Feira do sete

Alejandro Fernández López (Zapatero Samuel Eiján)

Una descripción (en clave de humor) de los diversos especímenes de nuestra “fauna”

La trucha común, trucha marrón o reo (Salmo trutta) es una especie de pez salmoniforme. Es la trucha más común de la familia de los salmónidos.  

El reo, también conocido como trucha de mar, es la forma migradora de la trucha común; aunque ambos pertenecen a la misma especie, el reo, como migrador anádromo, desciende al mar y vuelve al río para reproducirse, su longitud varía entre 25 y 40 cm y tiene aletas más grandes que la trucha común. Wikipedia.

Alejandro Fernández, que como el Reo es animal de mucho rio y muy poco de mar,  bajó de su natal Ferreira de Pantón a Orense para desarrollar su vida y como el Reo, subir de nuevo el alto de Guítara para desovar sus grandes vivencias en su terruño natal, donde allí rememora su longeva vida laboral al lado de sus vides y toneles de Roble llenos del vino, cuyos aromas le despiertan cada día para disfrutar de ese bien merecido descanso con el que tanto soñó.

En la calle Samuel Eiján hace mas de 50 años se aposentó Alejandro Fernández, allí al lado del Chalet “Geluca” en una casita azul tenia su  primera zapatería, por un lado los Rumbao y por el otro el Sr Sixto albergaban en medio a los Villar, Viruca,Margot, Severino etc. Mas adelante se pasó al otro lado de la calle, al lado de la carnicería del  Gerardo, la farmacia de Margot y también de Foto Kin y cafetería Césare, edificio donde vivía con su maravillosa Ely y sus hijos Iko y Charo. Alejandro Fernández, apodado cariñosamente el Abisinio, por que de esa forma el llamaba a todos los niños del barrio que  con mucha frecuencia le acompañaban con sus charlitas mientras el, sentado en su taburete se afanaba en poner en las hormas suelas, tapas, y files a los encargos que diariamente le llegaban de diversos puntos de la ciudad. Los rapaces se quedaban extasiados viendo como Alejandro con su Mandil manejaba el Cortador, el Asentador la Lezna, el Galgo y la Escofina y con su Manopla e hilo entre los dientes, cosía en el Burro todo tipo de roturas dejándolos como nuevos. Alejandro Fernández, tenia un horario muy extenso que solo interrumpía  para comer a mediodía cosa que muchas veces hacia con un bocadillo en la cepa del puente romano mirando de reojo a sus dos cañas, que al quieto le acompañaban en silencio mientras los viandantes del puente asomaban un ratito para ver si picaba alguna trucha o anguila.

Durante muchos años Alejandro con el Chinto del bar Peixe formaron parte de la imagen del Puente Viejo donde hay fotos que así lo reflejan. Un día, inexplicablemente y de repente, Alejandro dejo de asistir a su histórica y diaria cita y a pesar de que le preguntábamos el por qué, el nunca dio explicación convincente de tan radical decisión. Alejandro Fernández a mi  me trae a la memoria a Max (Adam Sandler) Con la Magia en los Zapatos, un zapatero judío que trabaja en la tienda familiar que heredó de su padre cuando este se marchó de casa., Max desea vivir una vida excitante. Esa oportunidad la encontrará cuando un día la casualidad le obliga a utilizar la vieja máquina de coser de su padre: con ella Max es capaz de ponerse, literal y metafóricamente, en los zapatos de sus clientes, pudiendo convertirse en esas personas mientras lleve puesto su calzado. Como cabe esperar, es una oportunidad para vivir y utilizar su nuevo “poder” para hacer felices a quienes le rodean. A Alejandro yo le conozco hace 55 años, con el compartí buena vecindad, sana camaradería y granes anécdotas, siempre ha sido un vecino modélico y servicial, pero además durante muchos años todos los miércoles del año y de 10 a 12 celebrábamos una partida de subastado que llegó a ser épica, pareja de hecho(de partida) con Pedro Huerta, fueron victimas durante muchos años de las malleiras infringidas por los despiadados Fito y Lito, aunque estos dos para disimular, de cuando en vez, se dejaban perder alguna cena, lo que a  (sus clientes ) les suponía un inusual y especial jolgorio, de ello darán  fe los fieles testigos Ovidio y Carmiña. 

Pero retomando la seriedad, yo aspiro a que alguno de estos días podamos rememorar una de aquellas peleas “subasteras” por que se, que con sus 96 años Alejandro Fernández sigue siendo el grandísimo amigo, el digno rival y sobre todo el entrañable y fiel vecino.

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