Alimentos antioxidantes y prooxidantes, una barrera todavía difusa

Las propiedades beneficiosas de los antioxidantes naturales, especialmente los polifenoles, en afecciones cardiovasculares y cancerígenas abren nuevas puertas en la lucha contra la oxidación que lleva al envejecimiento, tal y como expusieron una decena de especialistas en las jornadas sobre antioxidantes naturales y salud, celebradas esta semana en A Coruña.
Pero, al lado de este punto de partida ‘esperanzador’ en el estudio de mecanismos implicados en el desarrollo de enfermedades y en su posible prevención, los equipos de investigación se preguntan cada vez más dónde está el límite de los antioxidantes y en qué cantidades dejan de serlo y se convierten en prooxidantes, explica la coordinadora de este seminario, María José Núñez, ingeniera química de la Universidad de Santiago.

Así el investigador del CSIC, Josep Lluis Torres, asegura que en la actualidad se ha visto que ‘la barrera entre antioxidantes y prooxidantes está muy difuminada’, porque no sólo son las cantidades ingeridas las que influyen, sino que metabolismo y genética hacen que en unos casos esos principios puedan funcionar y en otros no.

Además, explica este experto, hay que contar con los agentes externos a los que un cuerpo está expuesto, ya que está comprobado, afirma, que la contaminación y los tóxicos existentes en el ambiente también determinan que la esperanza de vida sea mayor o menor.

Lo único en lo que por el momento coinciden los estudiosos de compuestos que permitan una menor oxidación y, en consecuencia, una esperanza de vida mayor, es que el reino vegetal es la mayor fuente de elementos beneficiosos para la salud, situación que mejora además con la reducción de calorías en la dieta, un aspecto que disminuye las cardiopatías, de ahí el consejo de Torres Simón de rebajar la ingesta de azúcar.

Una clave que, según este experto, se ha importado de la premisa establecida entre los habitantes de la localidad japonesa de Okinawa, que registra la mayor esperanza de vida conocida, donde su secreto, explica, es que ‘hay que dejar de comer cuando aún tienes hambre’.

Más allá va Ramón Couto, médico especializado en tratamientos naturales, quien apuesta por ingerir sólo lo que denomina ‘alimentos curativos’, aquellos que aporten beneficios al organismo, por lo que la dieta se reduciría en gran parte de nuevo al reino vegetal, especialmente a los productos de hoja verde.

Couto apuesta por volver de nuevo a la utilización de elementos naturales para tratar molestias como náuseas por embarazo, que se pueden controlar con infusiones de melisa, o de enfermedades como la cistitis que, en más de cien casos, ha tratado con jugo de arándanos con resultados positivos, así como un vaso de zumo de naranja en ayunas o una infusión de olivo para la hipertensión.

Lo que ocurre en estos casos, subraya Couto, es que ‘la ciencia y la investigación han tenido dificultades para saber exactamente por qué estos alimentos resultan beneficiosos y para explicar científicamente la bondad o no de estos productos’ que, sin embargo, añade, ‘a lo largo de los años han demostrado empíricamente sus propiedades’.

Uno de los productos más investigados en nuestro país en los últimos años ha sido la uva y las propiedades del vino tinto, bebida de la que se ha demostrado posee, por su riqueza en fenoles, un alto poder antioxidante, cuya absorción mejora además por el componente alcohólico, explica Luisa González, especialista en tecnología de los alimentos de la Universidad de Burgos, quien indica que, de todas formas, ‘este beneficio es con una pequeña cantidad de vino y como complemento a otros alimentos’.

Precisamente esa complementariedad y las posibles sinergias entre unos ingredientes y otros son las causas que han llevado a los distintos especialistas a estudiar ‘cada vez más las combinaciones entre varias componentes de una comida y no un alimento en sí mismo’, relata Anunciación Lafuente, del departamento de toxicología de la universidad de Vigo.

Según Lafuente, además de la genética y el metabolismo de una persona, hay que analizar si un ingrediente puede alterar la absorción de otro o puede reducir sus efectos beneficiosos y potenciar los nocivos.

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