Y el vino fue grato al César

Barak Obama y su esposa brindan con vino de la Ribeira Sacra.
photo_camera Barak Obama y su esposa brindan con vino de la Ribeira Sacra.

En Ribeira Sacra la mano de Dios parece haber querido repetir el milagro. Una geografía perfecta, con la humedad reservada y la inclinación calculada para una justa insolación la convierten en otro paraíso del vino. Eso sí, a costa de un esfuerzo ímprobo del viñador, lo que inesperadamente ha provocado la admiración internacional por la “viticultura heroica” y ha puesto en ella el foco de enólogos y críticos internacionales que la han catapultado a la fama. 

Es el caso de Eric Asimov, sobrino del afamado escritor de ciencia ficción y crítico gastronómico del New York Times, que viaja de incógnito cada cierto tiempo para luego llenar sus columnas en el diario de la élite progresista estadounidense de referencias a bodegas ourensanas. Por no hablar de Robert Parker y sus delegados, que contribuyeron ya desde principios de siglo al milagro de Ribeira Sacra, en parte por su difusión internacional, y en parte por despertar vocaciones in situ, y por atraer a enólogos que, como el propio Luis Buitrón, hoy presidente de la Federación Española de Enólogos, comenzaron desde hace dos décadas a renovar la oferta con viños de primerísimo nivel. 

La deuda literaria y periodística de la Ribeira Sacra para con la difusión de sus vinos, como vemos, es grande. Valga como paradigma el caso del maestro don Álvaro Cunqueiro, que citó y multiplicó -él tenía, como genio que fue, permitidas todas las licencias- un pequeño anacronismo. Dijo que “el vino de Amandi es grato a Augusto (césar)” a quién le era regularmente transportado. 

Anacronismos al margen, el destino parece haberse conjurado para hacer bueno a Cunqueiro, cuando los buenos haceres y el buen vino “Peza do Rei” de César Cachín llegaron -por tres ocasiones- a la mesa de Barak Obama, por entonces presidente de los Estados Unidos (lo más parecido modernamente al jefe de un imperio) en unas reuniones de congresistas hispanos. Brindó con él y, finalmente, el vino de la Ribeira Sacra acabó por ser grato al César. 

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