El vino convierte a Ourense en un territorio único en el mundo

El duque de Lancaster entra en Ourense tras su toma en 1386 (ilustración medieval). Biblioteca Nacional de Francia.
photo_camera El duque de Lancaster entra en Ourense tras su toma en 1386 (ilustración medieval). Biblioteca Nacional de Francia.
Una historia escrita con uvas ourensanas de hace 600 años nos regala la primera colección de postales de la provincia

Aquel verano abrasador de 1386 las huestes de Juan de Lancaster sudaron durante ocho días ante las defensas de la amurallada ciudad de Ourense. Tras conseguir entrar en la ciudad, establecieron en ella su corte, y los sedientos soldados acabaron con todas sus reservas de vino. Después de asediar y tomar también Ribadavia, los soldados británicos tildaron a los vinos ourensanos de “excesivamente ardientes”, pero llevaron su fama de regreso, e introdujeron el comercio de los ribeiros en Inglaterra. De rebote, aquella campaña bélica nos regaló la primera colección de postales con paisajes de Ourense.

La biografía secreta de Ourense, escrita con la tinta de sus vinos, sitúa a la provincia como un caso único en el mundo. Ourense es un territorio singular en el “planeta vino”, no solo por albergar cuatro denominaciones de origen en una sola provincia, sino por haber colocado sus caldos en todos los mercados europeos durante casi mil años. Y no solo en el nivel de consumo medio (Cervantes sitúa a los “ribadavias” como favoritos en una taberna de Génova) sino también en el segmento alto, en las mesas de los reyes, desde la de Alfonso X “El Sabio” -que elogió personalmente al “bon viño d´Ourens”- hasta Jacobo I de Inglaterra, que lo consumió profusamente en el siglo XVII. Y todo ello gracias a una casi ignorada campaña bélica. 

Como si de un trazo invisible se tratase, la historia más desconocida de Ourense se escribió con el trazo de sus vinos. La joya literaria del renacimiento caballeresco inglés, la “Crónica de Froissart”, describe el juego de tronos de la monarquía británica en los siglos XIV y XV, y entre ellas la campaña en Galicia de Juan de Gante, duque de Lancaster, que tras desembarcar el 25 de julio de 1386 en A Coruña, estableció su corte en Ourense: pretendía el trono de Castilla. En su breve estancia, él y sus tropas probaron nuestros vinos, asediaron Ribadavia, y de vuelta introdujeron los caldos de Ourense en el pujante comercio inglés. Había nacido una potencia única en el mundo. 

Gracias al novelesco intento de Juan de Lancaster de convertirse en rey de Castilla (desembarcó en A Coruña atraído por ciertos nobles que lo convencieron de que tenía opciones si batallaba por él) hoy conservamos una insólita visión de nuestra ciudad (con molinos de viento y arquitectura flamenca incluidas) y la que es la primera colección de postales de villas ourensanas. Su versión -a la vista está- es claramente imaginada, con una Ribadavia al alcance del mar -con flota incluida- y una Ourense de arquitectura centroeuropea que nunca fue tal. 

La obra que lo relató fueron las “Crónicas de Froissart”, auténtico best seller inglés de la época, aunque las imágenes salieron posiblemente de la mano del ilustrador de Brujas Loyset Liédet, ya en el siglo XV. En la principal se observa a Juan de Lancaster entrando en Ourense del siglo XIV, una ciudad ingenuamente imaginada con molinos de viento, puertas con torreones almenados y llamativos pináculos góticos que llaman la atención por su desproporción con el tamaño de la urbe. 

Sea como fuere, la mera existencia de estas primeras representaciones de Ourense corrobora lo que ya sabemos en pleno siglo XXI: la inusual presencia de cuatro denominaciones de origen protegidas en una sola provincia, junto con la continua presencia de nuestros vinos en todos los mercados europeos durante un milenio, y su reconocido nivel de calidad -hoy en uno de sus mejores momentos- hacen del territorio ourensano un enclave excepcional y una “reserva de la vinosfera”.

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