Vida amarga, café dulce

Diego Conde, técnico del proyecto de atención integral a personas sin hogar en Cruz Roja Ourense, lo tiene claro: "Cualquiera de nosotros puede acabar en la calle si la vida te golpea lo suficientemente fuerte". Para atender a las decenas de personas que padecen esta situación, llevan a cabo una actividad constante por las calles de la ciudad y organizan unas cuatro salidas semanales a pesar de la pandemia. Como cada 15 días realizan también una ruta nocturna, algunos de los beneficiarios del servicio les llaman "los ángeles de la noche". Conde y María, voluntaria de Cruz Roja, abandonan sus oficinas con buen ánimo y la intención de hacerles sentir algo mejor. Ofrecen zumo, café, galletas, mantas si hace frío y un poco de conversación. También mascarillas, que entregan en sobres de diez en diez, después de haber sido tan difíciles de conseguir hace unos pocos meses, tanto para la ONG como para las personas en riesgo de exclusión. Un día más en la calle Ya de camino hacia la primera parada, Avenida de Santiago, lleva un buen rato lloviznando, así que las ruedas de los coches dejan al pasar sobre la carretera mojada un sonido suave que recuerda al mar. Al aparcar la furgoneta, la primera usuaria pide por favor un desayuno con extra de azúcar, porque "ya me amarga la vida", el tercero un café solo, "mejor que mal acompañado". Diego y María reparten bebida caliente, gracias a un termo que podría mantener la temperatura incluso un día después, y sus beneficiarios les reciben con bromas y sentido del humor. Apenas se encuentran ya con gente nueva, debido a los cierres perimetrales: "Antes había mucho más movimiento entre ciudades, al estar planeados los albergues como espacios de estancia limitada", explica Conde. Después de tres pernoctaciones, no se puede volver a él en tres meses salvo si se valoran circunstancias especiales. En la parada del puente les recibe Narciso, a quien llaman "El pompas" por su arte con el jabón. Y exclama: "¡Tienes el mismo reloj que yo!". Es pequeño, oscuro, cuesta unos diez euros: "El que me lo regaló, es como un hermano para mí". Lleva desde noviembre de 2019 en Ourense. Entonces construyó un lugar donde vivir en la ribera del Miño, le llama Hotel y está equipado con trampas en las que caen los intrusos. "Menos mal que Cruz Roja nos ayuda. El Concello no existe para nosotros", lamenta un usuario "Don't worry, be happy", canta Diego mientras prepara el siguiente café. En una de las últimas paradas de la ruta aparece Alejandro, quien fuera en su día reportero del extinto Diario 16 (1976-2001), tras iniciar su andadura como impresor gráfico. Tiene una opinión muy clara: "Menos mal que Cruz Roja echa una mano, porque el Concello no existe para nosotros. No saben quienes somos, prefieren pensar que el problema no existe. En Vigo ya tendría casa", compara. No está empadronado, por lo que no puede recibir la Risga ni ninguna otra ayuda. El experiodista se enfrenta a un círculo vicioso administrativo, porque al vivir en situación de pobreza necesita ayudas, pero para recibirlas se le exige el acceso a una vivienda: "Y no se pueden conseguir 400 euros pidiendo en la calle", subraya. Empadronarse resulta una misión cada vez más complicada para él y tantos otros. María le sirve un café: "Que Dios te lo pague con un marido que no quepa en la cama, siete hijos y un coche escarallado", bromea. Conversaciones anotadas Tras despedirse de Alejandro, continúa la ruta. Los árboles están ya tan podados que parecen postes de la luz. María anota observaciones de cada uno de los usuarios e incluso las conversaciones con ellos. Por fortuna, normalmente se encuentran bien y les reciben con una sonrisa, pero se preocupan cuando pasan varios días y alguien no aparece. Por fortuna, el siguiente usuario, que llevaban semanas sin ver, comenta que ha conseguido mejorar su situación. Acaba de empadronarse. Además, tras el éxito de las gestiones con el consulado, espera que pronto lleguen sus rentas tras haber trabajado fuera del país durante muchos años. Conde conoce los prejuicios que aún arrastra buena parte de la ciudadanía sobre las personas sin hogar: "Cada persona es un mundo, pero mucha gente aún tiene la imagen mental del señor mayor con barba y cartón de vino". Frente a esto, "los problemas de consumo no son generalizados, te encuentras con gente muy joven en la calle y detrás de la persona sin hogar puede haber problemas de depresión, agresiones sufridas, estrés postraumático... Y provienen de todo tipo de estratos sociales, te encuentras incluso con gente que tuvo empresas en su día", subraya. Esta actividad forma parte de un proyecto autonómico, nacido en 2003. "Aquí nunca antes se había trabajado con personas sin hogar de forma específica. Empezamos todo a partir de cero", recuerda. Ahora la experiencia aprendida se vuelca en otras ciudades, y hace dos años llegó a Pontevedra. Y, a veces, las personas que atienden hoy aparecen meses después en la oficina de Cruz Roja, porque ya tienen trabajo y ahora se pasan a saludar. Esos momentos compensan todo su esfuerzo.