Centenarios en Ourense: unos sobrepasan los 100 y otros los cumplen

Margarita Escudero, una centenaria de lucidez y actividad.
photo_camera Margarita Escudero, una centenaria de lucidez y actividad.
Margarita trasladó sus lares a la ría de Arousa como recuperando las esencias marinas de una familia notable de O Grove

Vilcabamba, valle sagrado en quechua, en Ecuador, a 1.700 m. de altitud, renombrado por sus centenarios, además de por su clima, sus aguas límpidas y su producción frutera, o ese Japón del pescado y la cultura zem, los cuales si no se ven superados si empatados por este nido de supervivientes más allá de la centena que es Ourense donde en las esquelas gran parte de los idos sobrepasan los 90. Aun hasta no hace mucho, allá por los 50 del pasado siglo, pocos se jubilaban. En esta misma casa cuando alguno alcanzaba el retiro se juzgaba un privilegiado de la naturaleza; así que los que rebasaban los sesenta años entraban en la categoría de ancianos o de senescentes; es más, leí titular periodístico de un accidente en el que viajaban personas frisando los sesenta que decía más o menos: se despeña un autobús cargado de ancianos en As Estivadas; seguías leyendo y redundaba: los ancianos, víctimas entre los 45 y los 60.

La vitalista Esperanza Cortiñas, a la que hasta sobra el apellido de referencia por lo conocida que es esta pontina que con 106 a cuestas lo hace todo: anda por su propio pie, viaja de uno a otro extremo de España, inaugura la lucería urbana, dijo unas palabras, creo que se fue y vino andando cuando se le ofreció un coche para llevarla; es un compendio, también de suerte, el de Esperanza, de cómo llegar a centenaria sin otros achaques que esos que se nombran cuando te preguntan qué tal los análisis y tu respondes: “en general bien, pero no entremos en detalles”. Acaso a ella ni los detalles la ronden.

La animosa Margarita Escuredo que sempiterna vecina del parque de San Lázaro cuando su marido Pepe Conde Corbal, pontevedrés de nacimiento, compartía tertulias con Vicente Risco y era uno de nuestros grandes pintores, va a cumplir en unos días los 100 años en su retiro de Vilagarcía en pleno uso de sus facultades, pero me dicen que además de cocinar, hace las cosas por sí misma, sale, mantiene ese carácter distendido y acogedor y es capaz de reunir a su más que numerosa familia de once, que ahora diez hijos, notables continuadores de la saga familiar, para darles una fiesta gastronómica elaborada por ella misma, donde sus hijos se afanarán en servir sus exquisitos platos. Conde Corbal, su desaparecido marido, entre otras obras, publicó en ese” Orense perdurable” con pies de Vicente Risco, todos los paisajes urbanos posibles de nuestro Orense antiguo. Margarita, cuando viuda, trasladó sus lares a la ría de Arousa como recuperando las esencias marinas de una familia notable de O Grove que poseía la mayor enlatadora de pescados de la ría, Conservas Escuredo, y señera casa en el centro de la villa.

El “desterrado” Adolfo Rego me envía una felicitación navideña desde A Ramallosa, a donde se trasladó hace unas cuantas décadas. Cual celoso vecino preservador de pequeños alados, que él defendía infundiendo más autoridad que miedo a los que andábamos a pedradas o con nuestros tirachinas, con la liga o con las llamadas rateras que quebraban las patas del pajarillo atrapado, que generalmente eran pardaos o gorriones que por bandadas estaban al pie de cada casa a la búsqueda de restos generalmente de las migas que del pan se desprendían. Él con Luis “Cazón” fueron los más grandes defensores de los pájaros, desde O Posío a Valenzá, porque más territorio no podían abarcar. Hoy nadie se atrevería a matar pájaros con una escopeta de balines, pero antes sí cuando las armerías las vendían. Adolfo, el defensor de los voladores, fue un gran pescador de truchas y bogas no solo del Barbaña o del Pontón sino del Arnoia, allá por Pontegrande. Acaba de cumplir los 100 con más lucidez que movilidad lo que no le impide trasladarse en su coche por Panxón, Ramallosa o Bayona o aún más allá. Espero que me siga enviando postales navideñas manuscritas con primorosa letra desde la mar donde su salud más preservada que en estos rigores del interior, por más que sus lares le tiren.

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