rutas de val e montaña

Una mirada a la otra Trevinca

Trevinca
photo_camera Laguna glaciar de Ocelo que con la de Carrizais y Laceiras forman parte de esta ruta.

Una subida que arranca en cancela que debe abrirse y cerrarse y una térrea pista para todoterrenos adentra en ese bosque de carballos y abedules

Nos descolgamos a las puertas del ataque a la Trevinca desde el oeste. El punto de partida es Vilanova, del concello de A Veiga, y desde allí mismo se puede ir a la cima y esta era nuestra intención, pero frustrada por el amago de tormenta que se cernía y mis colegas de bota no lo pasan bien bajo el trueno y yo, tal vez un poco menos mal, porque en la montaña encima resuenan los truenos como expandido su eco lo que puede hacerla más tremebunda. Así que llegados al hotelero complejo de O Trisquel donde Cholo, un escalador que prefirió dejar los oropeles sufridores del alpinismo por su casi eremítico retiro, nos recibe con esa humanidad desbordante y cuando pretendo pagarle unos cafés que nos sirve Marcos, que le acompaña en el obsequiar a amigos y clientes, que pronto pasan al primer estado, de fin de semana, casi me echa los perros, si los tuviere. Así que, tomado consejo, sus prevenciones para subir al techo de Galicia pero tampoco frenándolos y cuando mapa en mano para emprender novedosa ruta en lugar de la tradicional del Maluro, por la del río Meladas, al final viendo lo que se cernía por los grandes nubarrones que tormenta presagiaban, bajamos a Ponte, y aun aquí, apeados, cuando mochila en espalda y bastones preparados, decidimos que mejor para visitar os lagos de Ocelo, Carrizais y Laceira empezando más abajo, en Xares a las mismas puertas del Hotel El Ciervo.


CAMINO DE OCELO


Aposentados de auto cabe al Hotel El Ciervo, cerrado hace algún tiempo pero impecable de entorno y de edificio. Uno de los que me acompañan me dice que pasaría informe a sus propietarias con las que contacta, por lo que le hago una foto.

Puestos en marcha, grandes cúmulonimbus al oriente no presagiaban si no lo que iba a venir y de lo que creíamos zafarnos porque aunque asentados en lo alto desde Trevinca al arranque por la sierra Calva, mas parecía que empujados por el norte acabaría desapareciendo por desplazados. Una subida que arranca en cancela que debe abrirse y cerrarse y una térrea pista para todoterrenos, y cierta inclinación, te va adentrando en ese bosque de carballos, abedules, a los que pronto la rala vegetación desplaza, donde ya apuntan en su tiempo los morados de las uces, los amarillos de las escasas carqueixos o los pétalos más amarillos de los carpazos, con las albas retamas, cuando a nuestra diestra resuena el río das Pombeiras y en su valle el Acebral Negro. 


PAREJA DE ÁGUILAS REALES


Como el día gris no resalta tanto este tapiz allá donde años ha una majestuosa águila real, de las dos parejas que de ellas había en aquellas crestas, arranca su majestuoso vuelo, cuando en la trepada uno que nos pareció tropel de invasores devendría en caminantes de Vigo de tan animosos que entre la veintena solo hallamos que tres varones. Hasta en esto las mujeres son unas campeonas, no digamos en las aldeas donde ellas se ponen a andar mientras los maridos dormitan en cualquier banco, o si bar hubiera, echando una partidilla por café con luengas horas de estancia en el tabernáculo.

Como llegando a planicie en el lugar de A Morteira y en ligera bajada, con la sierra Calva cual paredón, pusimos nuestro reales para principiar nuestro montaraz almuerzo en pequeño roquedal contemplando la laguna de Ocelo con majestuoso pico en frente, mientras las ranas croaban no sabemos si buscando rey como en la fábula o pareja, y a nuestra espaldas se fraguaba la tormenta, que de tan sorpresiva y estruendosa, aumentada por el eco de las montañas, hizo que de rápida recogida y acelerado paso para que no nos cubriese, más antes calculando de donde venía el viento para ir en su contra. Y así con ciertos temores y casi encima el tonante et inclemente Jove, que dirían los latinos del rey de los rayos, fuimos alejándonos de la tormenta que de seca pronto en húmeda y desinflada con aguacero continuado por casi legua, por lo que la jupiterina inclemencia devendría en una inclemente pluvia abatiéndose por casi una hora, mas atenuada por las gorras visera de mis acompañantes y la mía.


CORZOS EN MANADA


Al retorno de paso por las lagunas de Carrizais, dejando más abajo por la casi térrea pista la de Laceria; en la de Carrizais atravesamos la pequeña pared de contención por visible camino para trepar hacia los Altos da Corraliza de esta sierra Calva que tiene en el Sextil, a 1762, su máxima altura, desde una vistas extraordinarias que justifican sobradamente esta trepada y no continuar por el térrea pista. Desde estos altos donde por visible sendero en dirección noroeste, veíamos el enlace con el camino dejado en Laceiras, a través del denso brezal pero que deja tránsito libre donde suelen verse corzos, increíblemente en manada alguna vez.


POR LOS ALTOS DE LA CALVA


Retomado el camino tomaríamos a través de praderías y bosques donde presente el castaño hasta arribar a la carretera de Xares a Porto, donde a derecha tendremos a mano el punto de partida en el Hostal El Ciervo, que uno lamenta que cerrado cuando de tan próspero prolongado por ese entusiasta llamado Carlos Parra, que hoy regenta el castillo de Maceda.

Vimos al retorno motorizado las estatuas que a lo largo de la carretera por Lamalonga, Vilanova que un escultor del lugar elaboró, colocó, hasta más de veintena, algunas monumentales; todas sobre vírgenes y santos del cristiano imaginario. El escultor ya fenecido, poco reconocido en su arte o porque vecinos poco píos o porque falta ese alguien que reconozca que allí había, más que un simple escultor, un artista.

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