Pasó lo que pasó

¿Somos novios de la muerte?

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Noviembre arranca siempre con el color de los crisantemos y las invocaciones a los ausentes. Ourense mantiene su fe y tradiciones, diríase que su noviazgo en una sociedad de sepulcros blanqueados

Hay que poner una placa en la estación

Hubo motín en el tren que une Carballiño con Compostela. Los viajeros, hartos de emular a Phileas Fogg en su deambular por el mundo en ochenta días, han dicho basta. Hemos lamentado en textos semejantes que las situaciones lacerantes se tapen siempre con el manto oscuro de la mansedumbre, pero no fue el caso, afortunadamente. Lo de los usuarios del ferrocarril no alcanzó la entidad del Motín de Esquilache, pero sí ha obtenido eco mediático. Ahora tan de moda, los viajeros han logrado el despertar de los medios en su relato de víctimas de un servicio mejorable como mínimo. Han conseguido extender el conflicto más allá de los límites ourensanos, como quiere hacer el independentismo catalán, a la espera de un titular en un periódico de Sidney, como si convenciendo allí se venciese aquí. Pero esa es otra historia.

El relato va de una RENFE presta para los recortes, lenta para la modernización del material. Ávida en los cierres de las ventanillas de los billetes, tosca en la reparación de las molestias causadas. Todo ello en una provincia que a veces despierta de su somnolencia, pero que sus reflejos no llegan a contagiar a sus representantes públicos, escondidos tras la cortina de la vergüenza porque en las infraestructuras han mandado casi todos. Todos nos hemos embobado con el debate del AVE, ahora avivado por puro interés electoral, y hemos olvidado el tren de toda la vida. Nos hemos quedado con Andrés Dobarro, cantando al tren que me leva pola beira do Miño. A este paso el tren convencional será objeto de museo, pasará a ser una pieza más en este centro de interpretación en el que corremos el riesgo de convertir a Ourense. Habrá un centro de interpretación del tren, otro de la escuela, del centro de salud, de la entidad bancaria, de la farmacia, de la tienda, de la panadería… De la raza ourensana. Habrá, eso sí, una vía de negocio para los guías turísticos que enseñarán a generaciones venideras que allí, en la estación de Carballiño, hay una placa que dice: “a los usuarios del tren, que se amotinaron hartos del pésimo servicio”. 


Nombres con o sin apellidos


Vivimos en el Ourense de las personas, no en el de las siglas y las instituciones tomadas por residentes mejorables. En el Ourense de las imposturas y componendas. También es el Ourense de las individualidades, ese unipersonal que es capaz de todo (muchas veces fuera de aquí), incapaz de ser eficaz colectivamente. El de las calles con nombres de personas, con pocas placas a la consecución del procomún. Ourense es como un gran equipo, admirado más por sus individualidades que por el juego en equipo. Este periódico aborda con intencionada terquedad derivas socioeconómicas que fijan la retina al papel pero, una vez levantada la vista, la vaporosidad institucional nos hace la de la mantis religiosa. No citaré plúmbeas estadísticas ni sesudos análisis a los que algunos estamos obligados por prescripción profesional. Sí traigo dos situaciones de esta misma semana: El Concello de Ourense no da gastado las subvenciones a la rehabilitación urbanística porque no hay quien las pida y el Igape tiene líneas de ayudas a la digitalización (entrene la palabra, que le hará falta) de las empresas pero solo el 12% de las solicitudes vienen de Ourense. Las administraciones nos han hecho yonquis de las dádivas y ya ni eso funciona aquí. Individualmente los ourensanos pueden tener de apellido Barreiros, Franqueira o Domínguez. Como sociedad, apenas un diminutivo. O un apodo. 

Ella, corajuda, le espetó: "¿Por qué eres tan mentirosa (...) qué sinvergüenza y miserable eres (...) te debería dar vergüenza". Levanté la vista para cerciorarme de que no estaba leyendo en este periódico la sección de televisión, una crónica sobre un encontronazo de altaneras en "Mujeres, Hombres y Viceversa". Cierto, estaba leyendo un texto de Pablo Galán sobre el arranque de una nueva campaña electoral que reproducía la supuesta cortesía de una veterana diputada que quiere seguir a otra que también quiere continuar cobrando más de 5.000 euros al mes. Arrancaba la campaña electoral y el periódico había citado a quienes desde los más variopintos planteamientos prometen sacar a Ourense de la zanja, una promesa inédita, por otra parte. Se trataba de un posado fotográfico, una escena de guante blanco, pero fue suficiente para que la tensión creciese y los espumarajos asomasen por la comisura de los labios. En el titular de la información principal en la que se refería el incidente se decía: "Los partidos arrancan la campaña en lucha con el hartazgo del votante". ¿Hartazgo? Esto se acaba aquí, sino iba a explicarles a ustedes cómo de hartos nos llegan a tener estos y estas tunantes y tunantas.


Toda una vida para cortejar a la muerte


La muerte está tan viva en Galicia porque, temiéndola, la cortejamos en vida. Ahorramos para féretros y moradas eternas. Nos distinguimos, como en el hábitat terrenal, por la suntuosidad de los panteones. Las sepulturas pueden mover marcos en la leira, las lápidas adosarse a templos con el máximo grado de preservación monumental que no pasa nada. Los cementerios, algunos, tienen mejores vistas que las soluciones habitacionales en vida. Las pólizas de seguros de vida lo que cubren es el óbito. La muerte, siendo el fin, parece ser un noviazgo de cortejo eterno.

BELESAR (CHANTADA) 28/10/2019.- Escenarios para morirse en la Ribeira Sacra; al fondo el Miño.. José Paz


El portafotos


Dice la tradición que en la víspera de la fiesta de Todos los Santos procede representar la obra Don Juan Tenorio, de Zorrilla. Por la comarca de Monterrei llevan en gira varios meses con las andanzas de un jeta al que este periódico ha bautizado como el Don Juan de Verín. Carlos Javier, que así se llama,  ha ejercitado sus dotes de chamán y engatusó a una paisana de Cualedro prometiendo amoríos y felicidades novelescas. Ella dejó familia y hacienda y le siguió como un ser abducido. O como un zombi, por seguir con la comparación propia de difuntos. No era su primera víctima porque en el curriculum traía reclamaciones por estafas a otras mujeres en otras partes de España.

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Se las daba de galán pero en el fondo sus maneras no pasaban de las de un chamarilero. Eso sí, con las arteras formas de un caduco seductor. Le echaron el guante y ahora tendrá que rendir cuentas ante la justicia. Mientras medita sobre sus acciones y da explicaciones puede dedicar tiempo a la lectura del Tenorio. Esta cita le viene bien: "Por donde quiera que fui, la razón atropellé, la virtud escarnecí, a la justicia burlé y a las mujeres vendí. Yo a las cabañas bajé, yo a los palacios subí, yo los claustros escalé y en todas partes dejé memoria amarga de mí."

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