El ángulo inverso

“Va a coger frío, señorita”

ALBA FERNÁNDEZ
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SÁBADO, 29 DE OCTUBRE

Hoy, 29 de octubre de 2022, se cumplen justamente cuarenta años de aquella madrugada del 82. La recuerdo bien, qué mañana desapacible y lluviosa. Pero había que vivir aquel momento histórico y allí estaba con mis amigos: el brillante poeta Emilio Sola; nuestro editor de La Banda de Moebius, Juan Luis Recio; el videoartista, mi amigo ,Antonino Nieto, y el poeta incendiario Eduardo Haro Ibars. Ay, también estaba Eduardo Bronchalo, sagaz periodista que se nos fue pronto. Cómo extrañamos sus risas, su alegría. Entonces, todos andábamos mal alimentados y cuando apretaba el estómago, allá íbamos a su casa donde su madre vasca nos preparaba suculentos platos.

Aquel 29 de octubre vimos cómo Felipe González y su inseparable Alfonso Guerra asomaban arrobados, casi en éxtasis, en los lujosos balcones del hotel Palace. No cabía un alma en la plaza. Tantos años a la espera de un gobierno de izquierdas.

Pero mis amigos y yo no lo teníamos claro. Dicen que la verdad es la duda. Y no confiábamos de todo en aquellos dos sevillanos. Nosotros y casi toda nuestra generación nos habíamos batido en las trincheras. “Palos, grises y carreras./ Los militares no bailaban rock”, escribí en mi tema “Generación límite”. Tantas pelotas de goma y duras embestidas de aquellos “grises” a caballo. Me viene a la cabeza aquella estrategia de nuestros líderes universitarios: “Tenemos que ser como los guerrilleros. Dar ‘saltos’. Dividirnos en grupos. Después, aparecer en plazas concurridas, armar follón, cruzar los coches como una trinchera, incendiar con gasolina la calle para impedir el paso, lanzar cócteles molotov”. El objetivo era romper la normalidad, tanto les irritaba. Aparecer como espectros aquí y allá desconcertando a las fuerzas públicas.

Aquella madrugada del 29 de octubre, nosotros hubiéramos querido que estuviese en el balcón el inolvidable viejo profesor Tierno Galván. Tan sabio, tan culto, tan conocedor del alma de este país y de la condición humana. Lo habíamos soñado. Ay, en aquel balcón del Palace saludaría Enrique Tierno Galván, presidente de la República española.

Cómo no lo íbamos a amar. Lo veíamos muchas mañanas en el Café Comercial, en el ventanal que da a la populosa Glorieta de Bilbao. Solía llegar a eso de las once de la mañana. Era feliz rodeado de aquellos jóvenes de la Movida que él creó en gran parte. Chocolate con churros para todos. Abrevaban a su lado jóvenes de altivas crestas, chaquetas claveteadas e imperdibles en las orejas. Don Enrique, que había escrito mucho sobre la juventud subversiva y esos temas, sintonizaba con naturalidad con aquellas camadas generacionales que surgían bravas y creativas. Solía decir a sus jóvenes contertulios aquel dicho de Helen Keller: “La vida es una cosa atrevida o no lo es…”. Era sorprendente cómo utilizaba el lenguaje “cheli” e incluso decía “hola, tronco” al que se sentaba en su mesa. “Tronco”, un término olvidado nacido en los patios de las crueles cárceles del general legionario.

Claro que Tierno conocía el paño’ y las sucias celdas. Se pasó una buena temporada en la cárcel de Carabanchel por motivos políticos. No se arredró jamás. Lideró con Aranguren y García Calvo la gran marcha desde la ciudad universitaria reivindicando un país democrático. Los tres catedráticos fueron expulsados de sus cátedras. Tierno se fue a la Universidad de Princeton, en Nueva Jersey. Eran los años en que los estudiantes americanos quemaban las citaciones para ir a Vietnam. Allí vio recitar a los poetas beat en los locales de jazz de Nueva York, leyó con avidez el libro “On the Road”, de Jack Kerouac, y vio la rebeldía pacifista de los hijos de las flores que influyeron más tarde en su vida profesoral.

De su vida política, qué te voy a contar, hermano lector. En aquel mítico congreso de Suresnes, el elegido para presidente era Nicolás Redondo. Se negó el viejo sindicalista y de rebote salió presidente Felipe González. Nunca se llevaron bien Tierno y Felipe. El viejo profesor fundó el PSP, pero el PSOE lo superó en votos. Tierno decía: “Esos muchachos sevillanos…”. Todos sabemos que hubo vendetta. En cuanto pudo, Felipe le dio la clásica patada hacia arriba y lo alejó haciéndole alcalde de Madrid. Cierto, jamás habrá un alcalde tan querido como él. Cumplió con creces lo que prometió: “En Madrid las mañanas se llenarán de jardines”. Hasta puso patos en el Manzanares. Y conversó en latín tan campante con el papa Juan Pablo II. Irónico, decía él, “los programas electos están para no cumplirlos”. En el imaginario colectivo está aquel baile con el icono Susana Estrada, ay, le saltó un seno, él la miró pícaro: “Va usted a coger frío”. Cuentan las crónicas que la foto recorrió el mundo y los periódicos titularon: “Por fin la democracia llegó a España”.

DOMINGO, 30 DE OCTUBRE

Llegó el jazz a la ciudad. Ay, el jazz tan amado aquí. Los más grandes pasaron por el escenario del Café Latino. Hiromi The Piano Quintet abarrotaron dos días la sala. Es curioso cómo el público de esta ciudad sabe aplaudir los solos y momentos estelares. La vi en el segundo concierto. Qué sólida sonó la banda. Dos violines, una viola y un cello. Swing del buen jazz con ese sutil halo que desprende su huella oriental. Una vez más se rompen los límites del jazz. Logró eso tan difícil que es unir virtuosismo y alma. Cómo te diría, fue como si nos arrullase tal una nana en estos tiempos fríos. Toda una delicatessen.

(Y el próximo miércoles y jueves, otro pura sangre del jazz. Kyle Eastwood, hijo del mítico actor Clint Eastwood. Entre ser actor y jazman se decidió por el jazz. Ha compuesto la banda sonora de algunas películas de su padre, por ejemplo “Mystic River” o “Million Dollar Baby”. Esta frase de Marcel Proust lo define: “El único verdadero viaje de descubrimiento consiste, no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos”).

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