La omnipresente amapola

Un grupo de amapolas en un campo.
photo_camera Un grupo de amapolas en un campo.
Se puede encontrar en terrenos de cultivos, en cunetas, bordes de río, caminos...

La amapola silvestre o común, de nombre científico Papaver rhoeas, es una planta herbácea anual perteneciente a la familia Papaveráceas, que crece espontáneamente en Europa, en Asia y en el Norte de África.  En gallego se le conoce con los nombres de ababa, adormideira, buxaga, mapola, mapoula, papoula, papoila o pano de Nosa Señora. Se encuentra fácilmente en terrenos dedicados a cultivos agrícolas, especialmente de cereales, pero también en las cunetas, bordes de ríos, caminos y huertos abandonados.

El nombre papaver podría derivar del sánscrito papavara que significa “jugo pernicioso”, pero también podría derivar del céltico papa, recordando que el látex se añadía a la papilla de los niños a fin de procurarles un sueño sereno, permitiendo así a los padres dedicarse a las tareas del campo. Su epíteto rhoeas deriva del latín y significa “roja”.

Su tallo es erecto, ramificado y recubierto de finos pelillos, con hojas simples y muy dentadas en los márgenes. Sus bellas y características flores solitarias, poseen dos sépalos vellosos y cuatro pétalos. Éstos últimos son de color rojo intenso, a veces con una mancha negra en su base, muy delicados y efímeros, es decir, duran solamente un día o poco más, marchitándose enseguida. Debido al vivo color de sus flores, la amapola destaca entre los diversos tonos verdes de los campos. Los numerosos estambres, de color negro, forman un anillo, semejando un botón. Su fruto es una cápsula verde pálida, ovalada o globosa, con una especie de tapa en la parte superior. En su interior se contienen las numerosas y pequeñísimas semillas, de forma arriñonada y de color negruzco. Florecen en la primavera e incluso a principios del verano. No resisten la humedad. Toda la planta desprende un olor desagradable. 

Las hojas son levemente venenosas para los animales herbívoros y, sin embargo, son aptas para el consumo humano. Así, antes de la floración, verdes y frescas, pueden cocinarse como las espinacas. Son muy apetecibles y de un sabor característico. Con los pétalos se pueden elaborar jarabes y bebidas no alcohólicas, así como infusiones ligeramente sedantes. Y en cosmética, se emplean para elaborar cremas faciales. Asimismo, de la planta se extrae un preciado aceite con efectos balsámicos. A su vez las semillas se utilizan a menudo como condimento y en pastelería. Todavía, hay que tener presente que el consumo excesivo de la planta puede causar molestias intestinales y hasta dolor de estómago, vómitos o náuseas. Su empleo como alimento está en cierto desuso y en caso de consumirse debe hacerse siempre bajo control médico. 

No obstante, en Liguria, conocida región del noroeste de mi Italia natal, las hojas son uno de los ingredientes del “preboggion”, típica mezcla de hierbas para rellenar “ravioli” o “pansoti”, o para hacer sopa. También se pueden comer con patatas cocidas y aceite de oliva. En el Lacio se usan crudas para hacer una ensalada llamada “misticanza”, juntamente con otras muchas hierbas como la rúcula, la endivia, la pimpinela, el hinojo selvático, la malva, el taraxaco, etc. Además, pueden usarse, previamente cocidas, para hacer fritos o pasada en la sartén con ajo, aceite y guindilla.

En las tumbas antiguas de los egipcios se han encontrado restos de plantas de amapola y en la antigua Grecia, el filósofo y botánico Teofrasto, ya refería la costumbre de comer hojas de amapola. Las flores se usaban para teñir vestidos. 

Muy parecida a la amapola común es la amapola oblonga o Papaver dubium, presente también en Galicia. Se diferencian fácilmente, dado que esta última tiene sus pétalos más cortos y de un rojo más pálido; asimismo la cápsula es el doble de larga que de ancha. El epíteto dubium deriva del latín y significa “dudosa”. Además, en nuestras costas, en las zonas arenosas como las dunas, o rocosas, es frecuente ver también amapolas de color amarillo. Se trata del Glaucium flavum denominado comúnmente como glaucio, adormidera marina, amapola cornuda, amapola de las playas, amapola loca o amapola marina, entre otros muchos nombres. En gallego se le conoce como arxémona, craveleiro do mar, herba da tiña o mapoula das praias. El nombre deriva del griego glaucós que significa “glauco o grisáceo” por el color de sus hojas y el epíteto deriva del latín flavum y significa “amarillo”. Son de gran belleza. Al cortarla exuda un látex amarillo, y aunque es venenosa se utiliza en medicina para prevenir o eliminar la tos. También tiene efectos broncodilatadores y antiinflamatorios.

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