El sur del Casco Vello: “No somos un barrio de segunda"

El casco vello ourensano, históricamente el más populoso de los barrios históricos de Galicia, ha sufrido durante los últimos años una pérdida constante de habitantes, y los residentes que quedan se cruzan cada día con cientos de locales vacíos. Esta realidad ya afectaba al comercio de la zona en 2019, cuando cerraron sus puertas decenas de locales, como Prado Interiorismo, con cuatro décadas de historia. Ya entonces la Federación galega de Empresas Inmobiliarias contabilizaba 225 locales vacíos en la zona sur del casco vello, y por encima del 60% de establecimientos cerrados en calles como Cervantes y Colón, pero ahora la situación se agrava debido a las consecuencias de la pandemia. Mientras rúa do Paseo, dotada con establecimientos de grandes franquicias, resiste la embestida, la zona sur se lleva la peor parte. Los locales con cartel de 'Se alquila' son gran mayoría. Bajos como los que acogieron a la tienda de muebles Primittive Ourense, la Mercería Mavi o Confecciones San Marcos siguen aguardando a un nuevo dueño. Algunos bajos comerciales acumulan décadas clausurados sin que lleguen nuevas iniciativas. Muchos llevan tanto tiempo cerrados que no queda un indicio de los negocios que fueron. El abandono del casco vello se aprecia incluso en los carteles de las calles, que poco a poco pierden las letras de su nombre, con una rúa do Vilar convertida en Ilar y la "r" a punto de caérsele a rúa Colón. También las calles Marañón y Don Pelayo quedaron incompletas. Mientras tanto, los establecimientos se buscan la vida como pueden. En el ambiente de clausura quedan algunos rayos de luz, como Comestibles Sabores (Rúa Colón, 28) o el estudio Serie Z Tattoo, donde ya solo trabajan a domicilio. Las calles hablan, con carteles de la asociación Autónomos Unidos Para Actuar donde reclaman que "no somos trabajadores de segunda" y mensajes en las paredes como "esto non é sentimento, esto é unha puta sangría". Y también se expresan los empresarios. Candi Yáñez, de Café Bran (Rúa Xerónimo Feijoo, 17) , reclama que"falta información do que podemos facer contra o bichiño. Machácannos sen motivo, cando os contaxios veñen das festas ilegais. Non informan nin dos pasos que nos van obligar a dar. Os políticos só dan paus. Non sei que se podería facer para salvar este barrio". De igual modo, Juan Carlos González añade desde Mesón Do Vita que "las cafeterías sin terraza están en una situación crítica". Considera injusto que los locales como el suyo puedan atender en el interior y los bares no: "Guardando distancia deberíamos abrir todos". Sobre la situación de los locales, reconoce que "la gente lo intenta, pero te viene una ola de estas y cómo lo vas a aguantar". Es una reacción en cadena: "Si nosotros no tenemos trabajo, los comerciales van al ERTE". El vecino Carlos García-Manzano subraya cómo "la hostelería no tiene la culpa y se le está castigando, masacrando a las familias que viven de ella de una manera vil". Y advierte: "La gente joven no se da cuenta de que puede matar a su padre, a su madre, a sus abuelos". Bolardos En cuanto a la bajada de los bolardos del casco vello, una de las propuestas principales del alcalde Gonzalo Pérez Jácome, quien incluso calificara de "día histórico" su eliminación, los vecinos consideran que el nivel de tráfico en la zona no ha cambiado. "Más o menos hay el mismo que antes, solo entran los que viven. No es un coladero", destaca García-Manzano. "Como ha coincidido con la pandemia, no se nota ninguna diferencia", reitera la vecina Paz Santos. Este fin de semana se vieron pasar principalmente repartidores en moto y coches de la Policía Local vigilando el cumplimiento de las medidas.