ELECCIONES - ANÁLISIS

Y ahora, la batalla de la Xunta

Un elector, escogiendo su voto en una cabina (JOSÉ PAZ).
photo_camera Un elector, escogiendo su voto en una cabina el pasado domingo (JOSÉ PAZ).
Pese a dejar ya atrás las elecciones del domingo, los partidos tienen ya las orejas tiesas ante unas autonómicas que, extrapolando lo sucedido y la evolución histórica, deja al PP ante un reto mayúsculo para retener su absoluta.

Todavía con la resaca electoral del domingo, los partidos continúan en modo campaña para afrontar en 2020 unos comicios autonómicos en los que el PP tiene como objetivo revalidar su cuarta mayoría absoluta consecutiva ante una oposición que se ve en una situación inmejorable para acabar con el dominio de hierro que los populares vienen ejerciendo.

Sin embargo, nunca antes en el presente siglo el partido liderado por Alberto Núñez Feijóo, cuya candidatura todavía es una incógnita, había partido con un apoyo tan bajo en las elecciones Generales anteriores a la cita autonómica, tanto a nivel ourensano como gallego, lo que le obligará a mejorar sensiblemente sus apoyos entre la ciudadanía si quiere tener opciones de revalidar la mayoría absoluta, para lo que necesitaría no dejarse por el camino más de tres diputados respecto a los conseguidos en 2016, un total de 41.

La extrapolación al conjunto de Galicia de los resultados del pasado domingo a unas autonómicas dejaría una bajada del PP de 13 diputados hasta los 28, obteniendo uno más que el PSOE y sin socios posibles en el horizonte, ya que Vox solo tendría cinco. Mientras, en la provincia, de los 14 escaños en liza, el PP hubiera obtenido seis, el PSOE cinco y Podemos, Vox y BNG uno por cabeza, un escenario muy diferente al de 2016, cuando los populares consiguieron hasta nueve, el último por apenas 157 sufragios de diferencia. Todo ello con un 53,13% de los votos y 93.487 apoyos, muy lejos de los conseguidos el pasado domingo, un 39,49% y 66.538.

Hace tres años, el PP de Manuel Baltar fue capaz de mejorar su porcentaje de apoyo entre las Generales y las Autonómicas, algo que también logró entre los comicios de 2008 y 2009, pero no entre 2004 y 2005, precisamente el año en que el entonces presidente de la Xunta, Manuel Fraga, cedió el poder ante PSOE y BNG, que también llegaban a aquella cita con el viento de cola tras regresar a Moncloa los socialistas un año antes.

Ante un escenario político hoy mucho más fragmentado tanto en la derecha como en la izquierda, queda por ver cómo esto se deja sentir en Ourense y Galicia en unos comicios autonómicos, en los que la historia dice que la abstención crece unos cinco puntos y en los que también aumenta la barrera para tener representación, al pasar del 3 al 5%. Hay también una bolsa de votantes de DO (7.723) cuyo destino puede jugar un papel clave, así como la forma elegida por el nacionalismo y la izquierda para concurrir tras los líos de la legislatura con En Marea.

Los populares consiguieron resistir en 2016 ante el empuje de Ciudadanos, que se quedó fuera del Pazo do Hórreo, aunque queda por ver si Vox, que no obtuvo escaños el domingo, será capaz de resquebrajar el histórico dominio del PP en la franja del centroderecha con más representantes en disputa.

En todos los procesos celebrados hasta ahora, el PSOE también se deja apoyos entre Generales y Autonómicas, aunque en esta ocasión, a diferencia de 2016 y 2012, los socialistas parten de una situación mucho más positiva, tras rozar en abril ser primera fuerza en la provincia y superar el 33% de los votos el domingo, una situación que se reproduce a nivel gallego, ya que hace medio año los socialistas –que a diferencia de 2012 y 2016 cuentan con un líder consolidado ya designado candidato como es Gonzalo Caballero– consiguieron un histórico triunfo ante un PP que, con todo, ahora ha sido capaz de darle la vuelta a la situación, aunque quedándose en apenas el 31,94% de los votos, casi 10 puntos menos que en las Generales de 2016 y todavía más lejos de los que obtuvo Feijóo en los comicios autonómicos, un 47,56%. Parece, sin duda, el reto más ambicioso del líder del PPdeG tras devolver a su partido al poder en 2009. 

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