deambulando

La universidad sale al monte

Alumnos de Geología con el profesor Seara en el alto da Meda. Detrás, la depresión del Sil.
photo_camera Alumnos de Geología con el profesor Seara en el alto da Meda. Detrás, la depresión del Sil.
Una salida didáctica en la que cada profesor saca al campo a sus alumnos para enseñarles docencia práctica en contacto con la naturaleza

Y no se trata de esas excursiones montaraces que se organizan por el servicio de deportes universitario si no de esas didácticas en las que cada profesor saca al campo a sus alumnos para enseñarles docencia práctica en contacto con la naturaleza. En una de estas salidas me vi inmerso y a fuer que más aprendí de esta salida que de una docena de clases teóricas; de aquí la importancia de estar en contacto con el medio, como el profesor Seara, de Geología, hace, y otros muchos del centro universitario delegado de Vigo que es la universidad ourensana.

Salimos los de Geología, y un par de ellos como meramente presenciales, dirección Serra da Meda, ésa donde está O Rodicio, que más será conocida por el último nombre, pero detención por más de una hora en las inmediaciones de la presa de Cachamuiña donde el profesor esbozó la más que asentada teoría o al menos la más sólida en estos momentos de la formación de la Tierra, desde esos supercontinentes que unidos estuvieron desde Rodinia, a Pannotia, a Pangea; la separación continental donde se ve el perfecto encajamiento de América del Sur con África, y de como esta segregación va a provocar una nueva juntanza en menos de los 250 millones de años de esos continentes antaño, en uno solo en el futuro. O sea que la Tierra es un ser vivo, que se mueve varios centímetros al año pero que medido en millones se llega a la certeza de que el supercontinente está a la vuelta de la esquina, en tiempo geológico donde España andará besando el polo Ártico. Todo esto es ciencia pura, porque ahora con las mediciones satelitales se prevé perfectamente cómo será la nueva fusión en un solo continente.

Y sobre el origen del solar galaico la certeza de que pasando por varias fases de plegamientos, surgencias y fracturas sucedida por otra de arrasamiento, que precedida de una fase marina emergente que dio el noroeste peninsular, y que antes del dicho arrasamiento, tuvimos elevaciones que superaron casi a los mismos Himalayas, que con el arrasamiento se convirtió Galicia en una gran llanura, que luego con la presión de Africa que apretaba por el sur, aprovechando las fisuras que ya había, dio lugar a un paisaje escalonado, y así el profesor J.Ramón Seara fue explicando los distintos escalones de gigante del paisaje desde la olla ourensana, con el primer escalón en a Derrasa, el siguiente en O Pinto, la depresión de Maceda a continuación, la falla del Rodicio el siguiente escalón y así sucesivamente pasando por a serrado Burgo, Queixa y así. Un paisaje que explica claramente que no siempre fuimos tal como ahora. Nuestra Tierra es un ser vivo en constante mutación desde el origen del planeta. 


Minas a cielo abierto


Ese más de medio centenar de alumnos de Geología tomando nota y fotografiando todo lo que de interesante hallaban se fueron adentrando en la depresión de Maceda, las minas a cielo abierto de las arcillas para alimentar a la industria cerámica, pero antes de adentrarnos entre el tojal en una gigantesca cantera, una cagada lupina reciente indicaba que el canis lupus signatus había comido jabalí, según indicaba el mismo profesor, enseñando los pelos del suido salvaje en la deyección; después, previo paso por entre el tojal, explicaría las arcillas arenosas y las arenas arcillosas para más adelante ver las bañeras de barro donde se revuelca el jabalí para desparasitarse;  una concesión a esa naturaleza viva que es la botánica nos llevaría por los árboles ribereños y el presente roble, cuando ya subíamos a la sierra de a Meda para la mayoría de comida mochilera; a partir de aquí desde el alto de A Meda, a más de 1.300 metros, ver la depresión del Sil, observar cómo la sierra de A Meda existe y no fue arrasada hasta convertirla en llanura gracias a la espina dorsal de los cuarzos que allí afloran a través de esos filones entre las grietas.

Una lección que no produjo el agotamiento, si menos del alumnado, intacto en el profesor que, infatigable, continuaría en el periplo desde el alto do Rodicio hasta Baldrei, explicando la ausencia de granitos, por carencia de bolos o penedos en los altos y laderas y sí de terrenos pizarroso, de esquistos, y de cómo la depresión macedana se fue colmatando con el depósito de minerales. Finalizaría la docencia en la mina de Baldrei, seguida de un paso para atajar en la pista que nos sumergería en la jungla vietnamita, pues cual guerrilleros iría surgiendo el pelotón de ese espeso verdor. Una aventurilla precedida de otra en el tojal para estudiar las macedanas arcillas. 

Toda una lección de ese compendio en el que geológicamente fue una gran jornada sin que concurrentes y por supuesto profesor se diesen tregua; al final del recorrido libación de aguas de pozo, sacadas con caldero de cinc mediante polea, en la finca de María, una acogedora vecina de Baldrei a la que solamente faltó ponernos unas castañas asaditas, que insinuado, diría que para la próxima si previamente avisada.

La universidad sale al campo, el panorama se amplía, el saber se materializa desde la pizarra o las proyecciones a la concreción real sobre el terreno y cuando un docente que por su saber y entusiasmo lo transmite, miel sobre hojuelas.

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