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El vandalismo, otra amenaza para las galerías comerciales de San Lázaro

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photo_camera El efecto de los carteles que prohíben sentarse en las escaleras de las galerías no es el esperado, muchos son los que hacen caso omiso. (XESÚS FARIÑAS)
A un modelo en crisis, los empresarios suman la tensión con grupos de jóvenes usuarios: "El ruido es insoportable muchos días"

Son épocas duras para el comercio local ourensano. Mientras a pie de calle el número de locales que cuelgan el cartel de "se alquila" o "se traspasa" aumenta cada vez más, en el interior de las galerías comerciales, otrora llenas de vida, el panorama no es mucho más alentador. La gran mayoría colecciona bajos que se alquilan y se vacían de forma sucesiva en cuestión de meses, tanto en zonas periféricas como en la zona centro. Las galerías del Parque de San Lázaro sobreviven con dificultad, con 15 negocios abiertos y 14 cerrados actualmente.

"Es un modelo caduco que funcionó hace 30 años, pero ahora es muy difícil revivirlo", explica Benito Iglesias, presidente de la Federación Gallega de Empresas Inmobiliarias (Fegein). Otras voces son más optimistas, y reclaman nuevas fórmulas, como Avelino Jácome, promotor de eventos: "Son espacios que se pueden aprovechar para actividades como conciertos".

A la situación "difícil" que atraviesan los comerciantes de San Lázaro se le suma, desde hace meses, la falta de civismo de jóvenes y adultos: "Tenemos varios carteles de prohibido sentarse en la entrada, pero no le hacen ni caso, se colocan allí y obstaculizan el paso por completo". El ruido es, muchos días, "insoportable" en el interior de los locales a causa de los gritos de los muchos adolescentes que se congregan en el interior y se "adueñan" del espacio. En invierno, la situación se recrudece, y el grupo de toxicómanos que habitualmente se sitúa en el parque, también entra en las galerías. Los comerciantes se encuentran indefensos ante la situación, y muchos reclaman acción municipal: "Tendrá que haber una ley que nos ampare, si yo estoy en la calle obstaculizando el paso entiendo que me van a obligar a que me mueva...".

“Conmigo no pudo la crisis, Internet o el top manta, y están pudiendo los jóvenes incívicos"

Diariamente, los comerciantes de las galerías del Parque de San Lázaro ven interrumpida su jornada laboral por gritos, carreras –a pie o a monopatín–, y jóvenes sentados en la entrada y a lo largo del pasillo. Lo mínimo, cerrar la puerta del local, en detrimento de su propio negocio. La otra posibilidad, enfrentar el problema y recibir una mala contestación. 

"Esta mañana –por el lunes– he ido tres veces a decirles a distintos grupos que se levantasen del suelo, no es raro que te griten o te insulten", explica una de las afectadas. "A mi tienda entran a veces a vacilarme, otras, pasan y golpean el cristal, abren la puerta y se van... ", señala otra. 

Durante el curso, los alumnos de los colegios cercanos ocupan las galerías en los recreos. "Es normal que aquí vengan jóvenes, estamos rodeados de centros educativos, pero lo que no es normal es el ruido que hacen o cómo se comportan, sin educación", explican. Hace años, dos menores rompieron el escaparate de una de las tiendas de las galerías: "Se estaban peleando y uno se cayó contra el cristal, lo rompió y entró en la tienda destrozando parte de los productos. Llamé a los padres y se hicieron cargo". Sobrevivir se hace cada vez más duro: "Llevo aquí más de 30 años. Conmigo no pudo la crisis, Internet o el top manta, y están pudiendo los jóvenes incívicos, con mi negocio y mi salud". 


“Muchos clientes no entran"


Las llamadas a la Policía Local y Nacional se acumulan en el historial de los comerciantes, mientras ven como el tiempo pasa y la situación no cambia. "Aquí hubo que vallar el final de las galerías porque ahí había de todo... Vi a gente pincharse, mantener relaciones sexuales, jugar al fútbol con botellas...", recuerdan. Durante el invierno, el grupo de toxicómanos que se coloca en el Parque de San Lázaro entra en las galerías y se adueña del espacio. "Se tumban en la entrada, beben, gritan... Lo mismo que hacen fuera, pero aquí. Muchos clientes ya no quieren entrar porque tienen miedo, ¿quién no?", señalan los comerciantes. Parte del problema pasa al fondo de la planta de arriba, que da a Valle Inclán. "Alguna vez vi cómo mean desde la zona alta de las escaleras hasta la parte de abajo... Es una auténtica vergüenza".

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