Interacciones fármaco-alimento

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Las interacciones entre medicamentos y alimentos pueden producir efectos negativos en el estado nutricional y en la eficacia del tratamiento farmacológico. 

Con frecuencia en la práctica, estas interacciones pasan inadvertidas y, en algunos casos, no son detectadas hasta que ocurren efectos adversos graves. 

Una interacción entre un alimento y un medicamento puede definirse como la modificación de los efectos de los nutrientes por la acción de la toma anterior o simultánea de un medicamente o bien la modificación de los efectos de un medicamento por la toma anterior o simultánea de un alimento.

Las personas mayores son uno de los grupos de población con mayor riesgo de deficiencias nutricionales inducidas por fármacos, pero también las mujeres embarazadas, las personas con dependencia de alcohol y los pacientes oncológicos. Asimismo, se señala un elevado riesgo en diferentes patologías como alteraciones de ansiedad-depresión, enfermedad de Hodgkin, tuberculosis, enteritis bacteriana, giadiasis, vaginitis tricomónica y epilepsia, entre otras. 

Estas interacciones producidas a través de diferentes mecanismos (físico-químicos, farmacocinéticos y farmacodinámicos) pueden ocasionar efectos adversos sobre el sistema nervioso central y reducir la capacidad o el deseo de alimentarse. Esta consecuencia es especialmente preocupante en adultos mayores, que presentan a su vez, una mayor tendencia  a consumir múltiples fármacos, tanto de prescripción como de libre dispensación, que los más jóvenes. El riesgo en ellos de experimentar interacciones alimento-fármaco también es elevado, debido a cambios físicos asociados al envejecimiento como la disminución de la masa muscular, del flujo sanguíneo hepático y de la función renal. Los fármacos que provocan somnolencia, mareos, ataxia, confusión, cefaleas, debilidad, temblores o neuropatía periférica generan problemas nutricionales inadvertidos, en este grupo de  edad. 

La absorción del fármaco puede verse afectada por los componentes de los alimentos a través de cambios funcionales en el tracto digestivo (tiempo de vaciado gástrico, llenado del tracto gastrointestinal) por la adsorción del fármaco en los componentes de los alimentos, por interacción del fármaco con una sustancia alimentaria, y por cambios en el flujo sanguíneo esplácnico y liberación de bilis. 

Las reacciones adversas a los medicamentos pueden empeorar por la ingestión de alimentos o bebidas alcohólicas específicas. Además, ciertos fármacos pueden producir por si mismos toxicidad o deficiencias nutricionales.

Algunos ejemplos de interacciones son la vitamina K con warfarina; el calcio y la vitamina D con tetraciclina; y el potasio, el sodio y el magnesio con diuréticos como la furosemida. En los pacientes con enfermedad de Parkinson hay que controlar la cantidad de proteínas ingeridas y el momento de la ingestión, debido a sus interacciones con la levodopa. 

Las interacciones pueden prevenirse mediante una actuación conjunta del equipo de profesionales sanitarios (médicos, farmacéuticos, enfermeros y dietistas) en la planificación y coordinación del régimen terapéutico, la dieta y la administración de suplementos, con el objeto de mantener un estado nutricional óptimo y evitar las interacciones fármaco-alimento. 

Será imprescindible valorar la ingesta dietética para realizar una aplicación práctica y facilitar la información necesaria para que el paciente conozca cómo debe tomar la medicación en relación con sus comidas.

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