AGENDA

Un gran acebral gallego

Acebral de Trasbar, en Xistral.
photo_camera Acebral de Trasbar, en Xistral.

En la serra do Xistral, en el Cantábrico, comienza la llamada dorsal galaica, esa cordillera que a modo de columna vertebral atraviesa toda la comunidad

Canta el cuco (cuculus canorus) y se deja oír en el montaraz medio, menos en los ciudadanos arrabales. Es campestre esta ave migratoria que se nos aparece por abril y se va en septiembre. Es el ave que menos trabajo tiene en la crianza, o ninguno; se limita a dejar un huevo en cualquier ajeno nido de pasariforme de hasta un casi centenar de insectívoras especies, que ni tiene que incubar, ni menos alimentar; así que incubado por el hacedor del nido, pronto saldrá del huevo para arrojar fuera de él a los polluelos descendientes de la incubadora, quedándose él como dueño y siendo alimentado por un ave a la que a veces dobla en tamaño sin que ésta se aperciba de la anomalía. Este es el cuco; de ahí la palabra incorporada a todos los léxicos para designar a un tipo agudo y aprovechado. Mientras tanto nos quedamos con su canto en el bosque como confirmador de una primavera que despunta en su esplendor porque a los floridos árboles le suceden los arbustos y las campestres flores van alternándose hasta la otoñal arribada.

Con este panorama me voy por la serra do Xistral, en el Cantábrico, que es donde comienza la llamada dorsal galaica, esa cordillera que a modo de columna vertebral atraviesa toda la comunidad. Hoy invadida toda la costa, de Ribadeo a A Guarda, por el eucalipto, esa madera de rápido crecimiento, que  deja el suelo sin nutrientes, tamiza la tierra con sus taninos dejándola improductiva, drena los terrenos hasta dejarlos exhaustos y bajo ese bosque no medran si no algunas clases de helechos y algunas plantas más. Una ruina para la tierra. Basta contemplar un corte o talud donde haya eucaliptos para ver que el humus empobrecido. Pero es que estas plantaciones dan beneficios mientras funcionan las papeleras de Pontevedra o Navia o las más lejanas portuguesas. Las comunidades de montes a la vista de los enormes beneficios ya cuentan con grandes maquinarias para talar, replantar, transportar. Es como la industria de la pizarra que hace un espectacular despliegue de maquinaria de un carísimo coste, por lo que se adivinan beneficios extraordinarios a costa de empobrecer la tierra haciendo evidente el pan para hoy, hambre para mañana. Esto viene a colación porque de montaña por aquella costa cantábrica así como la atlántica, milagro es encontrar algún bosque de frondosas, de tanto colonizada como está por este monocultivo arbóreo,.

Ahora ando por ese paraje con ese incomparable y mentado acompañante que es Modesto Sánchez Casás, un marinero que fue, de esos que navegaban hasta el Gran Sole (que realmente es Gran Pescado y no Sol, como de ordinario se cree, lugar del océano Atlántico cercano a Irlanda; por otro lado, brumoso), buen buceador, manitas de lo que se presente, agricultor por cuenta propia en horas libres, entusiasta de casi todo, ahora de tanta afición montañera que uno creería no poder rivalizar con él, al menos en tan rebasado entusiasmo, que cuando vamos de reposado caminar pista adelante, nos encontramos con una poco más que cría de víbora de Seoane bajo el eucaliptal, algo sorprendente en ese ambiente donde uno jamás se ha topado con bicho viviente (donde la Xunta se empeña en poner carteles de "Fauna Protexida"; será para tomarnos el pelo y creamos que hay vida animal bajo el eucalipto), si acaso algún corzo que al paso se introducía en el cercano pinar; volviendo a la víbora que enroscada en si misma vamos apartando de la pista no sin que se revuelva alzando la cabeza, enseñando su bífida lengua en un desafío que demuestra que los culébridos, cuando son molestados, se hacen agresivos. La apartamos por fin; fue fácil convencer a Modesto de dejarla irse como de rositas, aunque fue fácil persuadirle de que hay que dejarla, aunque con ese temor de que pueda inocular su veneno a cualquier otro transeunte inadvertido.

Este amigo Modesto, que me acompaña, me dice que de pequeño no recuerda que los eucaliptos colonizaran el paisaje; si acaso algunos ejemplares dispersos. Le digo que nosotros, los ourensanos, liberados de la plaga…de momento. Recordamos que esos árboles de origen austral, como las acacias del género mimosas, cuando empiezan como manchas, se expanden colonizando a una desacostumbrada velocidad por estos pagos.  Y uno que observa, confirma lo dicho porque debajo de las mimosas arbóreas cada poco brotan centenares de plantones de las semillas, que si se dejaran expandir, en pocos años la invasión incontenible.

Con este amigo llegué al mayor bosque de acebos del noroeste, creo yo, con la salvedad de los acebrales del Rocín y del Figueiro en O Invernadeiro, acaso de más gruesos troncos, o sea con más centurias encima, pero sin la extensión de este joven y denso acibeiral o acebral. Este bosque que se disputan  por esas sierras do Xistral  el municipio de Cervo que quiere reclamarlo para si, pero la cercana parroquia de Trasbar se lo apropia; es de difícil localización y pasma como presionado en sus lindes por el acosador eucalipto, parece resistirse a ser invadido, pero, claro, ve su expansión frenada porque imposible prosperar en tierras de eucaliptos, que aunque talados, rebrotan, pero es que, además, replantan una y otra vez. El cinturón de "aceviños" o "civeiras" no se cree resista mucho al invasor, porque del humano, por apartado, poca agresión esperará. Un acebral por cuyo tronco trepan las hiedras como lianas en algunos ejemplares, envolviendo el bosque de magia. No vimos las huellas del lobo, que, al parecer algunos ejemplares por allí moran en esta sierra do Xistral, pero sí a los buitres alzándose por las cercanías  del Cuadramón, a 1.057, o del Xistredo, otra elevación aún tan significativa, a 1.032 m. porque hay que señalar que ambas destacan en un paisaje de redondeados montes.

Te puede interesar