SOCIEDAD

Microrobots y micromáquinas

En el mes de septiembre de este año 2020 que poco a poco se va extinguiendo, el congreso internacional Falling Walls premió al equipo de investigación liderado por el científico turco–estadounidense Metin Sitti, del Instituto Max Planck de Sistemas Inteligentes de Stuttgart, por sus revolucionarios avances en el campo de la microrobótica. 

En unos trabajos que todavía están en fase de laboratorio, diseñaron unos robots micrométricos capaces de reptar sin emplear cables. Se trata de unos dispositivos blandos capaces de deformarse y moverse por dentro del cuerpo humano como si fueran orugas. 

Este equipo multidisciplinar internacional, formado por ingenieros, químicos, biólogos y médicos, creó microrobots imitadores de los leucocitos, capaces de transportar fármacos específicos hacia las células de un tumor. Pero como estos microrrobots no disponen de espacio ni siquiera para una batería, como fuente de energía utilizan el magnetismo. Están fabricados con polímeros sintéticos, que les permiten moverse, saltar, flotar y nadar. 

La forma del robot y sus movimientos se puede controlar con señales magnéticas externas. Son totalmente inocuos para el ser humano, habituado a la exposición constante al magnetismo solar. Al manipular su forma, se pueden controlar sus desplazamientos por el organismo y dotarlos de otras funciones, como transportar un fármaco para un tratamiento determinado o emplearlos en el diagnóstico de algunas enfermedades, tomando pequeñas biopsias. Gracias al magnetismo, estos microrrobots pueden moverse incluso en el sentido contrario al de circulación de la sangre. Son capaces de desplazarse rodando por el interior de los vasos sanguíneos, en zonas alejadas del flujo más turbulento. 

De esta manera, podrían cargar la dosis necesaria de un fármaco quimioterápico para el tratamiento de un cáncer que, en lugar de dispersarse a lo largo del torrente sanguíneo, se depositaría en cantidad milimétrica y en el lugar exacto para obtener una mayor efectividad y menos efectos secundarios. Si se prueban con éxito en animales de experimentación, podrían comenzar a aplicarse en los humanos dentro de cinco o diez años. 

A principios de año, por biólogos y expertos en robótica estadounidenses, financiados por el Departamento de Defensa, crearon otras micromáquinas vivientes a partir de células animales, empleando como materia prima células contráctiles del corazón y células cutáneas procedentes de la rana de uñas africana. Estas micromáquinas biológicas podrían utilizarse para limpiar las placas ateromatosas en el interior de las arterias, para el transporte de específico de fármacos e incluso en la restauración ambiental de lugares contaminados.

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