“The Last Dance" de los Vinos

La noche del sábado sonó a despedida. "Esto sí que es The Last Dance" bromeaba uno de los míticos del Casco Vello, haciendo chance con una de las series que lo peta en Netflix. Para muchos locales, quizás fuera la definitiva. "Muchos no volverán a abrir. Yo tengo un curro temporal, y aguantaré. Pero como lo pierda, el pub se va al garete", confesaba un hostelero de la calle Luna. "Yo creo que volvemos en octubre"; "Qué va, hasta Navidad no nos dejan"; "Ni de coña, ya te digo yo la fecha, el 7 de enero, no nos van a dejar antes por las cenas familiares"... Varios de los dueños de pubs de rúa Pizarro hacían sus cábalas a primera hora. Nadie sabía cuando podrá volver al ruedo, o si llegará a hacerlo. Por eso no se desperdició ni un ápice. Calle de los Vinos, en la despedida. "Voy a aprovechar hasta el último segundo", prometía uno. Y así fue. Algunos apuraron las copas, estirando el horario lo máximo posible, evocando a tiempos pasados: "Hay ganas de fiesta y puede ser mi última noche. Lo siento, pero hoy lo merecemos". Sin esconderse para fumar En el último pasodoble del copeteo de los Vinos parecía no imperar la ley. La famosa nueva orden antitabaco, tampoco. Algunos se esforzaban en guardar las distancias, pero la avalancha de fumadores a las puertas de los locales impidió guardar los dos metros. "La gente hoy va desfasadísima", confesaba uno de los porteros veteranos. A más de uno le tuvieron que dar puerta. Otros cobraban entrada a la entrada: 6 euros, con consumición, sea un agua o un Puerto de Indias. "Es la última noche, tenemos restricción de aforo y no puedo arriesgarme a que entre un grupo de cinco y solo consuma uno", justificaba el dueño de un garito pasadas las 3 de la mañana. Alguno confesaba llevar uno de los fines e semana más gloriosos: "Si hubieran sido todos así, llevo mil euros entradas". La fiesta fue explosiva, aunque sin jaleos. "Es la última, hay que darlo todo", celebraba una joven 'a grito pelao' pasadas las cuatro de la mañana. En la calle, aglomeraciones, en los pubs, menos. "Esto es lo que hay, nosotros hemos hecho todo lo posible, aquí el aforo está milimetrado, pero si la gente no se comporta, qué culpa tengo yo", lamentaba otro de los dueños. Dinero invertido, algunos con la mercancía recién comprada, otros con sacos de hielo que se han quedado en el tintero. "Yo mañana doy de baja la luz y el agua, a mí no me toman más el pelo", gruñía otro. Tocaba cierre, al fondo, hacia As Mercedes, se monta gresca. Se escuchan un par de guantazos. La gente que espera por su kebab observa la trifulca. "Al final, hasta voy a echar esto de menos", sugería una joven. Los propietarios cierran las persianas. Miran con nostalgia a los últimos resistentes en las calles. "Hemos hecho lo que nos mandaron, siempre. Ahora, que sea lo que tenga que ser".