El acebo, laxante y diurético

Una hoja de acebo, coronada por sus llamativos frutos.
photo_camera Una hoja de acebo, coronada por sus llamativos frutos.
Sus frutos, purgantes, son de uso muy peligroso, ya que su ingestión, en cierta cantidad, puede llegar a ser mortal

El acebo común o agrifolio, denominado científicamente Ilex aquifolium, es un arbusto o árbol originario del oeste y sur de Europa, perteneciente a la familia de las Aquifoliáceas. Muchos le llaman erróneamente “muérdago” (Viscum album), tal vez por tener usos similares; sin embargo, ambas plantas son bien diferentes. En gallego, el acebo viene designado de formas diferentes: acivo, acevedo, aceviño, acivro, cebro, escornacabras o picoloureiro. La variante “acivero” es el nombre de numerosas aldeas.

El nombre genérico ilex procede del término latino con el cual se designa  la encina, Quercus ilex, por tener un follaje similar al acebo. El nombre aquifolium deriva del latín acus, “aguja”, y folium, “hoja”, por sus “hojas con picos”. Es una especie longeva que puede superar los cien años de vida e incluso llegar, excepcionalmente, a los quinientos. Se encuentra normalmente en zonas boscosas, húmedas y sombrías. Es una especie dioica, lo que significa que hay plantas que portan las flores masculinas y otras las femeninas. Su corteza lisa y verdosa con el paso del tiempo se vuelve gris oscuro. Sus  hojas  son persistentes, alternas, ovaladas y con un borde espinoso en los ejemplares jóvenes y en las ramas más bajas, y sin espinas en las hojas de las ramas superiores. Florece al final de la primavera y las flores son de color blanco o rosado. El fruto, globoso y de color verde, que contiene en su interior cuatro o cinco  semillas, adquiere un color rojo brillante cuando madura, en otoño. El hecho de que sus frutos permanezcan durante todo el invierno, confieren a esta planta un importante valor ecológico, por ser una fuente singular de alimento para muchas especies, en particular de pájaros.

Parece ser que los celtas consideraban sagrado el acebo y lo empleaban en los rituales del solsticio de invierno. La planta fue citada por  Aristóteles, por  Catón el Viejo en su  De Agri Cultura y por Plinio el Viejo en  su Historia Naturalis.​ Desde muy antiguo se usaba en jardinería. También en la medicina natural tradicional, por sus propiedades febrífugas, diuréticas y laxantes. La infusión de sus hojas cocidas era remedio para tratar el reumatismo, la gota, la gripe, etc. Cortadas en pedacitos y maceradas en vino servían como reconstituyente. Pero dada su general toxicidad se dejó de hacer uso de ella. De hecho, sus frutos, purgantes, son de uso muy peligroso, ya que su ingestión, en cierta cantidad, puede llegar a ser mortal.

Su madera, dura y densa, tanto que no flota en el agua, es muy apreciada en ebanistería, marquetería y tornería, aunque difícil de trabajar. Se impregna bien con los tintes, por lo que se pueden hacer buenas imitaciones del ébano. Es también muy estimada como leña y para hacer carbón. De su corteza se extrae una pasta utilizada para cazar pájaros, pero de uso prohibido. 

Dado el atractivo color de sus frutos y de sus hojas, el acebo es una planta muy estimada en el período navideño, del que es planta simbólica. Pero las talas desmesuradas tanto para usos ornamentales, como cinegéticos o ebanistería, lo han convertido en una especie en peligro de extinción, por lo que actualmente se le considera una especie protegida en muchos países europeos. Llevarse ramas de acebo a casa es severamente sancionado con multas considerables. No sobra, por tanto, recordar la especial atención que debemos dedicar al cuidado de la naturaleza en general y a este árbol y a todas las especies vegetales o animales en particular, especialmente a aquellas que están en vías de extinción. “La hermana tierra clama por el daño que le provocamos a causa de su uso irresponsable”. No somos sus propietarios y dominadores, sino simples administradores de los bienes que el Creador ha puesto en ella y que tenemos que transmitir a las futuras generaciones. En fin, si se piensa utilizar el “hermano acebo” como adorno navideño sería bueno que cada uno lo cultivase en su propio huerto. Lo mismo sucede con el “rusco”, del cual hablaré próximamente.

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