La ciudad se prepara para unas elecciones municipales en 2023 en las que, a falta de pulir el censo, de momento hay 2.725 personas menos con derecho a voto que hace cuatro años. En 2019, eran 86.313 personas en el censo, una cifra que ha menguado ya a 83.588. El votante de la ciudad es, en líneas generales, similar al del conjunto de la provincia, aunque algo más juvenil. La edad media en la provincia asciende a 51,22 años y en la urbe se queda en 48,04.
La clave la volverán a tener los pensionistas, ya que el colectivo de mayores de 65 años se dispara. Si en 2019 había 30.908 personas en edad de jubilación con derecho a voto (35,8%) del total, ahora ya son 32.327, lo que aumenta su ponderación y pasan a ocupar ya el 37,8% del total. También aumenta la generación inmediatamente anterior, aquellos vecinos entre 50 y 64 años, que crecerán en medio millar de personas, pasando a ser ya el 27,1% de la composición total del censo (frente al 25,7% anterior)
Por el lado contrario, los jóvenes siguen yendo a menos a pasos agigantados y su voz en las urnas tendrá mucho menos peso. Los menores de 30 años pasan en cuatro años de 11.433 a 10.842, y suponen apenas un 12,8% del total de votantes.
Pero la población que más mengua en la ciudad respecto a 2019 es la situada entre 30 y 49 años, que se reduce en 2.000 personas, cayendo a 26.000, y pasan del 32,2 al 31% del total.
Se incorporarán a las urnas por primera vez 3.466 jóvenes, menos que los 3.700 de 2019.