crónica

Los últimos pastores de montaña

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photo_camera El pastor Francisco Rodríguez, con su rebaño de cabras y ovejas. (J.C.)
Francisco Rodríguez Rodríguez es uno de los tres pastores que continúan cuidando ganado en Manzaneda. Lleva más de mes y medio viviendo en un curro, esperando una nieve que cada vez escasea más.

El curro de la Chaira das Lamas carece totalmente de lujos. Un pequeño chozo de piedra sirve de cocina, sala de estar y dormitorio a Francisco Rodríguez Rodríguez, uno de los tres pastores que aún atienden el ganado de Manzaneda. Son los últimos en una zona donde "éramos un rebaño", según comentó este jueves el pastor de la aldea de Rozabales.

En la reducida vivienda, que el pastor ilumina gracias a un generador instalado en una pequeña caseta exterior, guarda los alimentos, una pequeña cocina, la nevera, un aparato de televisión, una mesa y el catre donde duerme. En resumen, lo más básico para continuar con una actividad que, según explicó, "vai dando para vivir".

Son 32 años los que lleva dedicado al pastoreo. Tuvo como maestros a su padre, con 98 años, y sus tíos, que también tuvieron ganado. Su figura ya forma parte del paisaje espectacular que ofrecen los montes de Manzaneda. Son muchos años; tantos que Francisco ya no entiende la vida sin sus reses y el contacto con la naturaleza. "Se me falta isto non son ninguén", aseguró el veterano pastor. Atrás quedan los tiempos de la "veceira", cuando también cuidaba las reses de otros vecinos y estos lo acompañaban, turnándose en función del número de reses de cada uno. Sus acompañantes vendieron el ganado y ahora el pastor vive solo en estos montes del Macizo Central. Su pasión por la soledad no evita que de vez en cuando precise el calor de otras personas. Cuando esta necesidad lo vence, no lo duda; deja el rebaño al cuidado de los perros y se acerca al pueblo.

"Nunca tiven medo. Fun criado na serra"

Asegura no tener pastores manzanedamiedo y apunta al lobo como el mayor peligro que afronta. Su infancia discurrió en estos montes, que conoce como las palmas de sus manos. "Nunca tiven medo. Fun criado na serra de pequeniño", explicó. Ya de niño conoció el aullido de los lobos, pero siempre confió en sus perros. Son seis y entre ellos hay mastines de gran envergadura, que por sí solos se bastan para detener cualquier ataque. Son fieros con la fauna salvaje pero dóciles y mansos con las personas. Francisco explicó que no pueden ser agresivos pues muchos visitantes de la estación de montaña se detienen a ver el ganado. Comentó que sus canes se vuelven locos por jugar con los niños.

No todos sus perros están preparados para frenar los ataques del lobo. Su rebaño está formado por 300 cabezas, en su mayoría cabras, aunque también posee ovejas. Mover todas estas reses es un trabajo duro, que realiza a las mil maravillas su ejemplar de collie. Es el que asume la vigilancia del grupo y le devuelve aquellos animales que se salen de él.

Después de más de tres décadas en los montes de Manzaneda, el pastor de Rozabales es fiel testigo de los cambios registrados desde que comenzó su vida de pastor. Quizá, los que más le preocupan son los climatológicos. Francisco llevó a sus reses a la sierra cuando comienza el verano y vivirá en el el curro "ata que me bote a neve". Sin embargo, las nevadas cada vez tardan más en llegar y ya le están haciendo esperar demasiado

"Antes nevaba e chovía no inverno e o gando bebía onde quería. Agora nin neva nin chove e os animais teñen que vir ao curro a abrevar", dijo.

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