La verdadera normalidad

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photo_camera Un hombre mira a través de la ventana de su habitación mientras relaja la vista tras leer un libro.
La verdadera normalidad supondría un nivel de consciencia del que la mayoría carecemos

Todas las personas que nos consideramos normales, porque no padecemos ninguna psicopatología, probablemente no lo seamos tanto, pues nuestro carácter o personalidad distintiva hace que una misma realidad aparente, sea vista subjetivamente de forma distinta y que los mecanismos de defensa del yo, que solemos utilizar en nuestra precepción de la realidad de forma inconsciente, no nos dejen ver la realidad tal cual es de forma objetiva. Nuestro ego siempre está tratando equívocamente de mejorarse a sí mismo y ser la admiración de los demás. Qué duda cabe que aumentar el propio ego, con el reconocimiento de los demás, pues no siempre es así, siempre estará bien visto por la sociedad y procurará una satisfacción eventual a la persona. Esta es la forma normal de entender la vida y resultaría muy delicado querer apartarse de esa forma de vivir, incluso para los que ya estamos metidos en ello desde hace muchos años, pues eso supone pretender llegar a un estado de aproximación al no-yo, lo cual supone vivir sin mecanismos de defensa del yo. Damo Mitchell, en su obra “Luna blanca sobre la montaña”, lo describe muy bien, cuando en la página 281 de su libro dice: "Para ser verdaderamente humilde hay que comprender que es algo verdaderamente aterrador, ya que abre la esencia del ser al exterior, y deja la mente adquirida en un estado de extrema vulnerabilidad". Es por eso que la verdadera humildad, que supone un bajo ego, es algo impensable para la mayoría de las personas normales, que usamos y abusamos de los mecanismos de defensa del ego continuamente, como forma normal de vivir, aunque no nos demos cuenta de ello en nuestra inconsciencia. 

Los grados de consciencia de que puede ser capaz la mente humana son un largo continuo, cuyo límite es prácticamente inalcanzable, pero eso no quiere decir que no deba uno tratar de iniciarse en ese largo proceso, pues no hay atajos, ya que, como mínimo siempre será mejor que conformarse con una vida ordinaria y sus continuas frustraciones, muchas de las cuales sobrevienen precisamente por esa falta de autoconsciencia suficiente.

Así pues la verdadera normalidad es lo mismo que lo que se dice sobre el sentido común, que es el menos común de los sentidos. Por lo tanto sería más exacto hablar de normal anormalidad, pues la verdadera normalidad supondría un nivel de consciencia del que la mayoría carecemos. Aun dentro de los que ya llevamos muchos años, siguiendo algún camino espiritual de autoconsciencia, se da el caso de que algunos confunden la verdadera espiritualidad o el verdadero camino, sobre todo hoy día que hay tanto aparente interés por este tema, idealizándolo a su manera o simplemente buscando el propio provecho, pensando solo en encontrar nuevas capacidades o poderes innecesarios, pero que a ellos les resulta así mucho más atractiva la práctica, sin darse cuenta que con esa conducta están haciendo lo mismo que casi todas las demás personas llamadas normales, o sea cultivar su ego, engañándose a sí mismas inconscientemente, de una forma tan sutil que a veces nos es muy difícil de reconocer, sin la ayuda de alguien verdaderamente cualificado para ello, o en su defecto de un psicoanalista, aunque este último solo puede ser un parche para solucionar un problema de falta de autoconsciencia puntual, solo a nivel racional de la propia mente, pero nunca podrá ir mas allá de la mente, y llegar a la transcendencia del ser espiritual que realmente somos. 

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